Por Fosforito
Siempre pensé que así se llamaría mi banda de punk: “Pozo Ciego”. Oscuridad, profundidad y mierda, ¿qué mejor nombre para una música antisistema que proclama que “No hay futuro”?…
Cuando yo era niño mis abuelos me llevaban a la zona rural donde habían nacido y estaban todavía los parientes, muchos tíos abuelos y primos recontra lejanos, entre Caseros y Herrera, en el departamento de Concepción del Uruguay.
Recuerdo las arañas grandes, peludas y espeluznantes que andaban por el jardín alrededor de las dos casas, una de ladrillos y otra de adobe, los galpones con pollos alborotados, los paseos al trote y los trechos a galope vertiginoso sobre aquel pingo blanco, que se veía ágil y fuerte como el caballo de un prócer. El chancho que gritaba a lo chancho cuando el abuelo le asestaba el cuchillo en la garganta o el tío torciéndole el cuello a la gallina degollada que comeríamos a las pocas horas.
Y también recuerdo cuando me gritaban, mientras perseguía a los perros, que tenga cuidado con el pozo ciego. Ya saben: era lo mismo que me dijeran que si iba para ese lado vería un dinosaurio… Así que desobedecía ni bien podía y me acercaba a mirarlo como quien contempla un abismo, sin llegar a ver con claridad el fondo del mismo, pero entendiendo que por el olor fétido que emanaba de ahí, no debía ser muy agradable caerse dentro.
Aunque por las noches se podían ver decenas de luciérnagas bailando a su alrededor. Como un cielo estrellado al ras de la tierra.
Como no puedo dar las cosas por sentado, el pozo ciego era un agujero redondo en la tierra, con paredes de ladrillos, donde iban a parar las “aguas negras” de quienes vivían en el lugar y, por supuesto, las de las visitas también. Era lo que se hacía en lugares sin alcantarillas o cuando todavía no existían las fosas sépticas impermeables que no dejan que el líquido contaminado se filtre hacia las napas de agua del subsuelo.
…
Creo que caí en el pozo ciego casi sin darme cuenta, sin siquiera notar el tropiezo…
No es la esperanzadora metáfora del túnel que promete la luz al final del recorrido… Este es un pozo pestilente que hay que trepar, de paredes resbalosas y un suelo que te entierra de a poco.
El pozo ciego es el mundo alrededor. Este mundo todo, entero, atravesado por la peste, los apestados y los apestosos.
Ladrillos cubiertos de los musgos del egoísmo, de gente que ve la oportunidad y la ganancia en la desgracia ajena, de una desigualdad explícita e inmoral.
Un pozo ciego de ladrillos como pantallas que te envuelven en una pared cilíndrica. Ladrillos como pantallas una al lado de otra, y todas alrededor de abajo hacia arriba. En donde se puede ver a países ricos acaparar miserablemente vacunas para dejarlas vencer. Mientras en otra parte del mundo, en otra pantalla ladrillo, todavía hay motivos para tirar bombas sobre las ruinas de las ruinas donde todavía habitan familias.
Ladrillos como pantallas que dejan ver que, aún ante la amenaza global, los pocos se resisten a que los muchos vuelvan a creer que se puede vivir mejor y comer algo más que tierra.
Donde las gentes desafían la muerte en nombre de la libertad, pero también a la vida en nombre de la supervivencia.
Ladrillos como pantallas donde verdugos juegan de víctimas, fugados y fugadores hablan sin que se les caiga la cara de vergüenza y la justicia se lava las manos o se tuerce según para el lado de quien.
Un pozo tubular con bocinazos que rebotan, imágenes de niños y niñas gritando y agitando banderas con medio cuerpo saliendo por las ventanillas de los autos, en una confrontación donde se confunden los progresistas pidiendo control y autoridad -y palo de ser necesario- y neofascistas gritando libertad. Donde muchos opinan sin saber o, peor aún, a sabiendas del derrumbe que sus alaridos podrían provocar.
Ladrillos como pantallas con rostros que piden socorro, que piden que no los maten al no permitirles trabajar. Debatiendo si mejor la peste a fundirse.
Ladrillos pantallas con caras espantadas que ruegan por una cama en un hospital y caras para espantarse que proponen hacer “una clandestina en Plaza de Mayo y que se pudra todo.”
Mientras tanto, los brazos de los poderosos se extienden como plantas trepadoras, intentando ocuparlo todo; y señores de corbata y tono grave, que teniendo el dinero asegurado a fin de mes, hablan de responsabilidad y paciencia a los desesperados y atemorizados…
En el pozo ciego proliferan los bichos bolitas y otras sabandijas que se alimentan de todo este barro carquiento.
Ah, pero las luciérnagas son maravillosas, titilando sus luces en la superficie, destellando entre las tinieblas. Hacen que uno pueda mirar con otros ojos la existencia. Tan simple, tan frágil, tan fugaz.