Por Fosforito
Soy de River a pesar de la temporada en la B. De los barras quemando las tribunas del Monumental. De que nos digan “gallinas”. De los dirigentes que se asocian con empresarios golondrinas que se llevan su tajada y el club siempre está endeudado, con pérdidas y balances negativos. De los técnicos que participan del negocio en los pases de los jugadores. Más allá de los carteristas y los violentos en la popular, de los garcas y los infumables de la San Martín. Soy de River, aunque la falopa cope todas las tribunas, aunque el de la Belgrano alta me haga pis en la cabeza. Soy de River a pesar de que una vez se nombró socios honorarios a los dictadores Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Ramón Agosti. A pesar del patilludo con fama de mufa, al que le rogábamos que no fuera a la cancha, pero que casi fue presidente del país tres veces…
Porque las pasiones son así. Un amor sin peros. Una locura.
En eso se ha convertido la política, la realidad, la discusión de la cosa pública para el grueso de la sociedad: Un metejón irracional. Sordo, ciego, intolerante y confundido.
River- Boca, Peronismo-Antiperonismo
Solo escuchamos a nuestro corazón… enamorado o envenenado, da igual.
Se repite que el saber nos hace libres, pero en esta era de la sobreinformación y la inmediatez, de las noticias falsas y los intereses no confesados, nadie sabe realmente qué es verdad y qué es mentira. Y al Don Pirulero cada cual atiende su juego.
El gran público, y muchas veces también los avezados de la comunicación, ignoran el trasfondo de las cosas y no llegan hasta las fuentes de la información. La verdad se vuelve una cebolla que nunca terminamos de pelar, una margarita que no terminamos de deshojar. Nunca llegamos al carozo del asunto.
A veces, es creer o reventar. Otras, es creer en lo que uno quiere creer. Llega un momento en que abrazamos nuestras convicciones, nuestras pasiones, nuestros pareceres, nuestros prejuicios y nuestra ideología sobre ideologizada.
Degustamos una realidad elegida a la carta sobre un menú que diseñan otros.
La sobreinformación es la ignorancia del nuevo tiempo.
Se suponía que disponer de una mayor información nos iba a poner a salvo de la mentira, de la manipulación, de la servidumbre. Se suponía que íbamos a poder ampliar nuestra cosmovisión, nuestras opciones y posibilidades de acción.
Sin embargo, lejos de ayudarnos a comprender y decidir, en convertirnos en mejores ciudadanos capaces de desarrollar un espíritu crítico y pensar por nuestra propia cuenta, el flujo informativo incesante, cruzado, incoherente, contradictorio y -muchas veces- tendencioso y hasta malicioso, nos va convirtiendo en talibanes de nuestra verdad. En fanáticos religiosos dispuestos a inmolarse por su fe.
El sistema democrático, en el que los votantes dependen de la información para elegir a sus representantes, ha quedado sujeto a pasiones y no a razones. Ha quedado permeable a falsedades, operaciones, manipulaciones.
Cambridge Analítica, hackers rusos o norcoreanos, trolls, Think Tank de la publicidad y la conducta social, Periodismo de guerra desde monopolios mediáticos, pautas oficiales, opinantes ensobrados, influencers, paracaidistas, francotiradores y mentirosos a secas.
Las noticias se han convertido en un campo de batalla para captar consumidores, formar conciencias y crear sentido común.
– ¿Qué pasa Fosforito? ¿Otra vez anda contrariado?
– Es que tengo que vender esta nota, estimado
El problema no es cómo pensamos, el problema es cómo nos informamos.