Los paquistaníes aguardaban ayer una respuesta del gobierno ante la espiral de violencia desatada en los últimos años en el país, que se ha convertido en refugio seguro para los grupos vinculados a la red fundamentalista Al Qaeda.
Ante la expectativa, el primer ministro, Nawaz Sharif -acusado de "blando" frente el avance yihadista- anunció tres días de duelo y reimplantó la pena de muerte en respuesta a la masacre en la que además murieron nueve profesores y los siete atacantes talibanes.
"El mayor problema que tenemos ahora son terroristas que han sido arrestados ¿Cómo debemos lidiar con ellos", se preguntó Sharif en una conferencia de prensa tras anunciar que éstos no estarán amparados por la medida que desde 2008 mantiene las ejecuciones en suspenso.
Sharif, además, se mostró contundente en su promesa de guerra abierta a los talibanes, asegurando que la batalla contra los insurgentes está "logrando sus objetivos".
Mientras los políticos reafirmaban su determinación para acabar con la violencia, cientos de personas en todo el país encendieron velas y organizaron vigilias para acompañar a los padres que hoy enterraron a sus hijos "Nuestra resolución ha alcanzado nuevas cotas; las operaciones continuarán hasta exterminar a los terroristas", dijo el primer ministro al anunciar un encuentro hoy mismo con las autoridades de Kabul.
El jefe del Ejército, Raheel Sharif, viajó a Afganistán para reunirse con las autoridades del país vecino y discutir una posible operación conjunta contra el terrorismo en la frontera que comparten.
Los talibanes paquistaníes son aliados de los talibanes afganos y de Al Qaeda, entre otros grupos insurgentes, y Pakistán ha acusado a Kabul de no hacer lo suficiente para acabar con sus bases.
Afganistán, por su parte, acusa a Pakistán de permitir que los insurgentes operen libremente en su territorio.
En Islamabad, pese a un escenario político dividido, la conmoción por las muertes permitió unificar posturas entre los miembros de los diferentes partidos, que mantuvieron una reunión encabezada por Sharif.
Osama Khalid, una de las víctimas, fue sepultado hoy entre rezos de su familia y su comunidad en Peshawar.
"Crié a mi hijo durante 20 años y en 20 minutos estos terroristas inhumanos me lo han quitado", dijo el padre del joven, citado por la agencia de noticias EFE.
La escuela militar de Peshawar amaneció desierta de estudiantes pero rodeada de vehículos militares, soldados enmascarados y de francotiradores apostados en los techos.
Manchas de sangre en el suelo, restos del cuerpo de un atacante suicida, paredes destruidas por los disparos, mochilas abandonas y sillas rotas constituyen el paisaje de la muerte que ayer sorprendió a 132 estudiantes de primaria y secundaria, según imágenes difundidas por la cadena Telesur.