Regreso a la normalidad

Por Fosforito

Escucho el ruido de la ciudad. Casi igual a como era antes de todo lo que vino después. Pero no es sólo el sonido del trepidar de pasos, las bocinas y los motores, volvieron las miserias del bolsillo y del alma, la ira, el desahogo, el desencanto y algunos desenfrenos. Volvieron las intimaciones y los impuestos. Volvieron también las alegrías y los reencuentros.

Volvieron las voces que piden bala para todos y corta la bocha. Los pistoleros de Play Station y los de en serio.

Dicen las noticias que parte de Europa y África hierve de virus, pero “por suerte el mundo queda muy lejos, Fosforito” como me decía un amigo cada vez que llegaban los reportes sobre matanzas y desastres naturales.

Volvió la poca memoria y la queja permanente. Volvieron los que plantan la bandera de su libertad individual aunque todo se desmorone.

 «De esta saldremos mejores»… Quizás de verdad lo pensábamos., Tal vez por una necesidad de aferrarnos a lo positivo y a un futuro mejor cuando nuestra fragilidad de criaturas pequeñitas quedó expuesta.

La esperanza, los buenos augurios, las promesas, el Cielo.  

Crisis era oportunidad y de una peste se salía mejores o peores… y apostaban por la primera.

El mundo frenético se detuvo de golpe y el frenazo hizo que con el envión salieran despedidas millones de personas. Así y todo, a algunos ingenuos nos pareció un tiempo para poder elegir entre lo que cuenta de verdad y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es.

Qué tonto fui.

Me faltó ir cantando por las calles “Imagine” de Lennon. O alguna trillada canción de princesa heroína de Disney. Cuántas columnas escribí en ese tono empalagoso. Me hice una película que terminaba con aplausos.

Salimos con ganas después de meses de confinamiento pero también salimos cansados, enfadados y tristes. Cientos que murieron dejando un espacio vacío. Tantos a los que ni siquiera se les pudo decir adiós. Una herida que familias y amigos todavía lloran.

Y muchos quedaron tirados en la lona y todavía no pueden levantarse.

De los tantos escenarios posibles para después de la pandemia (algún tipo de apocalipsis o el nacimiento de un Nuevo Orden Mundial, por ejemplo), me queda ese de que todo sigue igual aunque se manifieste en forma diferente.

Ya fue. Ya pasó. Todos intentando tener una vida “normal” que se parezca a la anterior.

Para mal los tiburones engordaron y nunca están satisfechos. En el mundo manda gente que no la elige nadie, que acumularon riqueza en proporciones indecentes a la par de empobrecimientos masivos e inequidades de todo tipo.

La bondad distributiva del Dios Mercado volvió a brillar por su ausencia como en cada crisis y al estado es a donde se dirigen todos los reclamos, tanto para que se abstenga de intervenir como para que acuda en auxilio de todo el mundo y se haga cargo de brindar soluciones de todo tipo.

El mismo Estado al que muchos de los que hoy le demandan lo desprecian y combaten, algunos para beneficiarse y otros por estar amaestrados en la ideología de Mercado aunque éste les proporcione más males que favores.

Con o sin pandemia, es el capitalismo, baby. Andate a vivir a Cuba sino.

 Volvieron los brutos y los brutales también.

¿Qué sigue?

No sé, yo regreso a la normalidad y no los veo hasta el año que viene… Si es que este corazón sangrante se banca volver a la actuación.

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