Mientras escribimos este balbuceo sobre el tema, atendemos el celular porque algún amigo nos reenvía un mensaje de texto en contra de la minería sin pensar que esa tecnología es impensable sin, precisamente, la minería. Tampoco la PC con la que seguimos balbuceando parolas. “Quien esté libre de culpa que arroje la primera batería de litio de su celular”, sería la bíblica premisa para no quedar excomulgado por la renovada religión ambientalista.
Así como se desarrolló el conflicto entre el gobierno y “el campo” este deja vu de aquello, la lucha contra la megaminería, separa como en aquella ocasión a unos y otros. Y ya sabemos cómo actúan desde el poder mediático quienes tratan de esmerilar el gobierno de Cristina Fernández, que pese a estos temas que generan contradicciones aún dentro de sus seguidores, sigue gozando de una imagen positiva cercana al 60 por ciento, para nada casual.
Lo que no llegamos a avizorar, al menos quien sigue con este balbuceo, es cómo resolverá el gobierno este conflicto. Las señales son confusas y la discusión sobre el tema también interpela a la actual gestión. No sabemos si las verdaderas razones por las que no hubo un debate previo es porque se subestimó la opinión de los que se sienten verdaderamente afectados o si, al fomentar una reactivación minera que genere empleo y recursos económicos en varias provincias, jamás se midió la reacción de los habitantes de pueblos cercanos a estos verdaderos emporios mineros que, la verdad hay que decirlo, asustan.
Y justamente asustan porque se escuchan voces de distintos grupos ambientalistas, a dirigentes políticos de la oposición, a opinadores de ocasión y también a mendaces carroñeros que demonizan a la mina. ”Mina que fue, en otros tiempos…” escribió alguien que jamás se imaginó este tango feroz.
Del otro lado, son muy pocas y tímidas las voces de quienes argumentan con conocimiento científico de que en realidad se trata de tremendismo mediático, o de cháchara anti K. Claro está, la densidad informativa, ya sabemos, pasa por los grandes medios que justamente exacerban una postura y acallan a la otra. Mientras hacen desfilar por los estudios de televisión a algunos dirigentes de la oposición que intentan con esta bandera, salir de la pino-soledad en la que quedaron luego del contundente fracaso electoral.
Justo es decirlo, no se dice palabra sobre otras contaminaciones, como por ejemplo el impacto del glifosato sobre las poblaciones rurales, porque están atravesados por intereses políticos unos y económicos otros, que entrarían en conflicto con un discurso general en defensa del medio ambiente.
Y nos deja a nosotros, ignorantes en la materia, totalmente desamparados, o casi, para poder discernir cuál es el camino para salir de este embrollo, o al menos, encontrar una veta en ese sentido.
Mientras tanto, que en varias provincias se desaloje de las rutas a los manifestantes con la intervención policial, poco ayuda para separar la paja del trigo.
Y así seguimos: balbuceando más preguntas que respuestas, atendiendo el celular con batería de litio de vez en cuando, disfrutando del fresquito de nuestro aire acondicionado que mejora nuestra calidad de vida, pero sospechando que afecta nuestra calidad ambiental. Interpelándonos si, en rigor de verdad, esta discusión sobre la minería no termina desnudando la hipocresía de nosotros, los ambientalistas.