PANFLETOS ANONIMOS : “La infamia no tiene fin”

NOTA TEXTUAL
Es propio de una sociedad enferma de hipocresía, utilizar panfletos anónimos para denigrar a personas, sin que éstas puedan advertir de donde les viene el sablazo.
Un panfleto ingenioso, gracioso, que recurre a la burla es menos cruel que aquél que denigra y acusa, apelando a la falacia y a las ofensas espantosas.
Claudio Gastaldi no es santo de mi devoción.
De hecho, cuando un amigo le contó que yo había perdido la visión, casi se alegró y respondió con una frase célebre: bien hecho por hijo de puta. No obstante, creo que Gastaldi nunca fue vasallo de Roque Mario Tito, como dice el panfleto, sino que fue un alumno de un señor que tiene un par de peltas que pocos políticos poseen.
En plena dictadura, Roque Mario arriesgaba su vida y la de su familia, levantando la bandera de los derechos humanos.
Cuando Roque Mario trajo a Concordia al Premio Nóbel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, lo paseó por toda la ciudad, incluyendo el barrio Constitución.
La comitiva era ínfima, no superaban el número de treinta las personas que fueron a mostrarse. Entre ellos estaba Gastaldi, que en ningún momento se escondió y supo acompañar con mucho coraje a Roque Mario.
A la noche se realizó una asamblea en el Sindicato de la Fruta. El Colorado González era el único que prestaba el salón y había que tenerlas bien puestas para no ceder a la tentación de negarse.
En la asamblea, un hombre habló con convicción sobre la vida y los derechos, denunció a la dictadura genocida. Cuando se puso de pie para que Pérez Esquivel lo viera, comprobé que quien calificaba como genocidas a los integrantes de la Junta Militar, era Gastaldi, no importa si Claudio o Humberto, si importa que hizo una denuncia pública que todos conocíamos y expuso su vida y la de muchos más. En ese momento, sentí una profunda admiración por ese flaco narigón, que se cagaba en su vida si era necesario para defender a sus semejantes.
Ese hombre jamás podría ser botón y panfletearlo así es cosa de cagones. Los hombres como Gastaldi merecen que se les diga cualquier cosa en la cara.
Con respecto a Roque Mario Tito, todavía espero que el Concejo Deliberante lo declare ciudadano ilustre de Concordia y le rinda homenaje por su trayectoria coronada de dignidad y verdadera solidaridad y valentía.
En Derechos Humanos, Roque Mario Tito se lleva la cocarda y poner su nombre en un panfleto, amerita que los autores del libelo sean calificados de verdaderos hijos de puta y mal informados.
Con respecto a Gastaldi es posible que está molestando a alguien y lo quieren ensuciar, pero a esta altura del partido, las infamias no se pegan, menos a quien le puso el pecho a las balas, como le enseñó su maestro, el petisito Roque Mario, ese gigante en su lucha por la defensa de la gente.
A propósito, me viene un recuerdo de la visita de Pérez Esquivel.
Cuando llegó la comitiva al Constitución, un militante iba con el bombo y los vecinos sabían que no tenían que arrimarse, pero en un momento la gente más humilde de la ciudad era la que e arrimaba a saludar a quienes se exponían por ellos y su bienestar.
Esa visita fue suficiente para justificar la presencia del Premio Nóbel, que paseó por ese pueblo ignorando al jefe del Área Militar 225, teniente coronel Naldo Miguel Dasso y su sabueso el sargento Amarillo, mano de obra calificada para asesinar inocentes.
Los panfletos que atacan, son obra de cobardes y los cobardes le tienen miedo a la verdad.
Quienes no vivieron los sucesos de la Dictadura Genocida, no tienen idea de lo difícil que era tener compostura para no cagarse en los lienzos cuando los milicos te ponían en la mira.
Si no hubieran existido tipo comprometidos como Pérez Esquivel, Roque Mario y el mismo Gastaldi, tal vez el desastre que comenzó en 1976, hubiera sido más terrible de lo que fue, con la diferencia que todo hubiera sido tapado.

*Aclaración de Claudio Gastaldi
Quiero agradecerle a Rosales su buena memoria, a decir verdad casi exclusiva en esta ciudad en la que sus principales protagonistas se han encargado de ocultar esta historia tan rica de aquellos años.
La nota me sorprendió gratamente, tanto como su valentía para redactar algo así pese a creer que yo dije de él algo tan grave como lo que manifiesta que le contaron.
Obviamente desmentir rotundamente, el hecho de que alguna vez yo me alegrara por su ceguera. Mi formación me impide burlarme de las desgracias de algún ser humano. Aclarar por si hiciera falta, que él tampoco es, ni fue “santo de mi devoción” (ni siquiera lo saludaba), pero de ahí a proferir tal aberración hay un trecho.

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