El principal interés de impulsar el fracaso del nuevo diálogo es la de profundizar sus acciones injerencistas contra Venezuela, con el objetivo de provocar la renuncia del presidente Nicolás Maduro para apropiarse de los recursos naturales, minerales y energéticos del país.
Como en los diálogos de República Dominicana entre diciembre de 2017 y enero de 2018, EE.UU. presiona a la oposición para que no suscriba un pre acuerdo o compromisos que lleven a la estabilidad de Venezuela.
En aquella oportunidad la representación del Gobierno venezolano denunció que las conversaciones fueron implosionando por la acción y órdenes del hoy exsecretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson que buscaba agudizar y prolongar el desarrollo de una crisis en Venezuela.
Washington ha mostrado su interés en el agotamiento de este espacio de mediación, nuevamente, para engrosar su argumentario de injerencia en la política venezolana.
Desde el inicio de las reuniones preparatorias en Oslo, Noruega en el pasado mes de mayo Washington ha tenido una vocería que afirma con insistencia que el objeto del diálogo debe ser la renuncia del presidente Nicolás Maduro.
En este sentido el canciller venezolano, Jorge Arreaza, denunció que el Gobierno de Estados Unidos busco "destruir" las rondas de negociaciones que mantenia una delegación del Gobierno y oposición de Venezuela en Barbados.
El embajador de Venezuela ante la Organizaciones de las Naciones Unidas, Samuel Moncada, alertó que el Gobierno del presidente Donald Trump, estaba tramando una conspiración para el empleo de la fuerza contra el país latinoamericano.
La intención es que el hipotético nuevo gobierno lleve adelante leyes y reformas a conveniencia de los intereses de EE.UU.