Ese día, los policías confundieron el rodado con el auto de los delincuentes que habían asaltado el restaurante Rancho Grande ubicado en el Acceso Norte de Paraná. El Gol fue objeto de varios disparos de arma de fuego, de los cuales 16 quedaron estampados en sus chapas.
La jueza Marcela Badano ordenó que un número cercano a los 50 policías se desplegaran en todas las esquinas lidantes a Churruarín y Circunvalación y procedieran a cerrar los ingresos, evitando la llegada de curiosos y periodistas.
A lo lejos se vio cómo se colocaron dos móviles policiales del Comando Radioeléctrico, el Gol baleado y el Renault 18 perteneciente a la División Homicidios. Los abogados defensores optaron por recomendar a los policías a no presentarse. En el lugar sí estuvieron presentes cuatro de las seis víctimas quienes relataron a la magistrada y las partes cómo habrían sucedido los hechos.
La jueza no dejó detalles sin apuntar y esto determinó que los rodados fueran movidos en varias oportunidades sobre la cinta asfáltica, lindante a las obras viales que desde hace una década esperan terminación.
Entrada la noche el frío se hizo presente y el aspecto climático fue quebrado por el sonido agudo de las sirenas de los móviles policiales. Se entendió que Badano trataba de saber si las víctimas confirmaron si las patrullas de la Policía estaban encendidas y a qué distancia se podría escuchar el ulular.
El director de Operaciones, José Luis Schmunk, fue la máxima autoridad policial presente de modo de prestar la colaboración necesaria al procedimiento ordenado por la jueza.
La causa que determinó varios dolores de cabeza para la cúpula policial, demostró que tanto el jefe, Roberto Massuh, como el subjefe, Juan Rosatelli, hayan ordenado precisas instrucciones para que el tema no quede sin aclarar, y que en caso de verse involucrado –además de los nueve imputados– algún personal jerarquizado más, deberá tener que responder a la Justicia sin ningún tipo de atenuantes ni contemplaciones.
