Como parte de las matrices de opinión fabricadas, algunos temen que su política hacia Cuba sea funesta, pero habrá que esperar a que se acomode en la Sala Oval, para saber cuáles serán sus pasos, pero cabe dudar que la CIA y otras Agencias de Inteligencia de su país, le permitan perder el terreno que han ganado con las decisiones tomadas bajo la presidencia de Barack Obama.
Obligatoriamente hay que recordar el error de cálculo cometido el 3 de enero de 1961, cuando el presidente Dwight Eisenhower, firmó la ruptura de relaciones de Estados Unidos con Cuba, soñando que la invasión mercenaria que venía preparando desde hacía varios meses, le permitiría derrocar a la Revolución encabezada por Fidel Castro, y retornar triunfantes a su edificio de granito blanco ubicado en el malecón habanero.
Al sufrir una aplastante derrota en las arenas de las playas de Bahía de Cochinos, esos sueños se esfumaron y la CIA perdió una importante plaza para llevar a cabo sus planes de Acción Encubierta, dependiendo desde entonces del apoyo de otros Servicios de Inteligencia como el británico, canadiense, español, belga, italiano, alemán y francés, entre otros.
De ahí que la recuperación de su estación local en Cuba, el 1ro de septiembre de 1977, durante la administración de James Carter, fue un avance trascendental para poder evaluar “in sito” la situación del país, el resultado de las medidas aplicadas contra el poder revolucionario, los disgustos populares ante la escases de productos provocada por su guerra económica, debilidades de algunos funcionarios que pudieran ser atraídos a trabajar para la CIA por altas sumas de dólares, las debilidades ideológicas entre los jóvenes y poder llevar acabo la influencia directa sobre sectores claves como el académico, intelectual y el artístico.
Durante la administración de Barack Obama, esas potencialidades se elevaron a partir de la decisión del restablecimiento de las relaciones diplomáticas, mediante el aumento del número de plazas en su embajada, lo que les permite un mayor contacto con miembros de la sociedad cubana, ampliar el estudio y captación de jóvenes a través de cursos, concursos y becas, así como el incremento de visitantes estadounidenses a la Isla, con la finalidad expresada de “trasladar sus valores y símbolos para poco a poco empoderar”, a su manera, a los cubanos.
Hay que recordar que Obama ha sido el presidente de Estados Unidos que más dinero asignó, públicamente, para las actividades subversivas contra Cuba, mediante la aprobación de no menos de 20 millones anuales, y con parte de ellos sostener a los grupúsculos contrarrevolucionarios y sufragar sus actos provocativos, orientados a crear la ilusión de que un movimiento popular gana espacio en la sociedad cubana.
Además, es el mandatario yanqui que impuso el mayor número de multas a empresas y bancos extranjeros, con la extraterritorialidad de su guerra económica, buscando el propósito de estrangular la economía socialista y hacerla inoperante, para que sea rechazada por el pueblo.
Desde el año 2009, la OFAC, Oficina de Control de Activos Extranjeros, sancionó a 49 empresas estadounidenses y extranjeras por violar las disposiciones de la guerra económica, comercial y financiera de Estados Unidos contra Cuba, por un monto total de 14.397.416.827 de dólares, algo que no tiene precedentes en la historia.
Por esa criminal guerra, Cuba se vio impedida de realizar pagos y depósitos en dólares norteamericanos, pues los efectos intimidatorios se han incrementado. En terceros países, bancos y empresas de servicio e incluso centros comerciales, cerraron las cuentas bancarias cubanas y la posibilidad de ejecutar compras, la negativa a otorgar créditos, y/o rechazar transferencias desde y hacia Cuba.
No es imposible que Donald Trump pudiera apretar aún más la tuerca, pero sí las medidas ejecutadas por Obama durante 8 años no asustaron a los cubanos, será muy difícil que, con 58 años de experiencias en acciones terroristas, planes de asesinato a los principales líderes, transmisiones radio televisivas con informaciones falsas y campañas mediáticas para desprestigiar la obra de la Revolución, puedan atemorizar a 11 millones de personas vencedores de miles obstáculos para mantener su soberanía.
Quizás Trump tome conciencia de tantos fracasos y se decida por otros planes más realistas, aceptando convivir con sus vecinos del Sur, aunque persista en derrotar el socialismo mostrando una cara diferente, pero para esa hipotética zanahoria el pueblo cubano también tendrá su respuesta, porque como dijera José Martí:
“…entre hombres viriles no cabe ofrecer ni recibir lisonjas”.