Oíd mortales el grito sagrado: ¡libertad, libertad, libertad!

En un sencillo pero muy sentido acto realizado este lunes por docentes y alumnos de la escuela de Formación de Jóvenes y Adultos, “Almirante Brown” Nº 35, tropecé con la ética, hoy tan prescindente para la mayoría de nosotros.
Detrás de un improvisado palco, con letras bien recortaditas sobre un cartón azul pegado en la pared, se forman las palabras: libertad, igualdad, felicidad y progreso para “esta nueva etapa”.

Por las amplias ventanas del salón, se logra observar partes del barrio Fátima II y Villa Gobernador Cresto, que palpablemente expresa los límites de esas premisas anheladas.
Pero nadie de los diecinueve jóvenes adultos que jubilosamente se aprestan a recibir el título que certifica la terminación del EGB3, presta atención en estos detalles.

Están prolijamente vestidos, se avistan entre ellos, quizás para estar más ordenaditos y así recibir la bandera de ceremonia que la transporta preciadamente la egresada Marina Carolina Zárate, madre de cuatro chicos y cosechera de arándanos.
Es la estampa deseada por los docentes, para retratar la labor de haber cumplido con las pautas enmarcadas.

“Nuestro objetivo a lo largo del aprendizaje de estas personitas, siempre fue proponerle una ética basada en la libertad, la igualdad y valores que ayude a cada uno de ellos a tener una vida mejor”, exteriorizó la “orgullosa” directora del establecimiento Lidia Bentos.
“Nuestro país necesita crear una sociedad más justa de confianza y esto se logra empezando por el actuar individual, mediante el ejemplo que le proporcione la escuela al chico”, agregaba el inquieto y querido maestro Ricardo Arce.

Con alegría en los rostros, egresados, educadores, familiares e invitados entonaron el himno nacional. Es muy fácil percibir el rebosamiento puesto por todos los presentes en la estrofa : “Oíd mortales el grito sagrado: ¡libertad, libertad, libertad!».
Por supuesto que no es un grito más el de estos jóvenes, tampoco es el mismo siquiera, que entonan aquellos que avasallan, devalúan, niegan, execran o les restan importancia diariamente desde lo público, a los derechos de las mayorías.
Es el grito sagrado, porque proviene de esperanzados en tener trabajo y salarios dignos, de aquellos que quieren creer para poder crecer, de los que quieren salir del sufrimiento, es el grito de los que quieren realizarse como personas para que su paso por esta vida no se limite a una cuestión de supervivencia. Es el grito que no debemos desatender porque toca la conciencia, llega a lo más profundo de nuestro corazón.

¡Libertad, libertad, libertad!

El “¡libertad, libertad, libertad! pero de los que menos tienen”, no el que cantan el gobernante responsable del “bien común” después del Tedeum, y luego revelan la extrema polarización en la distribución del ingreso: el 92% de la población registra niveles per cápita del orden de $ 6.400 anuales en cuanto el 8% dispone per cápita de $ 126.500 anuales.

La “¡libertad, libertad, libertad! digna”, de poder alimentarse correctamente y en familia, de tener una vivienda digna, de que a su escuela no se le caiga el techo, de tener una vejez digna. Y no aquello de volver a la sujeción, al humillarse ante el señor hecho urna, porque sino no habrá de lo que había.

La “¡libertad, libertad, libertad!” de nacer y crecer todos con los mismos derechos y las mismas posibilidades ante la vida que nos espera, y no el atropello del poder arbitrario del estado que muchas veces en el afán de que no trasciendan situaciones comprometedoras para el gobierno, utilizan herramientas para desviar o retardar los derechos de los más humildes, como ha pasado en el caso Lezcano, Milton Esquivel, entre otros tantos.

Ved del trono a la noble igualdad.

Es seguramente la estrofa que cantaron a todo pulmón a lo largo de sus vidas, Ramona Da Silva (73) y Ángela Donata Castrignano(87), dos ancianas desnutridas del barrio Villa Jardín (una de ellas pesa apenas 33 kgs), por eso el médico de la salita de salud del barrio las adhirió al Plan Focalizar, que surgió como necesidad en la crisis, para arremeter contra la desnutrición de niños y ancianos con un bono (Praf) de $ 32.
“Hoy le sacaron ese “beneficio” los funcionarios del área de Acción Social de la provincia para dárselo a jugadores de fútbol del club del barrio, la señora del presidente del club y el utilero” fustigaba el funcionario responsable de entregar los bonos a los más de 4.000 desnutridos que son beneficiarios del plan en esta ciudad.

La gran cuestión de la ética es justamente determinar qué es lo que queremos ser y cómo se alcanza.
Esta institución de formación de jóvenes y adultos muestra dos grandes ejemplos a imitar: la convicción de formar en valores estableciendo una jerarquía: libertad, igualdad, felicidad y progreso. Y la convicción de que esos valores tenga dinámica relacional entre las personas y la realidad cotidiana.
No es tarea sencilla pero es tan alentadora, porque la acción diaria ayudará a darse cuenta de los avasallamientos a los que estan sujetos y eso es precondición para despertar. Y sólo quienes están despiertos pueden tomar medidas necesarias para vivir con integridad respecto a los valores inculcados.
La experiencia ética del hombre está estrechamente ligada a la experiencia de su libertad y del alcance de su libertad, por eso tienen un tremendo valor estos ejemplos.

Lo más lindo que vi este lunes fue el abrazo fuerte que se dieron los alumnos con sus maestros en reconocimiento a lo aportado. ¡Ah! y, cómo cantaron a todo pulmón ¡Ved del trono a la noble igualdad!.

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