Carmen, la dueña de una despensa de calle Lamadrid, aseguró que no pudo subdividir su casa para un trámite sucesorio debido a que las autoridades no se lo permitieron dado que el barrio va a ser erradicado hasta el trazado del ferrocarril. “Tengo entendido que al barrio Puerto hasta la vía lo van a levantar todo”, señaló.
No obstante, señaló que no está de acuerdo en abandonar su vivienda actual. “Tengo una casa muy grande, la voy a dividir en dos y a mí un plan de viviendas no me conviene”, explicó. El problema es que la casa es propiedad tanto suya como de su hermana. En consecuencia, requerirían dos viviendas a cambio de la que ocupa hoy, ubicada en la cota 14,50. “Mi perspectiva es no irme, yo la voy a pelear y la voy a luchar”, dijo.
En consecuencia, indicó que prefiere quedarse a sabiendas de que la próxima crecida del río de magnitud nuevamente va a llegar hasta su casa. “A esto los sufro desde chiquitita”, señaló. Carmen habita en esa morada desde que tenía tres años. Y añadió que la mayoría de los vecinos piensa de la misma manera. “Todos la vamos a pelear porque tenemos casas muy grandes”, indicó la vecina.
Respecto de los $ 4000 que le entregó el gobierno para reparar los daños, sostuvo que no le alcanzó. “Hubo que limpiar todo, se levantaron los caños, se taparon las cloacas, se rompieron mesadas, hubo que cambiar las canillas, reventó casi todos los caños. La cloaca fue lo peor”, señaló Carmen. Al mismo tiempo, manifestó que aún no pudo pintar la casa por la “gran humedad”. “Quisimos pintar la cocina y reventó todo la pintura”, puntualizó. Además señaló que los muebles que tenía sufrieron los rigores del traslado. “Se te rompen cuando subís, bajas. Se te rompe todo”, indicó Carmen.
“Siempre prometieron viviendas”
Aníbal, otro vecino del barrio Puerto, tiene su vivienda ubicada en cercanías de Roque Saénz Peña y Bolivia. La casa, donde vive su familia, es compartida con su hermano. La primera secuela de la crecida es la humedad. “Esta es una casa vieja y la humedad es inevitable”, señaló. La construcción no sólo esta resentida por la última crecida sino también por las anteriores. Aníbal aseguró que aproximadamente 15 crecidas viene soportando su vivienda.
El vecino manifestó que no pudo cobrar los $ 4000. Sí lo hizo su hermano. “Está bien pero hubo muchos acá en el barrio que son tres o cuatro familias y cobraron más de uno: el hijo, la cuñada. Acá cerca cobraron $ 20.000”, dijo. La Cafesg abonó esa cifra a 1828 núcleos familiares de Concordia, Colón y Concepción del Uruguay, lo que implicó un desembolso de $ 7.000.000 en total.
Además, señaló que parte del dinero debieron utilizarla para pagar el flete. “El muchacho trabajaba para la municipalidad y nos cobró $ 300 para traer las cosas de la casa de un amigo”, indicó Aníbal. Incluso, sostuvo que le alcanzó para el “10 %” de lo que perdió. “Para pagar cuentas», acotó.
En la casa aún persisten las marcas de la crecida. En las habitaciones, las paredes están blanqueadas hasta una altura que supera largamente el metro. Además, el muro trasero de ladrillos está caído producto de la fuerza del agua y se ven los patios vecinos. Los cables de electricidad cruzan de una casa a la otra por encima de los muros. Es que la Cooperativa Eléctrica no autoriza más nuevos medidores en la zona. Los vecinos admiten que no tienen otra posibilidad más que “engancharse de la luz”.
La posibilidad de mudarse no está en los planes de Aníbal. “Yo me críe acá prácticamente y desde que ando siempre vino la inundación, siempre prometieron viviendas acá y allá y sin embargo sigo acá en el barrio”, indicó.
No obstante, recordó cuando el gobernador Sergio Urribarri estuvo en el paso a nivel de Roque Saénz Peña y las vías, lugar donde se detuvo el agua y se reunían los vecinos para observar las viviendas. “Pidió que nos pongamos de acuerdo, que vayamos, que hagamos esto y hagamos lo otro para que nos den las viviendas o que nos den para mejorar”, explicó.
En mayo pasado, el gerente de la regional Salto Grande del IAPV, Roberto Mazarello, señalaba que ya se había licitado y se abrieron las licitaciones en la municipalidad de los siete grupos que abarcan 448 viviendas para inundados. “Normalmente el estudio de las licitaciones lleva entre 30 y 45 días hasta su adjudicación”, señalaba y sostenía que en una semana estarían en condiciones de precisar cuando se estaría adjudicando la obra. No obstante, en el barrio Puerto desconocen todo acerca de las viviendas.
De todos modos, la opinión de no mudarse no es unánime. Una vecina de Aníbal preguntó sobre las viviendas y aseguró que las están esperando. “Hay gente que quiere casa; hay gente que quiere departamento. No podés conformar a todo el mundo”, reflexionó el vecino.
En todo caso, el vecino es partidario de la última opción porque prefiere quedarse. “Yo, si me dan para mejorar esto, ni me voy. Viene una inundación, te mudás para arriba y está todo bien, seguimos con el agua. Después de todo el barrio es retranquilo”, indicó
“Tuve que terminar con mi plata”
Matías es otro vecino del barrio pero su casa se encuentra por calle Buenos Aires, al este de las vías. Habitante de la zona desde que nació, señaló que en su casa persiste la humedad. “Brota todavía en las paredes, se cae el revoque. La pintura, en las partes que están húmedas, vuelve a brotar de nuevo”, indicó.
Sólo le faltó un metro más al agua para que tape el cielorraso de su vivienda. “En las partes que tenía machimbre, subió la humedad y me volteó todo el machimbre. Tuve que poner todo el machimbre de nuevo”, manifestó.
En cuanto a las pérdidas y el provecho que le sacó a los $ 4000, dijo que: “ayudar, ayudó pero no cubrís todos los gastos: tuve que terminar con mi plata”. En total, sostuvo que abonó entre $ 6000 y $ 6500. “Se rompieron muebles, se rompen cosas y eso lo tenés que volver a comprar vos”, indicó.
Por otra parte, comparte con sus vecinos la reticencia a mudarse del barrio. “Yo de acá irme no me voy. Nací acá y aparte mi casa es inmensa. No me voy a ir a una casa hechas así nomás”, admitió. “La mayoría de los que se quieren ir no son dueños de las casas. Aprovechan para agarrar una casa de arriba”, admitió.
Por lo tanto, Matías sacó cuentas y coincidió en que las inundaciones vienen “cada tanto”. La anterior a la última data de principio de la década del 2000. “No es que te llega todos los meses. Cuando me toque, voy a salir como salí: sólo nomás. Y volveré como hicimos nosotros: solos”, explicó.