Te recuerdo organizando a las doñas de barrios humildes, a doña Trini del Pancho Ramirez a Ramona del barrio El Sol… para armar huertas, hornos, juntando bolsas de harina, ropas para pequeños y grandes. Conformaste un grupo enorme de mujeres y hombres dispuestos a mostrar que a esa propuesta del ¡sálvese quien pueda! de la dictadura, se le oponía algo más gratificante que era la solidaridad con el otro, con el que la estaba pasando mal de verdad.
¿ te acordas cuando tuviste que vaciar tu negocio y hacer que ese espacio quede libre para que Adolfo Pérez Esquivel pueda hablar y contarnos a aquellos que festejábamos que el mundo haya reconocido en él la lucha de un pueblo contra la dictadura y lo haya hecho merecedor del Premio Nobel de la Paz ?
Para quienes no lo recuerdan, Concordia fue el primer lugar del país al que Pérez Esquivel llegó apenas recibido el premio nobel y debió hablar en tu local de ropa (que dejaste impecable en menos de un día) porque los lugares públicos (clubes, hoteles, etc) que nos iban a prestar el salón se iban cayendo, presiones sociales y políticas mediante y no quedaba otra opción. ¿ te acordás gringa? Hasta una huelga de hambre hicimos en la Pompeya.
Nunca pediste permiso para vivir desde que, como estudiante de derecho, comenzaste a participar de aquellas revueltas estudiantiles de fines de los años 60 y principios de los 70. No te conocía ni a vos ni a Roque por aquellos años, pero siempre escuche la historia de cómo te conociste con el fulano y de esa historia de amor que comenzó en una refriega estudiantil con la cana meta palo y gomazos y vos intentando escapar por una alta reja utilizando de escalera (que se sabía corta), a ese gigante de compañero con quien acabas de cumplir más de 50 años juntos.
Qué más se puede pedir de la vida cuando lo diste todo y te lo reconocen. Tus hijas mas pequeñas, Luciana y Victoria no fueron testigos de aquellos días intensos de militancia pre y post dictadura y me pareció necesario que lo sepan por boca de alguien a quien tampoco conocen demasiado.
Nunca fuiste una persona mediática, es más, creo que sabías que militabas para que otros sean los que te representaran, no buscabas ni cargos ni honores, solo ese fuego interior de justicia con todas las letras.
Le dejas a tus hijos y a esta ciudad un legado enorme y a mi un recuerdo infinito de gratitud. Nunca me olvidaré de los regalitos que le hiciste a mi primer hijo en plena época de hiper inflación y cuándo éramos tan pobres. Lo hacías con el amor y la solidaridad de una compañera de verdad porque recuerdo que por diferencias políticas estábamos medio alejados.
En fin, gringita, quiero que sepas (por aquella idea que se compartimos, de que a las personas hay que demostrarles el cariño y reconocimiento en vida), que estoy orgulloso de haber sido compañero de lucha de tus sueños y amigo de muchos años. Siempre te recordaré como una mujer íntegra, de mente abierta, luchadora y merecedora de cariño y reconocimiento.
Gracias amiga, gracias compañera.
