Otro HIJO de desaparecidos que recuperó su identidad, se llama Alejandro y es hijo de entrerrianos

Fue impresionante, después de conocer el resultado de los exámenes -que confirmaron en un 99,9 por ciento su filiación-, Alejandro quiso conocer a su familia biológica. “Cuando se vio por primera vez con Chela Fontana, la llamó abuela de inmediato”, contó Estela de Carlotto, quien explicó que, por el momento reservaban la identidad de la familia no originaria.
La desaparición de Pedro Sandoval y Liliana Fontana y la apropiación de su hijo es una vieja denuncia de Abuelas de Plaza de Mayo. En 1977, Liliana tenía 20 años, era estudiante de peluquería y había nacido en la ciudad de La Paz. Pedro era oriundo de Nogoyá, tenía 33 y era albañil. “Querían un mundo mejor. Pedro tenía dos hijos de un matrimonio anterior. Se estaban construyendo una casita donde recibir al primer hijo que esperaban con alegría. El día del secuestro había comprado lana para tejerle al bebé”, narró en una entrevista publicada por Página/12 en 1988 Silvia Fontana, hermana de Liliana.
La pareja fue secuestrada en la casa de Caseros donde vivían junto a los padres de ella, Rubén y Chela Fontana. Por testimonios de sobrevivientes se supo que los llevaron al centro clandestino de detención Club Atlético, en Paseo Colón y Garay, y que Liliana fue sacada de allí varios meses después para dar a luz.
Las familias Fontana y Sandoval buscaron al niño desde entonces. Pero incluso después de encontrada la primera buena pista, cuando la Justicia detuvo al apropiador, tuvieron que esperar porque el joven se negaba a hacerse los exámenes de ADN. El nuevo método, que consiste en utilizar muestras no hemáticas, es para las Abuelas “un herramienta válida para aliviar a los jóvenes del peso de la decisión de someterse a la extracción de sangre e igualmente respetar el derecho de los familiares a conocer su identidad”.
Según Carlotto, Alejandro tuvo alguna prevención de hacerse el examen, pero como el juzgado dispuso, no hubo más remedio que aceptar el dictamen judicial. Sobre la base de unos restos de piel y otros elementos, la ciencia consiguió determinar su identidad biológica, quien ante el hecho terminó por aceptar la realidad. Así fue que al concurrir a la sede de las Abuelas, conoció a Chela Fontana, quien también es una miembro activo de la organización de derechos humanos. “Cuando se vieron por primera vez, la llamó abuela de inmediato. Cuando conoció su verdad, se plegó a su familia biológica”.

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