La brecha económica existente entre los precios de un mismo producto es importante. Por ejemplo, una gaseosa Sprite no retornable de $ 2,25 lts. cuesta aproximadamente $ 12 en la mayoría de los negocios consultados pero en el supermercado local ubicado en la esquina de Buenos Aires y P. del Castillo “Ezcaleta” llega a valer $ 16, un 33 % más caro.
En ciertos productos, la diferencia es reducida. Por ejemplo, un frasco de café La Virginia de 100 grs, le puede costar a un consumidor desde $ 15,80 en el hipermercado a, como máximo, $ 17,30 en el Modelo, un 10 % más caro.
También hay diferencias notables entre productos similares pero de diferentes marcas. Si bien la comparación no es equivalente, hay ciertas etiquetas que no se encuentran en todas las bocas de expendio. Por ejemplo, el aceite de maíz más barato de 900 cc vale $ 5 en el Vea, $ 7,14 en el Modelo (marca “Cada Día”) y la misma marca a $ 7,50 en el Ezcaleta, $ 9 en el super chino (marca “Cañuelas”) lo que equivale a más de 100 % de recargo respecto del más barato y $ 12,50 en el Día % (marca “OPI”): un 150 % más caro.
Otra muestra de la diferencia entre productos análogos pero fabricados por distintas firmas es la harina de trigo, insumo indispensable para amasar pizzas, pan, tortas, etc. Debido a la alta demanda, y la escasez que a veces se registra en góndola, los consumidores terminan comprando la que encuentran. Un paquete de 1 kg. “Blancaflor” se puede encontrar, como barato, a $ 5,65 en el Vea o a 7,65 en el hipermercado o en los Día %. Luego comienza a trepar ($ 9,97 en el Modelo marca Sagemüller) hasta llegar a los $ 12 que cuesta en el super chino o en Ezcaleta. La brecha ronda un 140 % aproximadamente.
Un producto esencial en el hogar es la leche entera, sobretodo para familias con muchos chicos. No es lo mismo comprar un litro de “La Serenisima” en el hipermercado donde vale $ 6,65 a adquirirlo en los super locales a $ 8,74 o $ 10,20. Por lo tanto, un consumidor corre el riesgo de pagar un 54 % de más.
Otros artículos pertenecientes a la canasta básica no menos demandados son el azúcar o las galletitas saladas. En el primer caso, ronda entre los $ 6 (Santa Celia) en el Carrefour y $ 8 en un super local: un 33 % de diferencia. En el segundo caso, un envase de tres paquetes de 100 grs. de Criollitas vale, como mínimo, $ 8 en el Carrefour y, como máximo, $ 9,65 en el Vea: 20 % de diferencia.
¿Por qué hay tanta disparidad de precios? En ese sentido, el vicepresidente del Concejo, Mariano Giampaolo, sostuvo que hay aumentos que “de ningún modo se justifican de acuerdo a los costos que tiene el producto”.
Además, según la responsable de Defensa del Consumidor a nivel nacional, Pimpi Colombo, existen muchas razones. Una de las más, sino la más importante, son los abusos que se cometen al interior de las cadenas de comercialización. “Ya sea en los mayoristas como también en algunos minoristas que, observando que un producto tiene mucha demanda, tocan sus precios mediante distintos artilugios”, sostuvo.
Colombo, en una visita reciente a Concordia según recordó Giampaolo, dijo que se debe comprar de manera responsable. Eso significa mantener una actitud atenta respecto de los abusos, de la falta de indicación, con las falsas ofertas que en letras grandes ofrecen un gran descuento y en letra chica una rebaja menor. “Y en los casos que corresponda, instamos a la población que se acerque a la oficina de Defensa del Consumidor o a cualquiera de las oficinas de los concejales que la denuncia se toma de manera muy sencilla y automáticamente nos habilita a tomar sanciones contra quienes cometen algún tipo de abuso”, indicó.
El precio: una incógnita
En varios locales recorridos, tanto de cadenas multinacionales como el Modelo, se constató la ausencia de carteles identificadores de precios en los productos más económicos y con mayor demanda.
Justamente, uno de los “artilugios” que se cometen -ante la ausencia de inspectores de Defensa del Consumidor municipal o, en el mejor de los casos, de consumidores que notifiquen a la repartición- es la falta de rótulos con los precios en las góndolas. Una variante más compleja es la carencia de un indicador de lo que cuesta el kilo o el litro del producto. “De esa manera el usuario puede hacer una real comparación entre un producto y otro porque a veces un producto más barato lo es engañosamente. Su envase es más chico”, indicó el edil.
Un proyecto que procura erradicar esa práctica comercial fue presentado en el Concejo Deliberante tiempo atrás. La iniciativa establece la instalación de lectores de barras en los autoservicios y supermercados medianos y grandes. Además del precio individual y el referencial por kilo o litro.
El proyecto espera el visto bueno del Ejecutivo. “Estamos a la espera que nos responda el informe que hemos solicitado para conocer la opinión de los organismos técnicos que son los organismos que a la postre tienen que controlar la existencia de los lectores”, dijo Giampaolo.