Razones de la sinrazón…Un artículo de opinión de un radical que se pasó a la Concertación

Todas las organizaciones políticas mencionan al “hombre” como principio y fin de su existencia.
Algunas lo hacen desde una concepción economicista, donde prevalecen los más adinerados; otras desde un punto de vista mas humanizado, donde prevalecen los trabajadores.
Así, tenemos la dictadura del proletariado; la causa de los desposeídos, y, más recientemente, la justicia social. Todas estas versiones políticas enfocan la problemática social desde distintos ángulos y/o posiciones. Ideológicamente se identifican en ese punto: la defensa del hombre.
Pero el hombre no puede ser tomado individualmente. El hombre es un concepto concreto, pero genérico. Así debe ser porque los derechos son, y deben ser, universales. Todos tenemos que gozar de los derechos existentes. Debe asegurarse a cada hombre el goce de sus derechos. Así lo consagra nuestra Constitución Nacional y la gran mayoría de las Constituciones en el mundo. También debemos participar, con el mismo ánimo, de las obligaciones que emanan de la Ley por el cumplimiento del párrafo anterior. Desgraciadamente los gobiernos, en actitudes demagógicas, minimizan las obligaciones y agigantan los derechos.
Desde su fundación los distintos partidos políticos en la Argentina, definieron su rol al respecto: así la Unión Cívica Radical se identificó con la defensa de los más humildes. Se llamó a sí misma “La Causa”, aludiendo a la causa de los desposeídos contra el régimen político existente que privilegiaba al capital y permitía la explotación de los obreros y trabajadores, desconociendo sus derechos; y no solamente sus derechos como trabajadores, también sus derechos humanos, como ser derecho a una vivienda digna, a capacitar a sus hijos, a ser ciudadanos de primera, con salud, educación, seguridad, etc.
Es decir que, desde sus orígenes, la UCR debe ser considerada como una institución antropomórfica, porque hace del hombre su centro. Todo debe ser pensado y concebido para dar satisfacción y contención al hombre según sus necesidades. Nace, posteriormente, un nuevo concepto que, basado en éste postulado, agiganta la imagen de respeto que el Radicalismo irradia: “Los pueblos deben ser sagrados para los pueblos, como los hombres son sagrados para los hombres…” proclama el Canciller Argentino, durante el Gobierno de Hipólito Yrigoyen, al abandonar la Asamblea donde se debatía la creación de la Liga de las Naciones, y donde no se garantizaba este principio a los pueblos del mundo en el Acta de Fundación. Así le fue al mundo por desconocerlo.
Durante muchos años la identificación del Partido con la defensa de estos principios fue absoluta. Se llegó a mencionar a la UCR como “la reserva moral de la patria”; o como “una ética antes que una ideología”. Muchos de nosotros, los hoy más mayores tal vez, nos acercamos a este viejo bastión atraídos por estos valores. Queríamos participar desde un plano ético y sano en la solución de los problemas del pueblo Argentino. Nos oponíamos, nos oponemos, a la demagogia madre de la corrupción. Pero no alcanzó con nuestro esfuerzo, la vieja y gloriosa UCR sucumbió ante el contagio que la alcanzó. Nuestros dirigentes fueron, por un lado, incapaces de defender los principios por los que otros dieron la vida; otros, casi mayoritariamente en un momento, se sumaron a la ola corrupta y se mimetizaron con otras ideologías; adquiriendo practicas políticas que el radicalismo siempre rechazo firmemente; muchos debimos, con amargura y dolor, dar un paso al costado observando como la suma de todas estas cosas ponía de rodillas al centenario partido que siempre había encabezado la lucha nacional y popular, haciéndolo claudicar en sus banderas y postulados. Derramando su esencia y vaciándolo de contenido y fundamento.
El concepto genérico que mencionamos al principio sobre el hombre, dejó lugar al concepto personalizado, que dejó la defensa común para defender intereses personales, individuales y grupales, que desvirtuaron y distorsionaron toda la ideología radical, sumiendo al radicalismo en la peor etapa de su historia dentro de la historia argentina: ya muy pocos creen que pueda alcanzarse una solución radical a los problemas argentinos desde la UCR…

Leandro Alem, en su testamento político, deja un legado a los jóvenes radicales que, hoy, aparece casi como una utopía: “…la causa queda inconclusa, hay que consumarla, deben consumarla…”
Algunos no pudimos, y la historia nos juzgará, pero ¿Habrá más jóvenes radicales?…

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