«En Colonia El Potrero no había campo que no se vendiera rápido. Hoy se ofrecen, pero no salen: los compradores no son tontos», señaló Juan Ferrari, quien explota un establecimiento agrícola-ganadero de 121 hectáreas.
«El impacto en los precios será acumulativo. Cada año, los campos valdrán menos. La chimenea hace su trabajo: al empezar a contaminar, toma un radio de influencia y los productos no encuentran mercado. Entonces, queda un único comprador, Botnia, y se viene el monocultivo», reflexionó Ferrari.
En tanto, Hugo Cortesi, quien vive a 15 kilómetros de la pastera y trabaja en ganadería y agricultura, expresó que en las ventas de campos cercanos se habla de 2000 a 3000 dólares la hectárea, pero el movimiento es producido por el arrendamiento que distorsiona los precios.
Ferrari y Cortesi dijeron que los precios de la tierra no variaron mucho en los últimos meses, aunque sí se estima alguna influencia de Botnia en la escasez de operaciones. «Una vez que empiece a funcionar, tenemos que buscar campo en otro lado, y la miel y las aromáticas no van a tener salida», indicó Cortesi.
Ferrari coincidió, al señalar: «Cuando la UE nos ponga la regla del compás, nosotros quedaremos dentro del círculo y seremos ciudadanos de cuarta; nadie nos va a comprar lo que producimos». Y agregó: «Con las caravanas para la hacienda que vienen ahora, van a decir: ‘Este campo está cerca de Botnia; de este campo no compramos’. No se compran comestibles a 150 km de una planta contaminante».
En el ambiente de las inmobiliarias, la percepción es distinta de la de los productores de Gualeguaychú. Los operadores no creen que el funcionamiento de Botnia vaya a alterar los buenos valores de la tierra en la zona.