La periodista Natasha Niebieskikwiat del diario Clarín habla de “un caño gris de 120 metros de alto y del que, cuando esté en marcha, saldrán gases y vapores (a unos 20 kilómetros de la pastera se divisaban las luces de su chimenea). Desde esa misma distancia y desde la argentina Gualeguaychú, se puede divisar también el titilar de algunos focos encendidos en su «caldera de recuperación» de químicos, otros 80 metros hacia las alturas”.
La compañía anunció el lunes pasado que las pruebas hidráulicas comenzarán este mes. Pero ayer aquí ya había obreros acicalando los tanques para testear con agua si hay filtraciones. Mientras, Ronald Beare, el gerente de la planta, daba una clase con una sonrisa inmutable a la prensa, a la que recordó que comenzará a funcionar entre agosto y septiembre, dependiendo de lo que demore su verificación e inspección, que comenzarán de un momento a otro.
Aquí está el terror de los gualeguaychenses. Y como informaban ayer aquí gerentes y técnicos a un grupo de periodistas argentinos al que la empresa abrió las puertas para mostrar las bondades del monstruo por dentro, Botnia es un hecho. Y aunque todavía «su niño» no está listo (la producción de celulosa de eucalipto, con 91% de blancura») las obras están avanzadas en un 95%, y en otro 50%, su sistema electromecánico.
Aunque la empresa no invitó a la prensa entrerriana, aclararon la necesidad de “transmitirles tranquilidad a los entrerrianos de que la planta va a operar con tecnología de primera calidad». El ejecutivo aseguró que la de Uruguay será una instalación incluso más moderna que las que la compañía tiene en Finlandia, que ranquea en los primeros puestos de desarrollo sustentable y cuidado del medioambiente.
Tantas pasteras tiene Finlandia que Botnia salió a buscar nuevas tierras. Uruguay cumplirá este año dos décadas de su plan de forestación, que está convirtiendo a sus pampas en campos de eucaliptos. A la vera de la ruta que va a Fray Bentos ya se ven islas de cultivos y pilas de troncos, listos para el desguace. Unos 300 camiones entrarán diariamente a la planta, que operará día y noche, 360 días del año. El recorrido por Botnia-Fray Bentos (US$ 1.200 millones de inversión) comienza con la «línea de fibra», por la que la madera será descortezada, chipeada (convertida en trozos pequeños y parejos), tamizada, cocida, lavada, blanqueada, secada y enfardada. Claro, gigantescas máquinas, silos, tanques y tubos se encargarán del asunto. Y a diferencia de las plantas de Finlandia, ésta se construyó a la intemperie. «Es porque el clima lo permite» explicó Marku Laaksonen, el gerente de producción, que guió a Clarín.