En un reportaje que el periodista Nelson Castro le realizó hoy en Radio La Red de Buenos Aires, la máxima autoridad que dirige esa ciudad española de 78.000 habitantes situada al oeste de Galicia, aseguró que “es mentira” que las plantas generen gran cantidad de mano de obra”. Sobre los efectos de las plantas en la población, Lores hizo referencia a cuestiones vinculadas a la salud pública y al crecimiento, sin obviar “el tema de los olores”. Al respecto, aseguró que “Pontevedra está desconocida porque es una ciudad preciosa que estamos intentando remontar, pero que tiene ese olor inevitable, que supongo se podría evitar con una tecnología lo suficientemente cara como para que no sea rentable instalarla”.
Malos olores, problemas en la salud de la población y la generación de un poco rentable monocultivo del eucalipto que se utiliza como materia prima, fue la descripción con la que el español sintetizó las consecuencias de la planta a la vera del río.
Acerca de la versión de la empresa, de que había mejorado la tecnología, y había otras ciudades de España que se peleaban por las papeleras, el alcalde fue tajante: “Eso es mentira”. “Es una cosa que impacta, tú entras a Pontevedra y es un espacio natural precioso, y creo que la zona de Gualeguaychú también es una zona turística potencial”, comentó el alcalde, antes de aclarar que no está en contra de que se instale una pastera, sino que “tanto en Argentina como en Galicia, hay espacios donde colocar eso con la tecnología que haga el menor daño posible y poca población”.
Consultado sobre los puestos de trabajo que, según sostienen desde las empresas, generarían este tipo de emprendimientos, Lores aseguró que “es otra mentira”. “En nuestro caso está por debajo del 0,5% de los puestos de trabajo que tenemos en el municipio de Pontevedra”, comentó, no sin antes precisar que “estamos hablando de 40.000 personas trabajando en la ciudad y en la planta sólo 275”.
El monocultivo del eucalipto fue otro de los aspectos negativos que encontró como la proliferación y el control del precio de la madera que hacen que no resulte rentable.
En definitiva, para Lores “todo esto es una suma de intereses económicos. La planta se instaló en un momento que estábamos pasando en los años 60, de mayor recesión, y con necesidades imperiosas de puestos de trabajo, y se pensaba que iba a resolver todos nuestros problemas”. Sin embargo, “fue mentira” porque “la planta está empleando cada vez a menos gente”.
En este sentido, trazó un paralelismo con lo que hoy sucede en Uruguay y las expectativas que se están generando en torno a los puestos de trabajo y la reactivación económica de la zona, para graficar que “están vendiéndole humo”.