“Nos hicieron sentir terroristas”, dijo el papá de Amir Jacobo

Una sociedad con odio enferma más que el COVID – 19

«SAQUENLO DE CONCORDIA». «QUE SE VAYA A CONTAGIAR A OTRO LADO” «TIENE VIRUS POSITIVO Y EVADIÓ TODOS LOS CONTROLES TOMANDO PARACETAMOL» «ACÁ NO LO QUEREMOS» “SEGURAMENTE LO VAN A DEJAR PASAR PORQUE TIENE PLATA”, “ES HIJO DE O HERMANO DE” “TRABAJA EN TRIBUNALES”… y mas, y mas, y más. Por fin teníamos a alguien nuevo para ensuciar por redes sociales. El ataque a Romina Gorostegui cuando se internó en el Masvernat por precaución no habían sido suficientes, su testimonio final y las denuncias en la justicia tampoco. Nos quedó gusto a poco y necesitábamos más. 

No aprendimos nada. No entendimos aun que los «escraches» sólo potencian el miedo, empujan a no querer buscar ayuda y a preferir saltar el protocolo de aislamiento con tal de que nadie sospeche. No entendimos que el prejuicio es el primer virus a combatir, que no hay equipo médico ni cuarentena que nos proteja y peor aún, frente a la pandemia del odio, todos somos población de Riesgo.

“Creo que no se dan cuenta el daño que hacen”, dijo el papá de Amir

Eduardo Jacobo no guarda rencor. “Intento pensar en los mensajes positivos”, dijo en DIARIOJUNIO. Contó detalles, se explayó y mostró todos los documentos que tuvo que tramitar para ir a buscar a su hijo. Sabía que no tenía síntomas y estaba feliz por ello, aunque también es consciente de que pueden aparecer más adelante. “Tramité todo lo necesario para circular por 48 hs en la ruta, pasé por 7 controles hasta Ezeiza justificando el viaje y cuando llegué mi hijo ya estaba allí. Le habían tomado la fiebre y hecho todos los controles necesarios. No tuvimos contacto con nadie más que la gente de Gendarmería que en cada parada revisaban los papeles, nos tomaban la fiebre y siempre estuvo todo en orden», explicó.

“Cuando veníamos viajando ya habíamos visto algo de lo que se estaba hablando acá. Un poco nos reíamos, pero después se puso muy agresivo. Mi esposa nos avisó que se había activado el protocolo para nosotros en Concordia y que nos iban a esperar en la 015. Cuando llegamos había unas 30 personas esperándonos entre gendarmería, municipales y personal de salud. Nos sacaban fotos y filmaban como su fuéramos terroristas o personas peligrosas para la sociedad. No sé como explicarlo…De por sí llegar a tu ciudad y que te esté esperando semejante operativo es incomodo y lo entendimos, pero al resto no.

Nos tomaron varias veces la fiebre por si el aire acondicionado del auto no mostraba síntomas reales, la policía incluso le pidió a Amir su VISA y pasaporte porque estaba esa idea de que había eludido los controles con paracetamol. Después nos llevaron al Masvernat, mi hijo se hizo el hisopado y nos mandaron a casa para la cuarenta (que ya sabíamos que teníamos que hacer) y con un policía en la puerta. Eso fue todo lo que pasó”, agregó el hombre.

“Yo entiendo que la gente esté con miedo y la gravedad de la situación. Pero creo que están muy contaminados, que tendrían que pasar más tiempo con su familia y mas unidos en estos casos. O al menos no hablar, no insultar ni escrachar a nadie…que se yo…creo que no se dan cuenta el daño que hacen. De todos modos me quedo con la parte positiva, también recibimos mensajes de cariño y aliento. Mi hijo por ahora no tiene nada, pero si llegara a aparecer algún síntoma vamos a hacer lo que se deba hacer. Ahora solo queda seguir esperando que todo esto pase”

No aprendimos nada

Así de simple y seguro fue el relato del padre…que aburrida se puso la historia ahora. Ya teníamos la certificación de que habían hecho lo correcto así que, sin prisa y sin pausa, borramos todo. Rápido. Tan rápido como lo escribimos y con la misma hipocresía que al levantarnos al otro día posteamos frases de amor y solidaridad. Gritamos orgullosos que “en Concordia no hay casos de coronavirus” y nos palmeamos el pecho como si el mérito fuera propio. Así de impunes eliminamos todo rastro de cobardía y ni siquiera pedimos perdón, porque el hacerlo nos inhabilitaría mañana a buscar una nueva presa.

                         DIANA SLAVKIN 

 

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