MALVINAS
Traspusieron el límite cuando ubicaban a la Argentina en una actitud de patoterismo contra el Reino Unido, en su reclamo diplomático por nuestra soberanía en las Islas Malvinas y del Atlántico Sur. Nada más alejado de eso, fueron los Ingleses quienes alardearon de guerreristas, enviando a las Islas a un príncipe vestido de Corsario.
Nuestros medios (Clarín, La Nación… que serían la argentina misma, según palabras de Elisa Carrió) llegaron a reivindicar la soberanía Kelper (que nos odian) a quienes, para más datos, los ingleses ni siquiera le reconocen la calidad de ciudadanos.
No había otro objetivo para esos medios que mostrarse como democráticos frente al atropello de la yegua.
Jugaron todo a desnaturalizar el reclamo. No les salió bien, la Argentina recibió el apoyo de casi todo el continente, hasta incluso la neutralidad norteamericana.
LA HISTORICA RECUPERACIÓN DE YPF
Haciendo honor a sus dichos acerca de que es mentirosa la soberanía cuando solo se la menciona en relación a lo territorial y que no existe la soberanía territorial sin soberanía popular y económica, dichos a propósito de la guerra decidida por el asesino Galtieri para recuperar Malvinas, la presidente Cristina Fernández de Kirchner, reelegida con el 54 % de los votos (soberanía popular) acaba de adoptar una medida histórica (soberanía económica) al decidir la expropiación de la mayoría accionaria de la más emblemática empresa argentina, YPF.
Era previsible la reacción de Repsol (propietaria del 57 % del capital accionario de YPF), sin embargo sorprendió a propios y extraños, la reacción que produjo entre los principales voceros de los mercados del mundo. Con el correr de las horas, no resulta difícil explicar con información la destemplada respuesta.
Es que, a diferencia de lo que se supone, Repsol ni siquiera tiene mayoría accionaria entre capitalistas españoles, nada de eso, la inmensa mayoría de sus acciones pertenecen a fondos de inversión ubicados fuera de ese país.
De allí que resulte un contrasentido que los medios españoles (y lo que es peor, argentinos) identifiquen a Repsol con España, pues apenas si se trata de una empresa privada en la que el Estado Español no tiene una sola acción y, ahora, se sabe, ni siquiera es una empresa que pertenezca, al menos mayoritariamente, a capitales españoles.
Pero por si faltaran datos, hoy también se sabe que Repsol y evitando facilitar esa información al Estado argentino (como hubiese correspondido) estaba en avanzadas negociaciones para vender sus acciones a una empresa petrolera de capitales chinos.
PURO DESPISTE
Nunca como ahora ha quedado tan expuesto el verdadero rostro, el carácter profundo de los grandes oligopolios mediáticos en la argentina y el mundo.
Después de esta seguidilla de operetas y mentiras, no les resultará tan sencillo seguir sosteniendo que están guiados por la objetividad y la independencia.
Sus intereses, vale decirlo, están muy ligados a la libertad de empresa, más no al derecho de las sociedades a estar informadas, le faltan el respeto a sus audiencias, las desinforman con natural brutalidad, las destratan, les mienten.
Aunque nos debemos negar rotundamente a confundir medios con periodistas, esos oligopolios han puesto en dudas la noble profesión del periodismo, que ya no volverá a contar con el respeto profundo del que gozamos desde la década pasada y hasta hace poco nomás.
