Por Fosforito
Qué maravillosa y lluviosa mañana de sábado para ponerse a escribir… Y justo a uno se le antoja meterse en un quilombito escribiendo sobre el periodismo. Pero bueno, este lunes será el día en que se celebra este oficio o esta profesión.
Ser el mensajero no es moco de pavo.
Ante lo que (me) parece evidente podría decir que cada vez más personas se informan, consumen noticias de toda especie y en buena medida a través de las redes sociales; ya no sólo a través de los medios tradicionales (la tele, la radio y la prensa escrita).
INTERNET lo cambió todo. Hay noticias a todo momento, actualizaciones al instante, para todas las edades, para todos los gustos, para todas las clases sociales, grupos, tribus e individualismos en los que esta sociedad se fragmenta.
Deberíamos estar en el cenit de nuestra historia, sin embargo yo veo que estamos en peligro de extinción, a un paso de la irrelevancia y a la adaptación a una sociedad que nos necesita para poco…
Hoy informar significa llenar de datos al público, la mayoría de ellos irrelevantes, sin ponerlos en contexto y sin darle sentido, corriendo detrás de la inmediatez, utilizando títulos ganchos o engañosos que prometen mucho y dicen casi nada.
La sobreinformación es el nuevo oscurantismo 2.0, que se cocina tanto con noticias fundamentales batidas en la misma sopa de noticias irrelevantes, desopilantes, incomprobables y falaces. Y todo parece que vale lo mismo.
“El medio es el mensaje”, dijo el loco de Marshall McLuhan hace más de 50 años. Para él, un teórico de los medios masivos de comunicación, la forma en que adquirimos la información nos afecta más que la información en sí misma.
– No, estimado. Esa noticia es falsa
-Si lo dijeron en la tele debe ser cierto, Fosforito. ¿Usted de dónde saca que es falso?
– De la tele también mi estimado, de la tele. Pero ese tipo es impresentable. Está diciendo cualquiera, está meta mandar fruta.
-Usted de envidioso porque él está ahí y, además, tiene un millón de seguidores en redes sociales
Hoy estamos un paso más allá del visionario de Marshall: El receptor es el mensaje.
No importa lo que digas o cuánto te esfuerces por argumentar, la información oficial que recabes o los datos y estudios “serios” que puedas citar, si del otro lado escuchan y ven lo que quieren ver y escuchar.
La gente lee mucho, pero lee de todo un poco y de ese poco lo que le parece.
Las convicciones personales se pusieron por encima de lo que pueda decir un comunicador bien informado e intelectualmente honesto, o lo que puedan demostrar los datos duros de la realidad. También de lo que digan los medios o las diferentes fuentes de la información tradicional. Porque hay tanta oferta informativa que al final cada quien arma su noticiero como más le parece. Elige a quién seguir en las redes sociales y estas, a su vez, influyen en los patrones de comportamiento y manipulan las percepciones utilizando la información que obtienen vigilando online los hábitos y preferencias de sus usuarios alrededor del mundo, empalagándolos con más de lo mismo.
Hay tres sugerencias que inundan mis redes sociales invitándome a unirme y seguir: páginas de mujeres bonitas, videos de rock y personas que me pueden resultar inteligentes porque analizan la realidad como a mí me gusta. ¿Casualidad?
Y con la INTERNET cualquiera puede ser fuente de información y tener la oportunidad de que su opinión, su “para mí que…”, pueda ser transmitido a cantidades inestimables de personas. Los periodistas “de ley” poco a poco van siendo desplazados por la abundancia de comunicadores espontáneos, imprevistos, explosivos e indomables. Cualquiera, desde su celular, puede registrar acontecimientos como testigo, como reportero, como documentalista, como editorialista.
Cada cual cree lo que quiere creer y por la razón que sea. Puede optar por una verdad o inventarla, porque es de izquierda o porque es de derecha, por sentirse diferente o por sentirse parte de algún grupo, o porque se lo dice el cura o el pastor, o porque sólo está idiotizado.
Todo puede ser creíble y todo puede estar bajo sospecha.
– Mire estimado que esa noticia es falsa
– Pero cómo va a ser falsa si dice lo que yo pienso
Entonces no importa lo que digamos. Importa lo que cada receptor quiere consumir, lo que acepta como verdadero, lo que confirma su fe.
Es el público el que elige lo que quiere escuchar. Y nosotros, los periodistas, somos los platos de una carta de menús donde sobre gustos prevalecen los que confirman creencias… Lo que es un caldo de cultivo para la polarización.
Así estamos, convertidos en voceros de la confirmación de las convicciones, aún a pesar de muchos de nosotros.
No es fácil ser periodistas en tiempos donde la gente no sabe qué es verdad, qué es mentira y la razón se arrodilla ante la fe en esta Babel informativa a escala planetaria.
Y ya nadie tiene la exclusividad sobre la verdad, la moral y el deber ser…
No sé si da para espantarse o celebrarlo.