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Es difícil, casi imposible, analizar estos temas sin meterles prejuicios y pasión, al punto tal que cuando se enfocan periodísticamente es común que se salden en el territorio del improperio, la agresión y el temor. Sobre todo, porque, cuando los opinadores están más lejos de conocer las bases científicas de las Ciencias Sociales, a ese vacío lo llenan los prejuicios alimentados por la mentiprensa al servicio de los intereses creados, tan lejos del conocimiento como del espíritu de contribuir a crear una sociedad mejor. Solo interesados en perpetuar los intereses económico políticos de los grupos que los controlan y a quienes responden
UN POCO DE HISTORIA
Dos sabios tomaron la enorme tarea de analizar esta nueva forma de organización humana, y un montón más contribuyeron a desmenuzarla, pero nos detendremos solo en dos, por que son la cúspide del análisis y quienes, según modesta opinión, encierran el núcleo del problema. No referimos a Adam Smith (1723/1790) y a Karl Marx (1818/1883). Entre ambos abarcan el núcleo del debate en este tema.
Smith, deslumbrado por la posibilidad de ‘multiplicar los panes’ que tenía la nueva forma de producir bienes, vio en ella la mejor posibilidad a futuro para la organización de los humanos. Afirmaba que los hombres son seres naturalmente egoístas y que solo los moviliza el afán de poseer cosas para sí, y en consecuencia este modo de producirlos era absolutamente sorprendente porque para hacerse de ganancias, (el medio para obtener cosas), la única forma de lograrlas era resolver las necesidades de los otros, produciendo/ofreciendo bienes y/o servicios que los demás requiriesen, o sea, sintéticamente, para resolver sus propios apetitos, debía resolver los de los demás, ofreciéndoles bienes que ellos necesitaran y estuvieran dispuestos a comprar. Pero (siempre hay un pero) Smith hizo una severa advertencia: la forma de conservar la virtuosidad de este modelo de vinculo social era que estuviera garantizada la competencia perfecta, que era el único modo de garantizar que los bienes se comercializasen a un precio socialmente justo; dado que si esta (la competencia) se anulaba, los precios se inflarían artificialmente, por acuerdo entre los pocos oferentes, rompiendo de este modo su equilibrio y condición virtuosa, echando todo a perder (cualquier parecido con la realidad NO es casualidad).
Marx, a la luz de lo ocurrido en los primeros tiempos del capitalismo, fue más lejos, porque anticipó que la forma que tenían los que poseían capital, para aplicar a la producción de bienes, estaba directamente vinculada al pago de retribuciones a los trabajadores, inferiores al valor que estos creaban. Y que esto sería una fuente de conflictos que solo se resolverían con la ruptura social. A lo que él agregaba con desbordante optimismo que de esta ruptura saldría una nueva sociedad que significaría una etapa superior de la civilización humana.
Sin embargo, ambas visiones y predicciones colisionaron con la realidad y ninguna de las dos logró crear esa sociedad virtuosa, con cabida para todos los seres humanos, que cada uno imaginó a su modo. Obviamente las razones para intentar explicar que esto no ocurriese han tomado infinidad de tiempo y páginas a lo largo y ancho del planeta, cuyo análisis excedería definitivamente la intención de este artículo. Así que nos concentraremos en tratar de dilucidarlas diferencias planteadas en el título.
Así como el comunismo no logró enamorar completamente a las masas donde se intentó practicarlo, el capitalismo tampoco logro otorgar el bienestar a la totalidad de los conjuntos sociales donde se aplican estas ideas. Y la razón que explica porqué en las sociedades capitalistas actuales exista un número cada vez mayor de excluidos, marginados de los beneficios y bienes generados, está en las reflexiones y prevenciones iniciales de Adam Smith, quien sabiamente advirtió que si no existía la competencia el sistema inevitablemente colapsaría. Y la competencia no existió nunca, lo que ha existido desde la acumulación inicial de capital es la tendencia a la concentración de la riqueza, cada vez en menos manos. Y a la elevación artificial de los precios de los bienes, muy por encima de sus costos de producción.
De hecho, subiendo la apuesta, pensadores posteriores a los citados, de uno y otro lado del arco ideológico, afirmaron que la concentración de la riqueza, el monopolio en la producción de bienes, e incluso la explotación entre países que verificamos hoy, en que vemos que los países industrializados del norte rico imponen su voluntad y poderío económico, si es necesario a fuerza de balas, para apropiarse de los recursos naturales de los países pobres del sur del planeta, aumentando aún más la concentración de los medios de producción y la consecuente inequidad global. Algo que si no advierte el lector de estas líneas debería abstenerse de seguir leyéndolas, para evitar posteriores discusiones estériles.
QUE CAPITALISMO PROPONEN MACRI, LARRETA Y MILEI
Y elegimos estos tres nombres para evitar construir títulos interminables, pero la lista es mucho más larga. Ellos proponen un capitalismo donde el Estado no intervenga y que los actores económicos queden librados a su suerte. Lo cual sería una posibilidad a considerar si no hubiesen transcurrido los tres últimos siglos de historia, e incluso en homenaje a los sabios que nos precedieron, si ellos no hubiesen anticipado con absoluta lucidez lo que ocurriría si no existiese (la inexistente) competencia perfecta. Los ricos cada vez serían (lo son) más ricos y menos en cantidad; y los pobres cada vez más numerosos, incluso porcentualmente hablando, y más miserables. Algo que cualquiera que observe, y solo a modo de ejemplo, lo que ocurre en el país paradigmático de este modelo económico, los EEUU, donde los ciudadanos en situación de ‘pobreza federal’, así se denomina en esa nación a quienes no alcanzan niveles de ingresos suficientes para atender a las necesidades esenciales de vivienda, salud y alimentación, ya superan el 40% de su población.
Y eso que los últimos gobiernos han debido abandonar la ortodoxia económica que pretenden imponernos a nosotros, a pesar de lo cual, sus exégetas, siguen vociferando palabras a las que han malversado su contenido, como el histrión de la peluca que vocifera ‘libertad, libertad, libertad’ reclamando que se equipare en el mismo nivel de posibilidades de competir, a un ciudadano que ni siquiera puede comer dignamente, hoy lamentablemente la mitad de los argentinos, con otro que esconde millones de dólares en algún paraíso fiscal. O lo que es exactamente lo mismo, habilitar una pelea entre un boxeador profesional y un infante en edad preescolar, porque en definitiva los dos son argentinos y seres humanos.
EL CASO ARGENTINO, UN MODELO DE MANUAL
Si existe un país donde se puede verificar el cumplimiento de los temores de A. Smith, es el nuestro. En Argentina 8 empresas[i] concentran el 95% de la comercialización del mercado de alimentos. O sea que si estas se reúnen en un zoom (ahora que esta de moda) y acuerden los precios a los que venderán los artículos esenciales que integran la canasta alimentaria de los argentinos, conteniendo aumentos, porcentualmente absurdos, pero que el 95% de los argentinos no puede evadir, por la concentración de estos monopolios y de paso destinar los fabulosos excedentes así obtenidos a la compra de dólares para fugar a los paraísos fiscales en los que acumulan sus ganancias, provocando simultáneamente varios objetivos letales para nosotros los consumidores y para el país, como ser:
-Maximizar utilidades a costa de la miseria general
-Subir el precio de mercado del dólar, haciendo caer proporcionalmente los salarios de los trabajadores argentinos, también aumentando la miseria en general.
-Provocar la desesperación social por las condiciones de pobreza que generan y por ende alimentar, a través de las usinas informativas de los medios de deformación de opinión que controlan, a los falsos profetas, que esperan agazapados a la vuelta de las próximas presidenciales, para manotear los restos del capital social que nos quedan a los nacionales, como ya hemos mencionado en infinidad de oportunidad (nunca nos cansaremos) el Banco Central, el Banco Nación, el Banco Provincia de Buenos Aires, YPF, Aerolíneas, las hidrovías sobre el Paraná y el Uruguay, el sistema público de jubilaciones, el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de los jubilados, y millones de hectáreas de tierras fiscales, solo para iniciar el punteo de lo que nos vienen a robar.
EL MODELO DE CRISTINA FERNÁNDEZ EN ARGENTINA, LULA DA SILVA EN BRASIL Y LUIS ARCE EN BOLIVIA (entre otros)
El 25 de mayo, lo expreso CFK en su discurso en la plaza, un discurso conteste con las ideas que viene proclamando Lula en todos los foros internacionales en los que participa y también Luis Arce, el presidente boliviano, que esta recuperando para su país el control de los recursos naturales, históricamente saqueados, hasta la llegada de su antecesor en ideario político, Evo Morales.
Todos coinciden en que cuando dejamos el manejo de la economía a los poderes económicos concentrados, sin intervención del Estado, inmediatamente aumenta la pobreza, el endeudamiento externo, la inequidad social y la enajenación patrimonial, robándonos la esperanza y el futuro. Que la única forma de recuperar el bienestar presente y la ilusión de un futuro con equidad y justicia pasa por un nuevo pacto entre lo público y lo privado, que implica quitar a los monopolios de comercialización de alimentos, la facultad que tienen de administrar los precios internos a voluntad. A los monopolios financieros la facultad que tienen de fijar la tasa de interés a la inversión productiva y los precios de las divisas. Y a los que exportan commodities primarios el monopolio de las ventas al exterior de los mismos lo que les da la facultad de apropiarse vía subfacturación y triangulación de facturas, de los excedentes exportables del país.
FINALMENTE, LO MÁS IMPORTANTE: LA DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO
Como decíamos al principio, el tema en el capitalismo neoliberal no es la producción de bienes, es la distribución de los beneficios. Si dejamos la cuestión librada al mercado, los resultados están a la vista: en una década los trabajadores argentinos pasaron de tomar el 51% del PIB en la forma de salarios, a tomar algo así como el 35%. En un párrafo de su discurso, CFK fue contundente al respecto: “El problema que hoy tenemos, acuciante, es la distribución del ingreso ¿O por qué se creen que en mi segundo gobierno pudimos llegar al 51%? ¿O por qué creen que me odian, me persiguen y me proscriben?
Y eso no se logra sin un pacto entre lo público y lo privado, pero no un pacto cualquiera, un pacto donde manda el pueblo, donde prima el interés público, el de todos los argentinos, y al que quienes vienen a aprovechar las extraordinarias posibilidades productivas de nuestros recursos se deben ajustar, les guste o no. Tan difícil o tan fácil como eso. Un pacto que solamente se puede lograr con un pueblo esclarecido y decidido a protagoniza
[i] https://www.cronista.com/economia-politica/cuanto-ganaron-las-empresas-de-alimentos-emision-y-concentracion-los-datos-que-mira-un-sector-del-oficialismo/