Militancia ante todo y a pesar de todo

Tras el estallido social de 2001 parecía que la revolución volvía a estar otra vez a la vuelta de la esquina. Asambleas populares, piquetes y cacerolas las luchas era una sola. Las principales plazas de todo el país eran los centros de reunión de centenares de ciudadanos que empezaban a creer que había llegado la hora de tomar las riendas del asunto y que se tenían que ir todos los que fueron cómplices o partícipes políticos de la hecatombe. Pero los estallidos son exactamente eso: estallidos, fuerzas que se dispersan.
A raíz de los asesinatos de los militantes Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, el gobierno de Duhalde realizó su anteúltima gran jugada política –la última fue quizás sepultar políticamente a Menem-: apostó inteligentemente a establecer un cronograma electoral que le puso tiempos, ritmos y modos a la política. La movilización popular quedó desconcertada.
Luego el inesperado Kirchner dijo lo que todos queríamos escuchar, estabilizó la crisis, pegó un par gritos, emprolijó las instituciones, se toreó con algunos “BigMac” como Bush(h) y despertamos de la pesadilla de los desamparados porque encontramos un presidente joven que sabe y que puede. La Argentina quedo en relativa calma y los que pudieron volvieron a su huraña y tranquila vida cívica y el país ahora está creciendo -si bien los ingresos no aumentan, la recaudación sigue basada en impuestos regresivos e injustos, los presupuestos son muy parecidos a los de siempre- y la inflación no llega al 100 por ciento…
En ese contexto se dio el más reciente recule en la búsqueda de una construcción popular y otra amarga desilusión para todos los que militan en pos una construcción alternativa al modelo actual, incluyente, más justa y más participativa. Una desilusión anunciada: no se podía pensar que el cambio iba a darse de la noche a la mañana -aunque muchos ingenuamente, quizás por la inexperiencia y el deseo, así lo creímos-. La explosión nos encontró sin un plan. La situación hacía evidente la necesidad de cambios, de propuestas nuevas. Tuvimos un año (2002) propicio para construir alternativas pero no supimos armar nada nuevo.
Para Sebastián Pitavino (26), militante social, educativo que no pertenece a ninguna organización y por lo que el mismo se autodenomina “militante independiente”, “el estado actual de la militancia podría entenderse a que buena parte de la sociedad esta cooptada por discursos y gestos políticos como el acento en los derechos humanos, la renovación de la Corte Suprema, la derogación de las llamadas leyes del perdón que, si bien son cosas que uno rescata, no cambian los problemas de fondo. Los sueldos no están acorde a la situación, hay explotación, la estructura económica y social sigue siendo la misma. Dicen que el país está creciendo pero la mayoría de la gente no lo nota en el plato.”
Por su parte Leandro Pozzi (27), militante del MTL e integrante de la Federación Juvenil Comunista, adjudica el estado actual de repliegue en la militancia a un proceso histórico que comenzó con la última dictadura: “Para entender el estado actual de la militancia hay que empezar a mirar treinta años atrás. Comprender que, por aquel entonces, había un marco internacional que hacia creer que la revolución estaba a la vuelta de la esquina. Buena parte de ese marco cayó con la dictadura militar, con la caída de la URSS, la caída del estado de bienestar, la caída el muro de Berlín y las llamadas revoluciones conservadoras de Thatcher y Reagan -aquí con la versión menemista-. Antes, cuando querías, militar tenías como todo dado, un montón de lugares y opciones donde meterte. Hoy, en cambio, la militancia está en una etapa de reconstrucción. Yo me incorporé en la militancia al calor del no te metas, de la resistencia, de sostener las banderas rojas, de que la idea de la revolución seguía siendo válida, pero éramos los dinosaurios, los que no aceptábamos el éxito de Menem y compañía. En ese marco todo se viene abajo y hay que reelaborarlo.”
Hoy en concordia hay muy poco movimiento y después del auge de años anteriores, dentro de la militancia quedaron las misma caras, con frustraciones sumadas, cierto, pero con la misma ilusión encendida.
Según la perspectiva de los entrevistados por Debate y Opinión, la militancia se encuentra algo desconcertada, pero a la expectativa y en resistencia, producto de una sensación de bienestar brumosa producida por factores vagos como la esperanza K y crecimientos en los índices de productividad y consumo respecto a los años en que no consumíamos y producíamos nada, huíamos del país como ratas de un barco que se hunde y mirábamos a los más pobres con cierta benevolencia porque terminar igual que ellos nos parecía posible .
“Ahora hay un estado de a ver qué pasa”- intenta una explicación Leandro Pozzi-. “A ver que pasa con la realidad. Mucha gente sabe que tiene un plan miserable, o tiene un sueldo miserable o no tiene trabajo o está viviendo de la caridad. Y sienten que suben los precios, que el dinero nunca alcanza y que su realidad no cambia. Entonces los discursos rimbombantes no le cierran. Es ver si la resignación es definitiva. Hasta cuando aguanta este estado de estabilización de la crisis. Uno siente que la energía está pero aún no se encuentra una alternativa política que le pueda dar cause. No han habido avances en la organización.”
También para Pitavino, la militancia en Concordia está en un período de reorganización, de reencuentro: “Conozco muchos pibes que están militando en partidos, en gremios, que están involucrados haciendo trabajos de capacitación y contención en los barrios y todos quieren una transformación social. Pero nos cuesta juntarnos. Nos falta tiempo. La realidad cotidiana, el apremio, la subsistencia, no dejan mucho lugar para el encuentro y la organización. Sin embargo, hace poco, en algo más de 24 horas, organizamos un video debate en la Facultad de Sociales. Pedimos el gimnasio, repartimos unos afiches, organizamos una barra para juntar plata para alquilar un proyector para ampliar la película. Era un documental sobre la organización de un movimiento en los ´70. Más de cien personas fueron a verlo y se estuvo debatiendo hasta pasadas las doce de la noche. Fue un accionar militante, tal vez pequeño, pero es algo y todo suma.”

Por dónde pasa la militancia hoy

En términos generales, hoy hay un mayor interés en las personas por agruparse a raíz de de compartir opresiones, experiencias, resistencias y luchas comunes, más que por acuerdos ideológicos doctrinarios estrictos.
Las movilizaciones ecológicas se mechan con marchas por los derechos de las minorías raciales y sexuales, por la causa aborigen, por el esclarecimiento de un crimen y justicia, en defensa de la educación pública, por mayor seguridad, contra las corporaciones y la globalización, contra las leyes migratorias que perjudican a ciudadanos de países pobres, por los derechos humanos, contra las guerras. Hoy la militancia se muestra fragmentada y evita las doctrinas y los aparatos partidarios. Se organiza en ONG, en grupos horizontales y con modos de decisión propios, realizando trabajos comunitarios, acción social, en asociaciones culturales, estudiantiles y religiosas. A pesar de la aparente quietud, todavía mucha gente pelea por sus causas sectoriales e individuales.
Alejandro Montiel tiene 23 años y milita en el sector estudiantil, en su barrio y también se autodenomina independiente. Alejandro cuenta que para él la militancia ya no sólo pasa por militar en un partido, un gremio o alguna otra organización: “La militancia pasa también por hacer algo desde donde se pueda o se quiera, cómo se pueda y cómo se quiera, por más poco tiempo que se disponga. Pasa por tomar conciencia de la situación e involucrarse. Hoy la militancia está fragmentada y, si bien eso puede verse como un aspecto negativo, lo positivo es que hay gente todavía movilizada que hace lo que puede desde el lugar que puede por más que solo atienda la coyuntura de un sector. Es muy difícil movilizarse cuando uno está cada vez más pendiente de la subsistencia. Pero hay que tratar de ocupar todos los espacios por más pequeños que parezcan. El lugar que no ocupa uno lo ocupa otro. Hay que militar desde cualquier lugar: desde una revista, una biblioteca, el teatro, la escuela, el barrio, la radio o el trabajo. Hay que presentar resistencia desde todos los frentes.”
Sebastián Pitavino agrega que “hay que construir con la gente que se tiene, tratando de comprender su idiosincrasia, su cultura. Nosotros no pretendemos una revolución nostálgica. No tenemos idealizado como va a ser el cambio. Uno mira a veces a Venezuela, pero no quiere una Venezuela acá. No pretende copiar el modelo. Se observan las cosas positivas y se trata de ver como se podría adaptar acá, pero se tiene que buscar una versión propia, original. Querer transplantar modelos no ha servido.”

Divididos Resistimos

La mayoría de las luchas que perduran son luchas divididas que buscan soluciones a los problemas cotidianos, paliar las urgencias de ciertos sectores y reivindicar conquistas perdidas. Apuntar a lo urgente, a lo reivindicativo, a cuestiones que pueden encontrar solución en el corto y mediano plazo parece la forma más directa para lograr que sectores de la sociedad renuentes a participar puedan comprender que involucrarse es la única forma de avanzar hacia el tipo de sociedad que se desea.
Lograr la unidad, encontrar un criterio que reúna las luchas sociales son cuentas pendientes. Los militantes consultados si bien celebran las luchas que se mantienen y resisten, reconocen que mientras sean reivindicaciones aisladas, fragmentadas y sectoriales no se alcanzará una transformación hacia un modelo alternativo.
“Entre las organizaciones militantes hay un alto grado de dispersión. Lamentablemente el neoliberalismo penetró en todos lados, también la idea que yo tengo la razón, la idea de lo que yo digo es verdad y si alguien plantea algo distinto es porque está operando. No hay un espacio de articulación de las militancias. Estamos todos dentro de un desencuentro generalizado. De todas maneras se han dado cuestiones muy interesantes como fueron los primeros pasos del encuentro por la Soberanía Popular el año pasado, dónde asistimos militantes de distintas organizaciones. Por ahí haces una movida y aparecen cien o doscientas personas. Eso me da la pauta que hay una expectativa generalizada por otra cosa que todavía no aparece pero que se está buscando”, reflexiona Pozzi.
El individualismo, la cultura del beneficio personal, del no te metas, la desconfianza y la idea de que los demás son un peligro son ideas que definen nuestra época y que han permeado todos los aspectos de la vida y -¿por qué deberían estar exentos?- también han llegado a hacer mella dentro de la militancia.
Pitavino reconoce que “otro factor determinante por lo que no se ha logrado una unión de las militancias es debido a que más de una vez veíamos en el compañero al enemigo equivocado. A veces se intentaba organizar algo con gente de diferentes orgánicas y alguien no aceptaba esa diferencia, no aceptaba que las cosas se podían hacer de otro modo al que pretendía. No se buscaban los puntos en común. Creo que ahora se ha aprendido algo y estamos en ese punto de juntarnos por lo que nos une y no de mantenernos alejados por las diferencias.”

Los desafíos de la militancia

“Hoy el desafío es cómo generar espacios de discusión, dónde la gente pueda ver que ahí se dan discusiones que le importan y que su participación es clave. El desafío es como recomponer una nueva institucionalidad popular. Cómo organizar un centro de estudiantes -por ejemplo-, para qué, cómo, de qué manera. En esta etapa, la militancia tiene que ver con cómo subsanar eso y tiene que ver con crear conciencia y luchar contra la impunidad de naturalizar lo que es insoportablemente inaceptable.” Define Leandro Pozzi
“El desafío es no estancarse y frustrarse, empezar a encontrarse, juntarse y organizarse tolerando las diferencias y sin perder de vista al verdadero enemigo. El desafío es también retener compañeros y sumar nuevos: No dejar que los que están bajen los brazos y tratar de entusiasmar a más gente.” Concluye Alejandro Montiel.
En estos tiempos raros de la era K. -dónde uno confunde de qué lado de la cancha juega y no sabe para dónde patear la pelota (valga el eufemismo para seguir con la manía mundialista). Tiempos en los que, por momentos, uno duda si con sus reclamos, acciones y opiniones no está jugando el partido que favorece al rival-, el trabajo de la militancia parece ser el de señalar lo que sigue estando mal, lo injusto, y reconocer y apoyar las decisiones políticas que mucho tiempo atrás (más o menos tres años) parecían impensadas, mientras se avanza en la reconstrucción de la organización popular.
En claro, continúa quedando, que la participación es la mejor herramienta para hacer que esta democracia valga la pena y avanzar hacia un cambio de la estructura económica y social que mantiene en la pobreza y la ignorancia a millones de personas, saquea los recursos naturales, somete la soberanía del pueblo, premia a los egoístas y mata de hambre y tristeza a miles de niños.

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