La directora del Museo, Dora Blanche, explicó que la Dirección de Cultura envió “a un especialista en techos para que subsanara un problema de ingreso de agua que era permanente y que estaba perjudicando el resto de las salas hacia abajo”. El techista se llama Hugo Solari, quien estaba colocando la membrana cuando tomó fuego parte de la misma y el marco de madera de una ventana de la azotea.
Según cuentan algunos empleados del Palacio, rápidamente llevaron el matafuegos hasta el lugar donde había tomado fuego y empezaron a extinguirlo. En esa tarea estaba Solari cuando se sintió mareado por el humo y fue manoteado de la ropa cuando se caía al vacío, porque las barandas del balcón donde estaban trabajando es muy baja.
El sargento Juan Medina, a cargo de la unidad de Bomberos Voluntarios que llegó hasta el Palacio, señaló que “tomó fuego parte del cielorraso y gracias a Dios fue controlado de forma inmediata y no se propagó”. El bombero explicó que todo se originó porque la “membrana va colocada a temperatura con soplete y eso hizo que la temperatura se eleve y agarre fuego parte de la madera”.
La extinción del fuego podría haber sido mucho más rápida si las mangueras contra incendios colocadas en los gabinetes de emergencia en cada uno de los piso hubiese tenido presión de agua. La manguera del último piso estaba toda desenrollada pero sin signos de haber sido usada. “Es que el tanque de agua está vacío porque está roto. Además, es muy pesado; es de cemento y pesa como 5.000 o 10.000 kilos”, dijo un empleado del museo. En consecuencia, sería una carga más para la estructura del edificio castigada por la falta de mantenimiento.
Si no se hubiese extinguido rápidamente, los daños pudieron haber sido mucho mayores. “Todo ese lugar es madera de pinotea con más de 100 años de estacionamiento y por esa cuestión, con más razón toma fuego rápidamente”, señaló la directora del museo. En realidad, la azotea está compuesta por muchas habitaciones cuyo pisos y cielorrasos están hechas de madera muy antigua. “Los daños son mínimos porque ni bien tomó fuego llegaron los bomberos y lo apagaron de inmediato. La verdad es que estoy muy agradecida”, dijo Blanche.
El Palacio Arruabarrena es el mudo testigo de la situación. Un edificio que forma parte del patrimonio histórico de la ciudad sufre las consecuencias de la falta de mantenimiento. A las manchas de humedad en techos y paredes, el balde en una de las entradas que contenía el agua de una gotera, las maderas levantadas del piso de las habitaciones superiores clausuradas, se le suma un agujero en la pared cercana a la ventana donde comenzó el fuego.