“Desde niña siempre me gustó interactuar y ayudar a los demás; me atraía mucho todo lo relacionado con la antropología, lo sociológico y comunitario. La verdad es que no necesariamente había pensado en ser médica, pero al llegar la hora de elegir mi carrera leí un artículo de un diario que me ayudó a tomar la decisión. Justamente hablaba sobre una de las tantas crisis nutricionales que siguen asolando año tras año a Somalia. En este artículo se relataba la tarea de los trabajadores humanitarios en su intento de ayudar a disminuir las muertes y el sufrimiento de los somalíes. En ese momento algo en mí me dijo que eso era lo que yo quería hacer”.
Cuando cursaba el 5° año de medicina en la Universidad Nacional de Córdoba, una médica cordobesa que trabajaba para Médicos Sin Fronteras fue invitada a dar una charla en la universidad. Verónica se contactó con ella para que le contara su experiencia, y así conoció y se acercó a esta organización médico-humanitaria.
“Hoy ya llevo más de seis misiones en tres continentes. He trabajado tanto en grandes ciudades con personas excluidas socialmente, como en medio de montañas aisladas donde las madres deben viajar durante horas y horas para poder controlar su embarazo o traer a su hijito enfermo. He aprendido a apreciar y respetar la diversidad y a comunicarme con pares de las formas más inimaginables. He tenido que hacer procedimientos médicos que nunca antes había hecho y que gracias al coraje y la entrega del paciente le han salvado la vida. He aprendido a escuchar de otra forma, de esa forma en la que uno se siente parte de esa realidad, siente que lo que le pasa al otro no le es ajeno sino propio. He aprendido a bailar música africana y a llevar un velo en mi cabeza para respetar la cultura islámica. He hecho muchos buenos amigos con quienes compartí momentos tensos y difíciles y otros de intensa alegría y felicidad”.
Estando en Irán, Afganistán, Palestina, República Democrática del Congo, Zimbabue, Haití, conoció distintas realidades, diferentes idiomas, paisajes variadísimos, climas extremos. Pero, a pesar de las distancias culturales, Verónica entendió que los seres humanos son muy parecidos cuando están expuestos a necesidades primordiales.
“Hay amigos que te preguntan si es duro, difícil. Yo les cuento que sí, que es arduo estar lejos de la familia y los amigos pero cuando uno está en misión se hace su propia familia ‘temporal’ con los compañeros de ruta, con quienes convive. También está la gran familia extendida formada por la comunidad donde te encuentras en ese momento; personas que te enseñan sus costumbres, te cuidan y apoyan para que te sientas en casa”, relata.
La experiencia de esta pediatra le enseñó que el día a día pasa rápido entre el trabajo en un hospital o haciendo clínicas móviles; buscando a la gente más vulnerable, más desprotegida, dialogando (o a veces, discutiendo) con las autoridades por alguna causa justa; investigando algún brote de sarampión o cólera; programando una campaña de vacunación; jugando con los niños en el Centro Nutricional adonde fueron para tratarse de malnutrición, o festejando el alta de un paciente que tenía pocas chances de supervivencia. “Y cuando ya te acostumbraste a tu vida allí, llegan las vacaciones o la vuelta a tu tierra querida. Y descansar para reponerte y acumular energía para salir en una nueva misión”.
Para Verónica, ser una médica sin fronteras es uno de los trabajos “más reconfortantes y estimulantes que puedan existir”. Sin embargo, llega un momento en el que el cuerpo y la mente piden parar de deambular y afincarse en un lugar.
“En este momento he decidido seguir colaborando con Médicos Sin Fronteras desde aquí, desde mi país, con el bagaje de mi experiencia como asociada y transmitiendo el mensaje de la gente que lamentablemente todavía necesita de organizaciones como Médicos Sin Fronteras para que se respeten y resguarden sus derechos. Ojalá mucha gente sienta la importancia de ayudarnos y acompañarnos. El mundo necesita que trabajemos y luchemos por lo que creemos justo. Y para esto no es imperativo volar a China o al Congo, se puede participar desde donde uno está, con lo poco o mucho que uno tenga para dar y compartir. Ojalá el mañana nos encuentre más unidos”.
Fuente: Médicos Sin Fronteras