Por Fósforito
Es una de esas noches en las que no sé si duermo. Que me debato entre el sueño y la vigilia, que no estoy seguro si estuve pensando mientras dormía o soñando con los ojos abiertos. Esas veces en que los pensamientos se continúan en los sueños y viceversa, como un bucle interminable.
Mi vida desorganizada, las tribulaciones a flor de piel, los problemas reales y los miedos infundados haciéndome la cabeza, y todos mis muertos que me vienen a decir lo que debí haber hecho. El pasado mejor, el trabajo pendiente, los compromisos asumidos, todo girando entresueños… Y la nube de la peste recargada que se cierne -otra vez- sobre nosotros, provocando esas inquietudes y nostalgias parecidas que las que nos suelen invadir cuando están terminando unas vacaciones.
Leí sobre una nueva cepa del coronavirus a la que llaman “Doble Mutante”, original de la India, parece; y que ahora se habría hallado en California (EEUU) y se estaría esparciendo velozmente por todo el mundo. Más letal e impredecible, parece.
Se me vinieron Alien y Depredador a la cabeza… mientras estaba luchando contra la almohada.
Cómo desearía creer que me están mintiendo. Cómo desearía “estar parado” y ser insensible e inmune a la desventura ajena. O creer que todo es una mentira para reorganizar un orden mundial que se vio interrumpido por la intromisión de los chinos, de un ex espía soviético de la KGB orgullosamente nacionalista, de populistas latinos que se atreven a hablar de soberanía y de gobiernos fanáticos con bombas atómicas. Que se trata de un plan conspiratorio de los dueños de todo para disciplinar a la sociedad y cerrar filas sobre lo ya conquistado. Quisiera creer que la tierra es plana y que lo mejor de la vida está en las pantallas y las vidrieras.
Pasar la vida sin tantos problemas y matando el tiempo a lo bobo.
Despreciar el “invento” de la peste interminable porque igual, de una u otra forma, todos vamos a morir. Que esa vacuna que nos da esperanzas es sólo jugo de tomate frío para una nueva farsa mundial (Si en Brasil vacunaban con ilusión y la gente se volvía feliz. Los hermanos uruguayos le meten la aguja a sus pendejos -que bastante falta les hace- y dejan en la lista de espera a los viejos que sobran. Mientras que acá, con records consecutivos de contagios, hacemos tendencia #nonosvanaencerrardenuevo).
- Tengo la premonición de lo inevitable…
- Yo también Fósforito: Quilombo y supervivencia.
No es tan difícil si uno mira las noticias del mundo y ve las revueltas por las restricciones sanitarias y toques de queda en los países «ejemplares» que ya surfean la segunda o tercera ola (Con el insomnio pierdo la cuenta).
Veo el futuro repetir el pasado del año pasado nomas; ya no tanto como farsa sino como otra tragedia: La de los insensatos.
Yo tampoco me quiero encerrar de nuevo y dejar de vivir la vida que quiero tanto como puedo. Perder plata o pasar necesidades. Lamentar porque los niños pasen otro año de infancia confinados, temer porque la hoja filosa de la parca caiga sobre la cabeza de algún ser querido, pudiendo evitarlo.
Quiero creer, como hice ayer antes de acostarme y no volver a dormir, que la cura existe y los tiempos de antes volverán. Como cuando abracé y besé a mis tíos – entrados en años y recién vacunados- sin sentir que podía ser culpable de un fatídico destino.
Quiero creer que todo tiene remedio; incluso la estupidez.
Quiero creer que días más felices volverán.
Sentirme como me sentí por un instante, antes de apoyar mi cabeza en la almohada y que la oscuridad se apodere de mi.
Quiero dormir tranquilo.
Al menos, quiero dormir.