MEMORIA

El Concejo quedó sin quórum el 2 de diciembre. Debía votar Una declaración de interés. El objeto era el acto de señalización, como sitio de la memoria, del Regimiento. Recordar que allí funcionó un centro clandestino de detención, secuestro, torturas, desapariciones de personas. Ediles de la oposición arrojaron un fárrago de falacias indigeribles. Fútiles, livianas, irrespetuosas. Del orden de la banalización del dolor, del horror.

Ana Arendt  trepa a nuestra conciencia cada vez que se escupen barbaridades sobre temas tan delicados, tan graves. Cuando se naturaliza y se justifica el Mal. Cuando nos obligan a padecer los mismos túrbidos lugares comunes. Reivindicaciones y negacionismos, ya son insoportables. “Teoría” de los dos demonios. “Necesidad” del perdón y la reconciliación. De no” reabrir heridas”. De no “culpar a los de afuera, en un problema que fue entre nosotros”.  Que el “Ejército no se merece”.

Ese fue el tono malogrado de las pretendidas argucias. Del insulto a las víctimas. Que son los desaparecidos. Que son sus familiares y amigos. Que somos todos. No merecemos tanto estropajo.

Los dos demonios, no solo niegan el terrorismo de estado, sino que  remiten a la idea de la víctima culpable, de lo que señalaré algo, por ser un legado siniestro, vigente: La posibilidad del perdón presupone el arrepentimiento por el daño del ofensor. Nunca sucedió, por el contrario han reivindicado el genocidio.

El ofendido es el Hombre. Porque son delitos de Lesa Humanidad. Se trata de todos modos, de Justicia, a partir de la verdad. No hay comunidad posible, sin Justicia cuando hubo una atroz violación de los derechos humanos.

Por otro lado, las actuales fuerzas armadas se merecen, a partir de estos actos, recobrar los ideales sanmartinianos, desprendiéndose del lastre de los genocidios, de los que no son responsables.

Al turbio oscurantismo se suma la ignorancia. No fue “entre nosotros”.  La feroz represión cuyo fin fue la imposición de una política económica en beneficio del capital, castigando a “millones de seres humanos con la miseria planificada” (Rodolfo Walsh), fue el producto de una estrategia continental que se conoció como “Plan Cóndor”. Consistió en la coordinación de la represión, secuestro, asesinato y desaparición de todo opositor a los Regímenes Genocidas instalados simultáneamente casi, en Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Chile, Argentina. Su estreno, incluso, fue previo al golpe. Su primer acto fue el asesinato del General Prats, patriota chileno, organizado conjuntamente por la CIA, la dictadura chilena de Pinochet y la” Triple A”, poco después de la muerte de Perón.

Otros concejales oficialistas se retiraron ese día dejando el recinto sin quórum. Algunos manifestaron sentirse “descompuestos”, ratificando en ese significante, el carácter implacable y revelador de la verdad del inconsciente descubierto por cierto maestro Vienés.

Afortunadamente, y por intercesión de familiares y amigos de detenidos y desaparecidos, el 6 de diciembre se dio quórum y se votó favorablemente la resolución. El 7, una enorme cantidad de personas asumieron un nuevo acto ético por la memoria, la verdad y la justicia. Por los 30.000 compatriotas desaparecidos. 

VICTIMAS CULPABLES

 “Los inocentes son los culpables, dice su señoría, el Rey de espadas”. (Canción de Alicia en el país. Charly García)

La Dictadura Cívica Militar eclesiástica, no solo impuso una modificación de la estructura económica que benefició a los poderosos y destruyó a los trabajadores, a través del Terrorismo de estado, sino que dejó legados en la cultura y el lazo social: El terror traumático, el egoísmo y el individualismo feroz, la represión, el silencio, la censura, la competencia en lugar de la cooperación, la meritocracia,  la desconfianza en el “otro”, la ruptura de los lazos de solidaridad, fundamentalmente, entre muchos otros con los que cargamos aun generaciones enteras.

Una idea, asociada a la teoría de los dos demonios, es la de la víctima culpable.

Como perversa paradoja, aquellos que eran secuestrados, torturados y desaparecidos, eran los responsables de sus desgraciados destinos. Esa idea se expresaba en frases comunes en esas épocas: “En algo andaría”, “algo habrá hecho”, “por algo será”, cuando algún vecino desaparecía, luego de ser secuestrado.

La “justificación” reflejaba terror, complicidad o canalla. La espantosa noción pretendía justificar  los secuestros, torturas, desapariciones, los vuelos de la muerte y el robo de bebés en la conducta de la víctima.

Es necesario repudiar la idea de víctimas culpables e inocentes, pues todas lo son. Sobre todo porque esta idea persiste como un reflejo, agitada por los poderosos medios de (in) comunicación, ante los más variados y atroces hechos. Poniendo en cuestión el largo de una pollera para banalizar (justificar), una violación o un abuso sexual. Supuestas conductas provocativas para minimizar la violencia de género. Delitos reales o supuestos,  para justificar cobardes linchamientos o  fusilamientos como en el emblemático “caso Chocobar”. O de gatillo fácil. Como una rémora de la Dictadura, los medios hegemónicos lo disfrazaron de “enfrentamiento”.  Los “comunicadores” aclaran que la víctima, como Luciano, de Miramar, “no estaba haciendo nada”.

Esta ideología de la culpabilidad de las víctimas se extiende al terreno social cuando se interpreta la pobreza como efecto de la responsabilidad de las víctimas.

El análisis se completa con una dosis de racismo cuando se adjudica a la  pereza y haraganería las “causas “de la miseria de enormes sectores de la población. Esa, y no el capitalismo que concentra la riqueza en pocas manos, esa, y no la explotación del hombre por el hombre, sería la causa de la expulsión socio económica de miles de compatriotas. En definitiva, el pobre es culpable de su pobreza.

Yendo a los orígenes de nuestra nación, los habitantes originarios fueron declarados culpables, por bárbaros, por obstaculizar el progreso civilizatorio, de su propio exterminio. También ellos, como lo documenta notablemente Marcelo Valko en “Pedagogía de la desmemoria”, sufrieron el primer genocidio (no en vano autodenominado “proceso de organización nacional”) y sus consecuencias de tortura, apropiación de niños y campos de concentración.

NO SON SOLO MEMORIA

El Concejal Gallo, dijo en esa infausta sesión que “El Regimiento de tanques 6 Blandengues fue uno de los sitios del Terrorismo de Estado que dejó como saldo pérdidas de vidas, desapariciones, destrucción del aparato productivo, además de otras consecuencias sociales. En este Regimiento hubo secuestros, torturas y desapariciones. Recordó que en las dos causas (Harguindegui y Paraná 2) que fueron juzgadas por la Cámara Federal de Paraná hubo sentencias de cadena perpetua contra Naldo Miguel Dasso, entonces Teniente coronel y Jefe del Área 225 como resultado de los secuestros y desapariciones de tres concordienses: Jorge Emilio Pappetti, quien era soldado, Sixto Francisco Salazar y Julio Solaga. También fue condenado Gonzalo López Belsué, quien era Teniente primero”. Indicó que “estos sitios sirven para la consolidación del “Nunca Más” y la no repetición”.

Jorge Emilio Pappetti nació el 27 de abril de 1953. “Siempre formó parte de grupos de trabajo comunitarios, donde se sumaba con su alegría y solidaridad. Así llegó hasta el Padre Andrés Servín que a finales de la década del 60´ya promovía la autoconstrucción de viviendas. El compromiso social y la solidaridad lo caracterizaron. Soñaba con una sociedad distinta, igualitaria, inclusiva” (“No son solo memoria: Historias de detenidos desaparecidos de Concordia”, compilación Gisela Anabel Romero). Fue detenido en el Regimiento 6, donde cumplía el Servicio Militar obligatorio donde cumplía la guardia y permanece desaparecido desde el 16 de marzo de 1977.

Julio Solaga, nació en Concordia el 16 de Julio de 1951. “Julio significó un ser humano excepcional. La faceta que más recuerdo es su serenidad, su entrega, su tolerancia en las discusiones, su compromiso por un país diferente y una sociedad más justa. Su coherencia entre lo que se dice y lo que se hace” (Hugo Cives   amigo y compañero de militancia en Santa fe, en “No son solo Memoria…).el 22 de noviembre de 1976 fue secuestrado frente a su casa, ubicada en Damian P. Garat 864. En ese lugar y como un genial entrecruce entre el arte y la memoria se erige el mural “Secuestro”, realizado por el artista Nicolás Pasarella.

Sixto Francisco Salazar fue detenido ilegalmente el 26 de mayo de 1976, a la salida de su casa en inmediaciones del cementerio nuevo de Concordia, permanece desaparecido. “Recuerdo que el conseguía un trabajo, a los dos o tres días llegaba contento a contarme que los compañeros lo habían elegido delegado y yo me ponía contenta por él, pero sabía en qué terminaba todo eso. Al tiempo siempre conseguía un beneficio para sus compañeros, pero a la hora llegaba a casa el telegrama de despido. Recuerdo que en el año 68 o 69 viajó al sur por la temporada de cosechas y volvió enojado porque decía que a las mujeres, y entre ellas chicas de 14 y 17 años, las hacían trabajar a la par de los hombres y les pagaban menos. Me dijo que iba a volver para cambiar eso y así fue; al tiempo recibí una carta suya diciéndome: “Mi amor, estoy muy contento porque logré que a las compañeras se les pagara lo mismo que a los compañeros, aunque a mí me echaron. Pero no te preocupes, ya estoy por conseguir trabajo en otro pueblo” (Elba Irene Consol, esposa de Sixto en “No son solo memoria…”).

Este libro maravilloso del que extraemos breves fragmentos,  “No son solo memoria, historia de detenidos y desaparecidos de Concordia”, que considero debiera ser de lectura básica en las escuelas, tiene una mirada muy particular. Además del ejercicio del recuerdo que supone de nuestros vecinos que fueron víctimas de la Dictadura genocida, echa luz sobre un carácter común que ayuda a entender los siniestros fines de la dictadura.

La solidaridad, el amor, el compromiso y la lucha por un mundo mejor, más justo e igualitario aparecen como rasgo común en todas las historias. Es por ello que el acto de señalización del sitio de la Memoria, es un hito más en ese ejercicio ético, de responsabilidad ciudadana que tenemos todos para mantener vivo el lema de “Memoria, verdad y justicia”, como pilar básico de la convivencia social.

 

(*) Psicólogo. MP 243

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