«Necesitamos algo para que la gente muera»

Un documento de 1978, dado a conocer recientemente, reveló las artimañas utilizadas en esa época por las tabacaleras del Reino Unido para superar la crisis del sector ante las evidencias de que el cigarrillo era nocivo para la salud: «Necesitamos algo para que la gente muera», señalaba un informe.
Según la asesoría Campbell-Johnson para la Asociación Británica de Tabacaleras, el consumo de tabaco era funcional al Estado, ya que el cáncer y las enfermedades asociadas al cigarrillo limitaban «el número de personas mayores dependientes que la economía debe mantener».
El autor del documento reconoce que «obviamente» estos argumentos «no se pueden usar públicamente», pero insiste: «Con un aumento general de la esperanza de vida, necesitamos algo para que la gente muera. En sustitución de los efectos de la guerra, la pobreza y el hambre, el cáncer, considerado como la enfermedad de los países ricos, desarrollados, tiene un papel que jugar».
Esta idea, considerada un «factor psicológico para continuar el gusto de la gente por fumar como algo placentero, aunque sea un hábito peligroso, no debe ser infravalorado», continúa.
Además, en el texto se reconoce el daño que le puede hacer a la industria la asociación del fumar con el cáncer de pulmón. «Este reto médico ha actuado como una bomba nuclear de efecto duradero» para el sector, admite el informe.
Otro argumento esgrimido en el informe para defender el consumo de cigarrillos indicaba que la demonización del tabaco podría ir acompañada «de una relajación ante la marihuana, o una asociación entre ambas sustancias». Aunque el tabaco sea una «droga de relajación» que puede ser «una bendición para la humanidad en un mundo estresado», su asociación con la marihuana sería perjudicial, insiste el texto.
El documento también daba pautas para intentar levantar la imagen pública del cigarrillo: «todavía hay margen para intentar conseguir que el fumar se considere uno de los hábitos que no son cuestionables per se», indica.
Una de las actuaciones es promover un código de conducta entre los fumadores que, si se siguen, «asegurará que no sean acusados por los no fumadores de que asumen arrogantemente el derecho a contaminar el aire a su alrededor».
«Su tono tiene que ser franco y positivo», y uno de sus objetivos debe ser «restaurar la imagen del fumador como una persona extravertida y sociable, y no el ser el neurótico, apestoso y marginal que pintan los antifumadores», concluye el informe.

Fuente: El Argentino

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