“Este tema ha explotado como un polvorín”, define un empleado de la Casa de la Cultura de Gualeguaychú quién aceptó hablar con DIARIOJUNIO -“off de record”- ante la ausencia del titular del área, Javier Villanueva.
La denuncia anónima que recorrió el país es harta conocida, pero no viene a mal recordarla: un grupo de estudiantes secundarios de Gualeguaychú que participaban de la fiesta de “La Gran Fogata de San Juan” que se realiza allí todos los años se habrían ensañado, en pleno festejos, con un perro –perrita se supo después- al que torturaron a patadas, le ataron las patitas con alambre y lo siguieron golpeando hasta dejarlo inconciente. Luego, uno de esos chicos, habría sacado un hierro candente de un tacho (en cuyo interior se realizaba la cocción de pegamento) y lo introdujo en el ano del animal. El espeluznante rumor – porque al fin y al cabo se trata de eso, un rumor- data que al final habrían arrojado el animal -aún vivo y atado- al fuego, donde murió calcinado en cuestión de minutos.
Ahora, las versiones oficiales que dio el Director de Cultura, Javier Villanueva, dan cuenta que – aquí en palabras de la única persona que se animó a dar una versión más o menos concreta a este medio-: “Lo que sí sabemos es que el perro fue encontrado por empleados municipales en una carpa grande, tipo circo, que se usa para eventos folclóricos y de otro tipo. El perro habría sido atropellado por un auto -calculan los compañeros porque le salía sangre del hocico cuando lo encontraron- y se refugió en ese lugar. Los empleados lo sacaron cuando estaba agonizando y dejaron bajo un árbol. La perrita murió al rato. Eso pasó a la mañana o la tarde. A la noche ocurrió esto de que la quemaron.”
El trabajador de la Casa de la Cultura explicó también que en “La Fogata” había alrededor de 200 estudiantes. “Nosotros, antes de prendernos en todo esto que se armó, hablamos con los chicos. Todos los días estamos llamando a alguno de los cursos que estuvieron presentes, y a los padres, para que nos digan qué pasó. Hasta ahora no hemos encontrado a un solo chico o adulto que hayan estado presentes y que digan que fueron testigos de todo lo que se dice.”
Por su parte, Raquel Attonaty, vice presidenta de la Asociación Protectora de Animales de Gualeguaychú, dijo que ellos no saben qué pasó con exactitud: “porque ahora hay muchas desmentidas. Hoy (por el viernes) salieron desde la Casa de la Cultura, que son los que organizan La Fogata, a desmentir. Dicen que al animal lo sacaron de una carpa, que ya estaba muerto y lo dejaron junto a un árbol. Parece que al perro lo pisó un auto. Estaba sangrando y se metió en una carpa. Ahí habría muerto. Alguien lo sacó de esa carpa y lo dejó junto a un árbol. Según los organizadores, en La Fogata habrían quemado el cuerpo del perro pero que ya estaba muerto. Pero después hay versiones que se contradicen, que el perro no estaría muerto sino agonizando. Vivo o muerto de todas formas está mal. Nosotros hicimos la denuncia en la policía, pero nos dijeron que ese lugar es jurisdicción de Prefectura. En Prefectura nos dicen que ahí no había ninguna denuncia, que a ellos no les constaba que eso hubiera pasado, que ellos estaban en frente y no vieron nada.”
Attonaty coincide en que “hasta ahora no hay un solo testigo. Sólo una señora sacó unas fotos con una cámara digital en la que se ve al perro en el fuego, pero esa señora no da la cara tampoco, no se sabe quién es. Sólo apareció la foto en el canal de televisión.”
Nadie parece saber nada al respecto, pero la versión que circuló por Internet dando cuenta del episodio se convirtió en una enorme bola de rumores y versiones que parece no detenerse. Las últimas personas consultadas por este medio -que se desempeñan roles secundarios tanto en las fuerzas de seguridad involucradas y en el municipio, hablan de que los chicos señalados no pertenecerían a la escuela a las que se decía que concurrían e incluso uno de ellos ni siquiera se habría encontrado en la ciudad ese día. Tampoco nadie sabe que pasó con los restos del animal que podría certificar o echar por tierra la espeluznante versión.
Pero lo más intrincado del caso es qué podría ocurrir de ser ciertas las versiones. Nadie sabe a ciencia cierta que tipo de medidas se tomarían, ni si correspondería a la justicia ordinaria o a las autoridades municipales o escolares tomar cartas en el asunto ya que se estaría hablando de menores de edad… y en estos casos, el remedio puede ser peor que la enfermedad (entiéndase remedio por sanción, expulsión, rehabilitación, etc, etc)
Pero, de suceder lo contrario, de no poder comprobarse las acusaciones y de prevalecer las versiones oficiales tampoco será sencillo: Los nombres de los chicos que fueron involucrados ya circularon en la sociedad y el rumor -se sabe- es una chispa que se vuelve un fuego difícil de apagar y -aún extinto- dónde hubo fuego, cenizas –secuelas- quedan.
Alguien explicaba que la difamación es un camino sin retorno: “Escribí unos mil papelitos diciendo algo falaz sobre alguien. Algo que lo avergüence, que lastime su honor” – explicaba. “Tíralos en la calle y vuelve a juntarlos al otro día… Por supuesto que no lograrás recoger ni la mitad de esos papelitos inscriptos con la mentira o, siendo indulgentes, con el equívoco. La difamación funciona de una manera similar: una vez que la lanzaste, y por más esfuerzos que hagas en retractarte, siempre algo de ella va a quedar”.
Otra dificultad que no es menor sería la que le corresponde a la sociedad en su conjunto, más allá de si las versiones resultan ciertas o no, más allá de lo que se pueda hacer o no para calmar los ánimos de tantas personas ya indignadas y ya escandalizadas por algo que aún no se sabe si en verdad ocurrió: Si se cree que todo esto puede ser cierto es porque se supone que hay gente –en este caso, chicos- que es capaz de hacerlo. También se teme – cómo lo han manifestado algunos mails que llegaron a la redacción- que estas conductas reprobables podrían trasladarse a una esfera mayor, que a la larga podrían recaer en seres humanos, en los que llamamos “el prójimo”. Si como sociedad podemos creer en todo esto, deberíamos quizás –con permiso- preguntarnos cuáles son las virtudes que se le transmiten a las futuras generaciones: Si la famosa viveza en lugar de la franqueza y el amor por la verdad; si el cálculo mezquino en lugar de la generosidad; si la diversión liviana sobre la reflexión y el conocimiento; si el culto al éxito material sobre el deseo de ser o saber; si las relaciones interesadas, el beneficio mezquino, el “sálvese quién pueda” antepuestos a la solidaridad, el amor al prójimo y a la vida… y la lista sigue, porque como dicen por ahí: “¿Qué te pensás, que nacieron de un repollo?”.