Los medios hegemónicos se han empeñado esta semana en informarnos de una disputa entre el ministro Guzmán y un sector interno de la coalición gobernante; los medios insinuaron que el diferendo se había suscitado cuando Guzmán, exhibió con satisfacción haber logrado que el déficit fiscal durante el primer trimestre de este año haya sido el más bajo de los últimos seis años. O sea, el más bajo incluso que el que tuvo durante toda su gestión el JxC. Según dichas fuentes, sus interlocutores le manifestaron que lejos de enorgullecer, esa noticia debía ser leída como algo contrario a lo que establece la doctrina justicialista, porque en la actual coyuntura de crisis había que emitir lo que fuera necesario para mitigar las necesidades del pueblo, agobiado por la pandemia, y no buscar ortodoxos equilibrios económicos.
A lo largo de las últimas décadas el campo de juego donde dirimen sus entuertos los grandes actores económicos de nuestro país es el cambiario. Cada vez que se devalúa los ricos son más ricos y los pobres son más pobres, y esto es así porque los grandes formadores de precios de nuestra economía, los exportadores de commodities alimentarios, y el sector energético, ganan más cuando el dólar, en pesos, vale más. Porque venden en dólares; por el efecto que una depreciación de nuestra moneda tiene en sus activos externos, no olvidemos que estos sectores son los que tienen fugados el equivalente a un PIB, en sus cuentas en paraísos fiscales. Y por otro porque los sueldos que pagan a sus trabajadores, ergo sus costos internos, caen en relación directa con la devaluación.
GUZMÁN, SUSURRANDO, L0S PEINÓ SIN USAR PEINE
Hace apenas unos meses, los grandes recaudadores de la economía, liderados por los dueños del multimedio Clarín, enviaron amanuenses a las cuevas del microcentro porteño, con el objeto de desatar lo que en la jerga se conoce como una corrida cambiaria, llegando a pagar en estas operadoras clandestinas (donde se operan cifras insignificantes en relación a las que se juegan en la macroeconomía, pero que son eficaces generadores de histeria colectiva) casi $ 200.- por cada verde billete. A lo largo de nuestra historia reciente eso hubiera significado instantáneamente dos cosas: devaluación y renuncia del ministro de economía. Sin embargo, no ocurrieron ninguna de las dos. Cuando nuestro didáctico ministro fue interpelado por la prensa en el medio de la tempestad, por los mismos agentes que provocaron la corrida cambiaria, el respondió imperturbable que era una corrida especulativa, que el gobierno tenía y usaría instrumentos macroeconómicos para enfrentarla y que el dólar, medido en pesos, bajaría. Y eso fue lo que ocurrió.
La semana pasada lo intentaron por segunda vez en el año y Guzmán les volvió a ganar la partida. Y no solo eso, la noticia que dio desde el ministerio, (repetimos: durante el primer trimestre el déficit fiscal fue el más bajo de los últimos seis años), los humilló. Desde La Nación y Clarín ‘economistas prestigiosos’ (SIC) y otros charlatanes por el estilo, se han venido desgañitando explicándonos que Guzmán no sabe nada, que es un desastre, que nos lleva al colapso económico. Y por izquierda ocurre lo mismo, lo quieren correr con declaratorias grandilocuentes y proclamas encendidas que nada tiene que ver con la realidad que le toca enfrentar al ministro. Digamos que la inserción de nuestro país en la economía global, está inscripta en un mundo donde las reglas del juego que debemos enfrentar son puestas desde las grandes usinas del capitalismo financiero, nos gusten o no, y mientras no cambien las cosas ese es el reglamento del juego y al que no le guste que se joda, como dice mi tía Evarista, a la que le queda bien decir malas palabras. Y ese es el escenario en el que Guzmán se desenvuelve como pez en al agua y también su maestro y mentor, Joseph Stiglitz, el premio Nobel de economía que luego de haber navegado en las oscuras aguas de la especulación financiera internacional, se reveló y pasó a ser el mayor crítico del capitalismo financiero global.
ENTONCES: ¿A QUIÉN LE CONVIENE QUE SE VAYA GUZMÁN?
El ministro es probablemente el mayor experto que jamás hayamos tenido al frente de esa cartera. Y no solo eso, es de los nuestros, como lo ha demostrado en incontables coyunturas recientes. Y el establishment lo odia, porque saben que sabe y que no lo pueden quebrar y ahora que les sacó $ 223.000.000.000 con el aporte solidario lo odian aún más, porque les tocó la única víscera que les duele. Y le han apuntado los cañones mediáticos que manejan, o sea casi toda la ‘prensa seria’ del país, para sacarlo del juego
Ahora sí, tratemos de ver a quién convendría la salida de Guzmán del gobierno.
-La renuncia del ministro de economía implicaría seguramente una devaluación y ya dijimos a quiénes le conviene que se devalúe.
-Devaluación y su consiguiente estampida de precios tendrían como consecuencia un brutal corrimiento de los recursos disponibles desde los sectores medios y bajos de la economía hacia los más ricos y consecuentemente una debacle electoral para el gobierno en las próximas legislativas; no es necesario aclarar a quien le conviene esto, como dice mi tío Pepe, el que nunca trabajó: carambola y palitos.
-Haber logrado el menor déficit fiscal de los últimos seis años, período macrista incluido, es una poderosa carta de negociación que necesita Guzmán frente al FMI, que es con quién estamos negociando precisamente en este momento. Y si fracasan estas negociaciones, una vez más sabemos a quién le conviene.
En definitiva, si finalmente volteasen a Guzmán, los endebles equilibrios que sostienen el gobierno de Alberto Fernández se desmoronarían como un castillo de naipes.
¿Y después? …como decía Luca Prodan: “mejor no hablar de ciertas cosas.