Por Fosforito
Todos, de un lado y del otro, le estamos reclamando al presidente – y sobre todo a él- que defina, que tome partido.
Unos le piden que meta la pata en el acelerador, que arremeta, que avance, que para eso lo votaron. Quiere que los que hicieron plata cuando todos perdían, pongan más ahora durante la transición de la crisis, que no retroceda más, que deje de mostrar indecisión o debilidad, y mucho menos empatía.
Otros. Una población que seguramente no lo votó, ni lo votaría, pero para quienes también es el presidente, le reclaman derechos, garantías y seguridades de distintas índoles. Una resistencia ideológica conservadora en una parte de la ciudadanía, y el status quo, reclaman lo mismo. Una mezcolanza recelosa para la que también gobierna y administra.
Y el poder que está plantado en el medio del ring y, como un boxeador a la defensiva, retrocede en pasos cortos solo para encontrar la distancia justa para meter el golpe certero. Que espera que Fernandez le ponga freno a cualquier intentona política que huela muy K.
De un lado y otro, todos exageran cualquier conflicto, todos se desesperan, y se activa una maquinaria para disputar la opinión pública, lo que la gente piensa, se hace mucho barullo que se diluye con un próximo barullo.
El cambio es un proceso. Nada es de la noche al día. No sin costos. Sin conflicto. .
-¿Salimos a presionar bien arriba, Fosforito? ¿O esperamos en el medio?
– Y… Hay que ver contra qué rival jugamos, estimado
Un gran técnico dijo que el mejor resultado era el 0 a 0. Claro que uno siempre quiere ganar el partido. Pero salir a buscar el resultado tiene sus riesgos, más si el rival es potencia y tiene un ataque temible.
Pero claro, mientras tanto los títulos no llegan. Las temporadas pasan y nos sentimos como los hinchas de Racing durante la larga sequía, recordando el gol del “Chango” Cárdenas, una y otra vez (“Hasta que un día la pelota pegue en el palo”, dijo uno).
La realidad no cambia sustancialmente para los que no quieren meterse o no entienden de estas discusiones. Todo les parece igual, viven la noticia del día, no hay hilo, y la película siempre está empezando. La gente de a pie se hincha las bolas, deja de creer para no creer en nada o terminar creyendo cualquier cosa. Más preocupada por sobrevivir que por discusiones que no van a poner comida en el plato. Por lo menos, así lo entiende.
Este es un tiempo para los moderados. Para avanzar con sigilo. Dos pasitos para adelante y un pasito para atrás. Cuidar el resultado y seguir en competencia.
El pasado inmediato, que se empecina en volver para mantener sus privilegios intocables y su libertad de acción para hacer negocios como más convenga y a costa de cualquier costo, es el modelo del gobierno pasado, que trajo la calamidad que padecemos, con tanta suerte que sobre llovido llegó la peste.
El pasado anterior, los doce años K, es una herida que no cierra, mezcla de mucho odio y gran felicidad, que tocó fibras sensibles de un lado y otro de la trinchera.
En los extremos, hay extremistas. Dispuestos a inmolarse por sus causas egoístas, delirantes, fanáticas o altisonantes. Que parece que intentan polarizar a la población hasta que solo quede un enfrentamiento de dos facciones. Que abonan la idea de cuanto peor, mejor. De profundizar las contradicciones, hasta el enfrentamiento fratricida y el estallido de ser posible.
A río revuelto, ganancia de pescadores.
El camino más corto entre un punto y otro es a línea recta, pero no siempre se puede avanzar yendo sólo para adelante.