Ocho horas para el trabajo, ocho para el descanso y ocho horas de recreación

El Día del Trabajador y las Trabajadoras se conmemora en homenaje a los Mártires de Chicago que fueron ejecutados en 1886 por demandar una jornada laboral de ocho horas. A fines del siglo XIX los obreros trabajaban dieciséis horas y, en ocasiones, hasta dieciocho horas diarias.  Transcurrido 137 años de aquel histórico hecho, se sigue haciendo un alto en las labores no solo para reivindicar la gesta de aquellos valerosos hombres, sino también para destacar el esfuerzo de millones de trabajadores y trabajadoras.

En aquel entonces, un grupo de trabajadores de la ciudad de Chicago, tras una serie de reclamos no resueltos, se movilizaron en una jornada demandando a sus empleadores la reducción de la jornada laboral.  Fueron reprimidos y todo terminó en un confuso episodio. A varios de sus dirigentes los detuvieron y, posteriormente, los condenaron el 21 de junio de 1886.  Dos de ellos a cadena perpetua, uno a 15 años de trabajo forzado y cinco de ellos a la muerte en la horca. Aunque nunca se pudo comprobar la culpabilidad de los acusados, los ocho fueron declarados culpables de ser “enemigos de la sociedad y del orden establecido”.

Escribe Galeano en “El libro de los abrazos”, en referencia a ese momento que marcó un antes y un después en la historia de los derechos laborales:

“Chicago está llena de fábricas. Hay fábricas hasta en pleno centro de la ciudad, en torno al edificio más alto del mundo. Chicago está llena de fábricas, Chicago está llena de obreros.

Al llegar al barrio de Heymarket, pido a mis amigos que me muestren el lugar donde fueron ahorcados, en 1886, aquellos obreros que el mundo entero saluda cada primero de mayo.

-Ha de ser por aquí -me dicen. Pero nadie sabe.

Ninguna estatua se ha erigido en memoria de los mártires de Chicago en la ciudad de Chicago.

Ni estatua, ni monolito, ni placa de bronce, ni nada.

El primero de mayo es el único día verdaderamente universal de la humanidad entera, el único día donde coinciden todas las historias y todas las geografías, todas las lenguas y las religiones y las culturas del mundo; pero en los Estados Unidos, el primero de mayo es un día cualquiera.

Ese día, la gente trabaja normalmente, y nadie, o casi nadie, recuerda que los derechos de la clase obrera no han brotado de la oreja de una cabra, ni de la mano de Dios o del amo.

Tras la inútil exploración de Heymarket, mis amigos me llevan a conocer la mejor librería de la ciudad.

Y allí, por pura curiosidad, por pura casualidad, descubro un viejo cartel que está como esperándome, metido entre muchos otros carteles de cine y música rock.

El cartel reproduce un proverbio de África: Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de cacería seguirán glorificando al cazador.”

El día del trabajador es un día de conmemoración para quienes lucharon por derechos que hoy se siguen defendiendo. Muchas veces se lo ha cambiado por “día del trabajo” y se hace referencia a la casi bendición de tenerlo o la actitud de quienes lo realizan o dejan de realizarlo.

Uno de los condenados a muerte, George Engel tenía 50 años y era el mayor de todos.  En una carta al gobernador dijo que desautorizaba expresamente cualquier tipo de indulto o perdón. Su alegato es una acusación al capitalismo de notable actualidad:

“¿En qué consiste mi crimen? En que he trabajado por establecer un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones otros caigan en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizadas en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de la naturaleza y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, la libertad, el bienestar”

En la escuela, en el aula, es necesario que los y las estudiantes comprendan y valoren por qué esta fecha debe ser considerada como un reconocimiento a los trabajadores de todo el mundo y que analicen cómo la lucha persistente por la conquista de derechos e insistir en lo que dice Galeano: los derechos de la clase obrera no han brotado de la oreja de una cabra, ni de la mano de Dios o del amo.

 

Tekoá. Cooperativa de Trabajo para la Educación Ltda.

 

[1] La crónica más famosa sobre el ahorcamiento –” Un drama terrible”– es del poeta cubano José Martí. Fue publicada por el diario La Nación el 13 de noviembre de 1886. Martí, que era corresponsal del diario de los Mitre y vivía en Estados Unidos, mientras narra las vicisitudes del juicio para los argentinos establece un contrapunto demoledor entre los principios democráticos que habían fundado a los Estados Unidos y el avasallamiento de todos esos principios ante el temor que generaban las demandas de los trabajadores –muchos inmigrantes– y la posibilidad de que se repitieran sucesos como la Comuna de París, que había acontecido solo quince años antes. https://carasycaretas.org.ar/2022/11/18/los-martires-de-chicago/

Entradas relacionadas