El fenómeno se popularizó en nuestro país cuando irrumpió trágicamente el 28 de septiembre de 2004, en el Instituto «Islas Malvinas» de Carmen de Patagones, donde un alumno, que adujo sufrir bullyng, de 15 años, disparó con una pistola (perteneciente a su padre) contra sus compañeros de aula, provocando la muerte de tres e hiriendo a otros cinco. Este caso demostró la complejidad de la violencia escolar, atravesada por múltiples dimensiones causales. Sobre todo ese episodio en Carmen de Patagones, emergente de una sociedad carcomida por la desigualdad, la desocupación y la miseria, los robos y delitos callejeros, que se encerraba y armaba contra la «inseguridad», condiciones que fue rompiendo poco a poco la trama comunitaria y construyendo una visión persecutoria del «otro» al que percibía como una potencial «amenaza».
Estos datos demostraban que era injusto y equivocado reducir el fenómeno a los adolescentes «violentos» y sus víctimas en el ámbito escolar. Indubitablemente se trataba de un reflejo de cómo se organizaba la convivencia social y el lugar que el «otro» adquiría en la misma.
La mitad de la población decía estar armada para defenderse de los delitos, y efectivamente el arma utilizada por el joven pertenecía a su padre quien a su vez lo maltrataba. Una sociedad que naturaliza el Darwinismo en la «lucha por la vida», que promueve la competencia en la que sobrevive el más fuerte y perece el más débil, una comunidad tramada por la violencia que se estructura, como decía Fannon, de forma piramidal, donde el más fuerte somete al más débil, el patrón al empleado, éste a la mujer, quien descarga las tensiones maltratando a sus hijos, el mayor al más pequeño y éste a su compañero de clase, se expresa lógicamente en las microviolencias institucionales como el Bullyng.
Muchos de estos niños reproducen con sus compañeros, de modo activo, la violencia sufrida pasivamente en sus hogares. Sin embargo, aun hoy en ciertos discursos se le quita importancia a esta forma de violencia: «es cosa de chicos», «hay que dejar que se arreglen entre ellos», «templa el carácter y se hacen hombrecitos», «no hay que meterse y enseñarles a defenderse devolviendo la violencia» son algunas de las representaciones sociales que se escucha repetir a padres y algunos docentes minimizando la gravedad del problema. No perciben que el maltrato escolar, las burlas, las agresiones, las humillaciones, el «tomar de punto» constituye una «encerrona trágica» para el que lo sufre. Que deja huellas psíquicas y traumáticas determinando de modo indeleble su desarrollo emocional. La «encerrona trágica», en términos de Ulloa, forma parte de los dispositivos socio culturales de la crueldad, una relación dual de tortura en el que la víctima no puede apelar al «tercero de la ley», en una situación de absoluta indefensión.
Los chiques que sufren el acoso suelen padecerlo en silencio para evitar represalias o ser considerados «delatores». Comienzan a deprimirse y a primar en su ánimo «lo mortecino», a aducir dolores de panza o cabeza para justificar sus intenciones de no ir a la escuela. Se siente inerme frente a sus victimarios, por eso encerrado, sin salida. El «tercero de la ley», aquel que debiera intervenir para abordar, siempre desde un sentido pedagógico, estas situaciones de violencia, es la escuela, que no pocas veces y por múltiples razones, mira hacia otro lado. Como sea, estas tensiones a veces se tornan insoportables y estallan como violencia hacia afuera (agresiones), o hacia adentro, como depresión y conductas autodestructivas. Lo llamativo es que estas secuelas son padecidas también por los «victimarios». Las complicaciones y dificultades de ésta escena, que tiende a simplificarse, advierten de precaverse de adoptar teorías «criminalizantes» o «patologizantes», de donde se deduzca que hay «violentos» y sus «víctimas», «trastornos antisociales» y «deprimidos con baja autoestima», pues la escena del bullyng suele estar habitada por niñez atrapados por una lógica de vínculos violentados, que traducen una relación con los otros y con las diferencias. Ejemplo de estas complejidades lo constituye el hecho de que el «agresor» necesite de una» tribuna», de otros que miren, aplaudan, festejen. Sin público no hay bullyng, condición que supone en el perpetrador una búsqueda de reconocimiento, de construcción fallida de una identidad: el «canchero», el» líder», el «fuerte dominante» etc.
Este dato es coherente con que estos episodios de violencia se dan en proporción mayor en el final de la primaria y el ciclo básico de la secundaria, es decir entre los 12 y los 15 años, tendiendo a disminuir notoriamente en los ciclos superiores. Es en esa etapa en el que la búsqueda de una identidad, de una representación de sí mismo que responda a la pregunta ¿quién soy? es más imperiosa, álgida y urgente.
Estos datos no son irrelevantes tal como lo plantea Ana Campelo, pues el modo en el que entendamos al bullyng prefigura nuestras respuestas. En este caso la escuela debería generar estrategias basadas en la comprensión de lo que le sucede a los niñez (por ejemplo crear condiciones para que puedan habitar otras representaciones, valiosas de «sí mismos», en los que sean reconocidos) y no en el castigo y la expulsión como lo postula el discurso criminológico. Como sea, toda la comunidad educativa, trabajadores de la escuela, padres y chicos, debemos comprometernos en la detección y erradicación del bullyng, comprendiendo sus complejas raíces. Toda la comunidad educativa debe aportar a la construcción de relaciones de convivencia basadas en la inclusión, la integración del «otro», de comunidad, es decir de cimentar y edificar políticas de amistad.
POLITICAS DE AMISTAD Y BULLYNG
Así como el bullyng es un efecto de la construcción del «otro» como enemigo a partir de las «diferencias», del «ser y la identidad» a partir de la exclusión del «distinto» que se margina y discrimina, se propone erigir vínculos inclusivos, lazos sociales que alojen la diversidad y pluralidad humana a partir de relaciones de amistad.
El bullyng es una forma destructiva de tratar la diferencia, que deriva en el odio a lo «no semejante» desde un discurso normalizador. Un discurso que tiende a desunir y romper las tramas relacionales de los seres humanos. Lo diverso se entiende como amenaza. El discurso normalizador señala como objeto insoportable a quienes se «desvían» de sus exigencias de hacer masa, de hacer «uno», a partir de la exclusión del distinto, principio de todos los fascismos. los más» bajitos», o más «gordos», los menos «vivaces», los más «oscuros», los más «pobres», los que «no ven» o ven menos, los que no «escuchan», los que portan alguna particularidad que los aparta como una diferencia de la «normalidad impuesta», pueden ser objeto de bullyng y de maltrato. Este esquema refleja una política del «Poder» que ha logrado convertir en la sociedad, lo diferente en insoportable e inconvivible. En la intolerancia en guía de todas las relaciones. No otra cosa expresa la imposibilidad de hablar de «política o religión» con amigos o familiares, sino a riesgo de arruinar un asado dominguero. Es la misma lógica de la intolerancia traducida en odio que preside las relaciones de bullyng.
Para combatir la violencia es importante promover, construir, proponer, estimular políticas de amistad, entendidas como lo decía Aristóteteles como una virtud, como la disposición humana a querer el bien del otro por sí mismo, para reemplazar las relaciones de maltrato por vínculos amorosos, basados en el respeto, la empatía, la solidaridad. Contribuir a componer, como lo propone Silvia Bleichmar (2), «sujetos éticos» que tramen sus relaciones intersubjetivas bajo el imperativo categórico Kantiano que exige «tratar al Otro como quisieras que te traten, como un fin en sí mismo y no como un medio».
Concebir a los seres humanos como amigos en los hermosos términos en que lo hace Aristóteles (3) cuando postula que un amigo es «otro yo», que puede entenderse también como «yo en el otro». Pero que la amistad con el «Otro» sea entendida a partir de su consideración como semejante (humano) con su diversidad. Construir lazos de amor, inclusivos de lo diferente. Construir y alojar lo distinto como la singularidad del semejante. Incluir su diferencia como singularidad y no como amenaza y enemistad. Y a su singularidad, a su diversidad, como lo más rico y maravilloso de su otredad, como aquella «rareza» que lo hace único e irrepetible.
PENSAR Y DEBATIR PARA NO REPETIR
Una aventura de ese tipo, de cuestionar el bullyng y construir políticas de amistad intentaremos con «Lazos en red», la red de voluntarios para la prevención del suicidio», ya que se consideramos al Bullyng como un factor de riesgo de las conductas autodestructivas. Una de las estrategias para conseguirlo, será sumar, a las charlas donde denunciamos estas malogradas formas de vinculación y convivencia, es convocar la participación social en el debate e intercambio, usando el cine como disparador. Un ciclo de Cine/debate organizado en conjunto con la biblioteca «Julio Serebrinsky» de la Cooperativa Eléctrica de Concordia que comenzará este jueves 23 de junio a las 19:30hs. en su sala de lectura, en Urquiza 721.
El primer film será» Wonder». Tambien estamos pensando abordarlo a través del arte, con unos «bichos» tan «raros» como humanos que apostarán a sumarse a la promoción de estas políticas de la amistad. Pero eso se lo contaremos a su debido tiempo.
(*)Psicólogo MP243
(1) Ana Campelo «Bullyng y criminalización de la infancia»
(2) Silvia Bleichmar «Violencia social violencia escolar»
(3) Aristóteles «Etica a Nicómano.