martes 14 de octubre de 2025

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MODO AVIÓN

Por Fosforito

Estaba tirado sobre la colchoneta, mirando el tinglado del gimnasio e intentando recuperar el aire y las fuerzas para hacer una serie de abdominales a las que ya no les tengo mucha fe porque -por más que insista- no veo resultados evidentes. Cuando estoy tan cansado no tengo ganas de hablar, ni de pensar, ni de escuchar. Solo quiero quedarme mirando perdido, sentirme desvanecer con los ojos abiertos y olvidarme de todo en el placentero dolor de músculos que no sabía que existían.

Intentaba encontrar la voluntad para levantar las piernas de la línea del suelo y hacer lo que se llama “bicicleta” (un ejercicio para las abdominales) cuando empezaron a tirar verdura y cosas agarradas de los pelos.

-A ver, si estábamos tan bien, ¿por qué perdió Cristina, eh?

(Porque boludos como vos lo votaron a Macri, pensaba para mis adentros, mientras trataba de ponerme en “modo avión”)

Mientras tanto, un segundo mono parlante decía indignado “Ahora quiere cambiar la Constitución y los jueces para no ir presa.”  Ni puta idea, pero en su cabeza algo había entrado y lo repetía.

Un flaco, que apenas supera los 30 años, decía que con una bala en la cabeza se terminaban los problemas. Que hacía falta que vuelvan los milicos a este país. Que por esos tiempos se vivía bien y la gente podía andar tranquila por las calles, ir y volver sin que nadie te molestara… Y yo, mientras me ocultaba en mi interior e intentaba recuperar el aire y la voluntad, pensaba en cuántos que no volvieron nunca más, en esa deuda externa que se multiplicó por 7 entre los años ‘76 y ’83 (Un 360 por ciento más. Una mochila estimada en 1500 dólares por cabeza), en la represión brutal a las luchas sociales y sindicales porque el problema de fondo de la economía del país –así lo entendían- era la puja por la distribución de la riqueza.

Y uno escucha y calla. A veces para no discutir, para no pelear, para no ofender. Otras simplemente porque es más cómodo o porque le parece que no vale la pena.

Y por un momento, mientras mis latidos se normalizaban, tuve un sueño: Qué simple sería todo si uno no se preguntara mucho por nada. Encontrar explicaciones simples y contundentes para todo. Ser un  ignorante brutal y feliz que se atreve a decir cualquier cosa estúpida, con soberbia y aires de idoneidad. Mandar fruta así nomás, sin culpa y sin pudor. Soñé que la ignorancia me haría libre y despreocupado. Que mis ojos ya no verían la injusticia ni la mentira. Que mi razón estaría llena de certezas de las que no importaría indagar si eran verdades.

Pero fue sueño de un instante… Cuando volví en mí, me sentía todavía más hundido en el suelo.

Alguna vez escuche que el saber es lo único que nos hace libres… Sí, pero libres en un desierto. Y también que quien come de ese fruto es siempre expulsado de algún paraíso.

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