En una entrevista exclusiva para DIARIOJUNIO Leonor Godoy, madre de Mario “Facundo” Ojeda (condenado a 20 años de prisión por la muerte de Yolanda Marzá de 10 años y Esteban Prette (36) en el hecho conocido como el crimen de Colonia San Bonifacio ocurrido en 2008) explicó su preocupación al referir que en la Unidad Penal Nº 3 donde su hijo está cumpliendo condena, “no recibe la atención que necesita”, tanto por su enfermedad congénita como por su estado psicológico.
“Yo lo que quiero es que a mi hijo se lo atienda, que no se lo abandone, ahora lo han hecho atender por un doctor, después de que hablamos lo sacaron de la cárcel y lo llevaron al medico, pero el doctor está viendo cómo pueden hacer para atenderlo por que mi hijo necesita de un cuidado muy especial” aseguró la dolida madre de “Facundo” precisando luego que “a él le tienen que terminar de hacer la dentadura por que el Síndrome de Gorling que padece, le deformó todo el maxilar inferior, y además tiene un retraso mental que hay que controlarlo, no se lo puede dejar decaer, es algo que hay que controlar para ver si no le aparecen nuevos tumores en el cerebro” por otra parte, la mujer manifestó su preocupación por la salud mental de su hijo, “Que está encerrado con otras personas, comparte la celda con 18 personas y ahora me decía que el psiquiatra no lo está atendiendo como antes”
Respecto a este punto en particular, Leonor refirió no tener queja alguna para con el personal de la Cárcel ni con el trato que le dan a Mario en el penal, “los funcionarios lo tratan muy bien, a nosotros también cuando vamos, lo que pasa es que él (por su hijo) necesita más atención de la que le pueden dar en la cárcel, él tiene que ser atendido porque es un chico enfermo; y tiene una enfermedad que hay que controlarla porque pueden volver a salir los tumores” además, la madre del joven presidiario afirmó que “él mismo pide más atención, porque me dijo que ahora el psicólogo lo ve una vez cada tanto y él se da cuenta que necesita más sesiones”.
Asimismo, el padre de Mario “Facundo”, Don Edelmiro Ojeda, explicó que “Cuando pasó todo ésto (refiriéndose al hecho por el que fue condenado su hijo) él estaba en pleno tratamiento, le estaban haciendo la dentadura postiza, porque la enfermedad de él le deformó todo el maxilar, así que estaba en pleno tratamiento y cuando fue detenido se abandonó todo, se le empezaron a caer los dientes, se le quebraron, el no tuvo más atención porque eso acá no se hace, y eso es una tortura permanente que él tiene”
Lo que mejor grafica de la dificultad que significa atender a su hijo estando preso en Concordia, sin posibilidad de viajar a Buenos Aires, es el relato de Leonor, cuando recuerda cómo le detectaron a “Facundo” el síndrome de Gorlin: “El ya tenía 16 años cuando se lo descubrieron -contó- y a mí me sorprendió que los dentistas de Buenos Aires fueran tan preparados, porque acá lo habíamos hecho ver toda la vida y nunca un médico se dio cuenta de lo que tenía, nadie nos sabía explicar porqué el nene tenía la cabeza tan grande, o porqué le salían esos quistes en las encías, y estos dentistas lo miraron y se dieron cuenta, le miraron el pecho, las verruguitas que tenía, el pechito de paloma como decían ellos, la cabeza grande y se dieron cuenta lo que era, y acá no había quien lo trate, por eso los viajes a Buenos Aires”.
¿imputable o ininputable?
A medida que la entrevista se extiende, cada vez con mayor desazón, se puede entrever en los ojos Leonor, la resignación de ver a su hijo injustamente condenado -no porque no haya sido su dedo el que gatillara contra las víctimas -porque eso fue reconocido por el propio joven, en parte por su incapacidad para mentir, como bien lo refirió el psiquiatra- sino porque fue juzgado como un criminal de sangre fría, cuando lo que tenía el tribunal ante sus ojos era una persona enferma.
Hoy Leonor ni siquiera busca justicia, sabe que perdió ese tren 10 días después de leída la sentencia, cuando según nos dijo “en ese momento no teníamos el dinero que nos pedía el abogado para hacer la casación y no sabíamos que se podía pedir un abogado gratis del Estado”, Lo único que ella pide, es que el Estado le garantice a su hijo lo mínimo que se puede pedir, lo que exige la ley, una atención médica y psicológica acorde a las necesidades reales de una persona enferma, como ella con su trabajo y empeño le daba cuando Mario estaba en libertad.
Sin embargo, y a pesar de haber bajado los brazos ante la impotencia de no poder apelar el veredicto, Leonor y Edelmiro, siguen sosteniendo que “él es un chico enfermo y el Dr. Angemi lo dijo en el juicio pero el tribunal lo ignoró completamente”.
La frase resuena una y otra vez en la redacción, casi caprichosamente, como si intentara decirnos algo; el audio produce una reverberancia en los altavoces del ordenador. Y de pronto ya no se si es una falla técnica, o si es mi mente la que revebera una y otra vez esa frase, porque fue lo mismo que pensé cuando oí la sentencia, el 17 de marzo de 2010. El tribunal ¿lo ignoró completamente?
En el Juicio realizado entre el 12 y el 17 de marzo de 2010, dos peritos calificados, en el área de la psiquiatría y la psicología, el Dr. José Agemi (privado) y la psicóloga María Isabel Milano (tribunales), declararon y argumentaron la seria posibilidad de que Ojeda haya sufrido un episodio sicótico transitorio en el momento en que perpetró el hecho, lo que se justificaría tanto desde el plano psiquiátrico como psicológico, y según explicó Angemi, su enfermedad, lo hacía aún más probable.
Nos obstante con la responsabilidad que se espera un profesional, el médico aclaró que su opinión era teórica, y que se basaba en la información que obtuvo de los estudios, las diez entrevistas mantenidas con el imputado y la declaración que efectuó en el juicio, aunque si es cierto que en un chico con síndrome de Gorlin es muy probable. En cambio el psiquiatra de tribunales Luis Villalba no dudó, con solo dos entrevistas de 20 minutos, en afirmar que “el imputado comprende la criminalidad del hecho” y basó su informe en un test rápido conocido como minimental, de cuyo promedio (27) en una escala de 30 puntos, surge la opinión de este profesional, de que el paciente comprende la criminalidad del hecho. Cabe acotar que al respecto de este test, el Dr. Angemi, había referido que se usa para definir “demencia” y lo que tiene el imputado no es demencia sino retraso intelectual.
Así las cosas, con ese informe cuya liviandad pareciera dignificar a una receta de cocina, el joven fue declarado imputable y condenado por el hecho cometido.