-¿Cómo decidieron viajar?
-Hacía un tiempo que venía buscando trabajo, sin suerte. y Realmente lo necesitaba. El 19 de agosto, junto con Marcela, recibimos un folleto donde pedían promotoras. Creímos que era una buena oportunidad. Ese mismo día, una chica (ahora la busca la Policía, porque la considera la reclutadora de la banda) nos dio los pasajes…
-Y así empezó la pesadilla…
-Cuando llegamos a Concepción, con un remís nos esperaba «Clavito». Ese día nos instalaron en una casa.
-¿Cómo se enteraron del engaño?
-Lo supimos al día siguiente, cuando apareció «Sengo» y nos dijo que, a partir de ese momento, estábamos bajo su responsabilidad y que íbamos a trabajar como coperas en «Susurros», un cabaré, y a hacer pases con los clientes. Yo me desesperé, pero él dijo: «Ahora que ya viniste, lo tenés que hacer».
Claudia (no es su verdadero nombre) recuerda que intentó resistirse, pero los dueños del prostíbulo le sacaron a su hijo (el nene había viajado con ella y se lo entregaron a una «niñera» que iba a cuidarlo) y le advirtieron que «si se hacía la loca» o intentaba escapar, los mataban a los dos. «Si llegás a rajarte, son boleta», amenazó «Sengo».
-Entonces….
-Estaba aterrada y bajé los brazos. Cada noche, a eso de las 8 nos llevaban a «Susurros» y estábamos hasta las 4 de la mañana. Por noche, cada una atendía tres o cuatro clientes. La tarifa era de 35 pesos por pase y a nosotras nos daban 5 o 6 pesos. Con eso teníamos que comprarnos la comida y, en mi caso, los pañales para el nene (su respiración se acelera y se escucha que empieza a llorar).
Las amenazas habían surtido efecto. Claudia y Marcela soportaban lo peor. «Muchos clientes llegaban borrachos o drogados; pero mi mayor angustia era el nene», recuerda Claudia. Y la voz se le vuelve a quebrar.
-¿Podías verlo?
-Al principio me dejaban estar con él sólo los lunes; pero después, como lo extrañaba mucho, algunos días me lo traían un ratito a la tarde…(ahora el llanto es incontenible)
Para las dos amigas aquello era «el infierno». Y la angustia creció cuando se enteraron el destino de otra chica que también habría viajado desde Puerto Iguazú. «Cuando nosotras llegamos, ella se peleó mal con ‘Sengo’; fue una pelea muy fuerte y hasta le dijeron que de allí no iba a salir viva. Después, los ánimos se calmaron y se la llevaron a un local de un tal Rubén, en el centro de la ciudad». Creen que ésta es la chica que ayer fue rescatada también en Concepción del Uruguay.
-¿No podían hablar con sus familiares, en Misiones?
-Sí, ellos hasta nos obligaban a hablar para que no sospecharan. Pero teníamos a uno siempre al lado para controlar lo que decíamos. Teníamos que fingir y contar que nos iba bien, sin revelar ni sugerir nada de ese calvario.
-¿Alguna vez intentaste romper con eso?
-Una vez vino un hombre que era policía. Me arrimé para hablarle, pero enseguida se acercó una de los dos mujeres que trabajaban ahí por su propia voluntad y colaboraban con el dueño. Entonces, me invadió el terror y no le dije nada.
Así estuvieron 24 días. Pero, para fortuna de las chicas, los delincuentes cometieron un error.
-¿Cómo pudieron salir?
-Un día, «Sengo» le dejó a Marcela un teléfono celular sin crédito. Pero ella pudo comprar una tarjeta y llamó a sus padres. Ellos, con el dato preciso, se conectaron con el intendente de Iguazú, Claudio Filippa, quien dio intervención a la Policía. Después, con dos policías de civil, los padres fueron a buscarla a Concepción. LLegaron el lunes y la pudieron rescatar.
-Y todo terminó…
-No fue tan fácil. Ese día yo fui a la casa sola. Cuando «Sengo» me preguntó por Marcela, dije que no sabía nada. Entonces se puso como loco y dijo que me iba a matar. Por suerte, al otro día también me rescataron a mí y pude recuperar a mi hijo.
-¿Ya estás más tranquila?
-Más o menos. Yo sé que hay algunos de la banda que andan sueltos y desconfío de cualquier desconocido que veo cerca. Esto me marcó muy fuerte y por eso hasta me da miedo atender el teléfono.