
¿Eso se debe a que en Concordia la gente es reacia a participar de las movilizaciones? Ayer a la tarde en Gualeguaychú, se realizó una marcha para pedir justicia por Ángel y Mateo, un padre de 32 años y su hijo de 12, ambos oriundos de esa ciudad que murieron en febrero pasado en Corrientes cuando fueron atropellados por el empresario Matías Piattoni, quien manejaba su Ford Mustang supuestamente bajos los efectos del alcohol y las drogas. El motivo de la manifestación fue el cambio de carátula en la causa, que le permite al acusado esperar el juicio en libertad y bajó considerablemente la pena que podría recibir, que va de los 3 a los 6 años de cárcel. ¿Fue mucha gente? Participaron 50 personas.
La respuesta parece pasar por otro lado. La sociedad hace mucho tiempo naturalizó las esporádicas muertes violentas en los barrios como resultados de riñas familiares, enconos de vieja data o ajustes de cuentas. Tampoco parece alterar la cotidianeidad el accionar de los motochorros o los arrebatos a plena luz del día como de la noche.
Pero ayer quienes marchaban no eran víctimas de delitos comunes. Entre otros, eran los familiares de Mariela Costen, una mujer que falleció al ser baleada en la cabeza durante un asalto en la madrugada cuando venía de festejar el día del amigo en julio de 2019. Un hecho que conmocionó la ciudad en su momento. O los deudos de Cordero, un chofer de remisse que salió a trabajar a las seis de la tarde y no volvió más a su hogar.
Ayer, Silvia Costen, la hermana de Mariela, dejó traslucir su malestar por sentirse la orfandad de los concordienses. La mujer admitió que esperaba mayor acompañamiento de la gente. “Yo los acompañé en su momento”, recordó. El reclamo era para los choferes de remisses, y los motomondados. “Podría haber estado un ratito, no les pedimos una hora, aunque sea 10 minutos acompañándonos”, indicó.
Si la marcha buscaba manifestar el malestar de la gente ante el comportamiento de los jueces, a quienes acusan una y otra vez de ser demasiado permisivos con quienes cometen delitos, no tuvo ningún efecto. O sí: mostrar la indolencia que se desprende de una sociedad que solo reacciona cuando los hechos son recientes. Más de un vecino debe pensar que con el juzgamiento de esos casos se termina el problema de la inseguridad. Pero, aunque hay personas detenidas en todos los casos, las muertes siguieron.
¿Donde está la solución a la inseguridad? No hay una sola respuesta: son varias. Y deben trabajar en las mismas las autoridades judiciales, policiales y políticas. Pero la sociedad, cruzándose de brazos y esperando que todo se resuelva de un día para el otro, no contribuye demasiado. Belén Cordero, hermana de Gustavo, hace dos semanas, le pedía a la gente que se empiece a preocupar y que no piense que nunca les puede pasar atravesar una situación límite. “La gente no se autoconvoca y no va a las marchas porque dice ‘ah no, era un remissero’. Pero podes ser abogado, contador, periodista, bombero, policía, carnicero, panadero; no estás exento que no te pase”. “Me pasó a mí que nunca fui a una manifestación de pedidos de justicia en Buenos Aires que hay miles y voy a empezar a ir porque ahora también me pasó”, dijo.
Opinión: Guillermo Coduri