Relato un hecho trágico, la muerte de mi hermana Claudia, una hermosa y solidaria mujer que dejó esta vida luego de confiar que un tratamiento, supuestamente, la iba a dejar más luminosa, sin celulitis en las piernas, la piel más tersa y rejuvenecida, en fin, su imagen iba a permitir concretar la ilusión: “sentite como vos querés”, que era lo que le prometían.
Inteligentes, difundían… “Estamos esperando la primavera” y prometían “Bye celulitis”, publicitaban el combo. Una ganga, “12 sesiones por $ 5.000“.- y la trampita….la manera, de quitarte preocupaciones. Te aseguraban: “todos nuestros tratamientos son seguros, realizados por profesionales de la salud y sin pasar por el quirófano”.
Muchas cosas horribles, por lo mentirosas. Pueden como kinesiólogos sentirse profesionales de la salud, pero ese tratamiento, la “carboxiterapia”, no debe hacerlo otro que UN MEDICO, es decir, no cualquier “profesional de la salud”.
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Pero, sinceramente, no da para demonizarlos, hasta podría decirles que alguno de los hermanos pensó en la inutilidad de denunciar penalmente a los responsables. “Nada nos devolverá a nuestra hermana”, dijo y es cierto, nada nos la devolverá, ni a nosotros, ni a sus tres hijos/as, ni a sus sobrinos (que, igual que mis hijos, la adoraban) ni a sus amigos que la querían un montón, ni a la humanidad, porque ella, mi querida Claudita, era una hermosa persona, y la humanidad necesita de hermosas personas, generosas al extremo, solidarias, humildes, amorosas. Ella era todo eso y mucho más.
Muchísimo más, ella crió a una niña como si fuera su hija, hasta que esa hija de su corazón se recibió, se casó, formó su familia y hoy tiene un hermoso bebe.
Esa era mi hermana, un corazón gigante y muchas ganas de serle útil a aquel que, estando cerca suyo, lo necesitara.
Por eso es que entiendo que tampoco hay derecho a no pensar en el otro, cuando se le propone trabajar para mejorarle la vida. ¿Verdad?.
Pienso que no hay derecho a andar por la vida pensando solo en uno mismo. Siempre el otro debe ser importante, sino, pasamos por alto que vivimos en sociedad.
Mi hermana era, además de una hermosa persona, una linda mujer, pero no le alcanzaba, como a millones de mujeres a las que se las atormenta tanto con la belleza, con la perfección del cuerpo.
Pero decía, no da para demonizar a la kinesióloga que la trataba, también son víctimas de una sociedad que pone al tope valores como la belleza, el dinero…
Y que se entienda no digo que esté mal hacer dinero (vivimos en una sociedad capitalista), lo que no está bien es hacerlo a cualquier costo. Y, lo cierto es que, a sabiendas o no, fue lo que ocurrió en este caso.
Mi hermana, la mamá de tres criaturas, la amiga fiel, la tía copada, la pareja compañera, está muerta. Nadie nos la devolverá, pero tan cierto como esto es que, ninguna sociedad podría sostenerse sin ese contrato elemental que es respetar al otro, algo que aquí no ocurrió.
No la respetaron como correspondía, no cumplieron con la seguridad que le prometían y esa actitud, cuando se cobra una vida no puede ser gratis.
Y… como siempre la sociedad observa.