No existís

Por Fosforito

Una inspectora municipal fue manoseada por un sacado que estaba siendo reprendido por organizar una fiesta clandestina. Se metió de nuevo a la casa, mientras otra mujer lo encubría y cerraba la puerta.

Inspectores y policías también fueron carajeados por los organizadores de otra fiesta clandestina. Lejos de explicarse o disculparse, se pusieron agresivos, arrogantes y atrevidos.

Una noche de esta semana, mientras intentaba dormir, un auto a toda marcha recorría las calles del acallado centro como si estuviera en un circuito de carreras en medio de la nada. El conductor tiraba los cambios con pericia. Cortaba las calles pisando el acelerador a fondo, quemando las cubiertas y haciéndolas chillar al doblar las esquinas. Dio varias vueltas bajo la noche iluminada de neón y luces led, antes de perderse como un zumbido en el horizonte oscuro.

Otra noche reciente, una camioneta cargada de personas se detuvo bajo uno de los edificios vecinos a buscar a otro pasajero, una de la mañana y con la música al taco. Los graves trepaban por las paredes y los vidrios de las ventanas vibraban como sacudidos por las ondas de los pasos de un  gigante. El mismo auto regresó un poco antes de las siete a devolver al pasajero… Un bochinche sin disimulo y desafiante dentro del horario vedado.

(Así que mientras muchos hacen fila para ir al baño, otros mean de parados, ahí al costado nomas y salpicándolo todo)

Las escuelas están cerradas, los juegos en los parques perimetrados con cintas de seguridad, los viejos y enfermos encerrados con temor a una muerte prematura, y muchas familias distanciadas sin posibilidad de contacto, pero la mujer que vive a mitad de cuadra junta firmas contra la obligatoriedad de la vacuna contra el covid, sale a buscar apoyantes a la peatonal y atropella a la gente con teorías conspirativas, generando dudas a quienes el éxito de las vacunas los ha hecho olvidar que antes las personas se morían de enfermedades como la difteria, la polio o el sarampión.

Está claro que los episodios no son comparables, pero todos tienen relación con la pandemia, las restricciones y sus derivaciones, y uno sólo intenta entender el estado mental de la ciudad en esta “nueva normalidad”. 

  • Cada vez me parece ver más gente en la calles
  • Es que los locos caminan, Fosforito

El cansancio se nota en todos. El encanto de la cuarentena terminó hace un tiempo largo. Y hay tantos que parecen desahogarse de un modo que se traduce en un comportamiento de “váyanse todos a la mierda. Acá estoy yo. Haciendo lo que tengo ganas. Cagándome en ustedes. ¡Tengo mis derechos!”

Desde hace meses casi todos los aspectos de la vida giran alrededor de la peste. Se tomaron medidas que significaron esfuerzos costosos para muchos. Hubo quienes tomaron nota de que, si cuidaban un poco del culito de los demás, se estaban cuidando también el propio.

Otros sólo se asfixiaron. Se fueron enojando con la realidad y los relatos de la peste. Les pegó por el lado miserable de su ser y sino, con suerte, se destaparon como simples tarambanas o abombados. Rebeldes sin causa o con una excusa para todo, da igual. 

Somos parte de una sociedad que vive con el temor a perder lo que es propio. Percibiendo al otro como una amenaza o solo con indiferencia. Atada a lo material como parámetro del éxito, el estatus y la razón (Cómo no va a tener razón, si tiene plata).

Atravesada por las ideas de que uno tiene que hacer la suya, salvarse como pueda y, ahora también, dejar morir a los que se tengan que morir. 

Hay otra peste que nos infectó hace mucho tiempo de egoísmo e individualismo, y resulta que ahora nos quieren convencer que de esta otra peste se sale con empatía, responsabilidad y solidaridad… 

Primero llegaron diciendo que la patria es el otro…

Ahora vuelven hablando de que primero los últimos y que cuidarte es cuidarnos y viceversa…

Cuando hasta ayer nomás el otro no existía.

Linda boga les tocó.

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