Maltrato Intrafamiliar: Derribando mitos

En relación al maltrato infantil intrafamiliar, rara vez se abordan los mitos que hay al respecto. Las raíces de este posible tabú, tal vez se halle  en la idealización de la paternidad y la maternidad, una romantización que se ha construido en relación a la familia como espacio de amorosidad natural, profundamente influenciada por las creencias religiosas que a lo largo del tiempo han construido una estructura cultural difícil de desarmar.

La Ley Provincial 9861 de Protección Integral al Niño y al Adolescente dispone que “se considera niño todo ser humano desde el momento de la concepción y hasta los dieciocho años de edad y a su respecto los términos niña/niño/adolescente se utilizan con idéntico sentido. Ello no obstante, las particularidades propias de cada etapa del desarrollo infanto-juvenil deben ser tenidas concretamente en cuenta para la determinación del contenido específico de sus derechos, en toda intervención o medida que se adopte y especialmente a fin de que el niño, en consonancia con la evolución de sus facultades y con la orientación y asistencia de sus padres o responsables, pueda ejercer por sí los derechos que se le reconocen”

 Cuando de niñez y adolescencia se trata se suelen tener miradas construidas mediante la llamada “sabiduría popular” o dicho de otra forma, relatos callejeros que circulan sin pruebas ni confirmación pero que se repiten y afirman sin análisis alguno.

Uno mito es que el maltrato infantil intrafamiliar se da en las clases sociales bajas o desfavorecidas socioeconómicamente. Si bien la pobreza es un factor de riesgo significativo, el maltrato infantil ocurre en todas las clases sociales. Las diferencias económicas solo hacen que sea más o menos visible el maltrato, según el nivel adquisitivo de los adultos a cargo de menores. Sin embargo es más fácil proteger a un niño o adolescente maltratado de clase  baja,  porque se puede detectar rápidamente con los dispositivos públicos; que a un niño de clase social media o media alta.

En las familias con poder adquisitivo es más difícil develar la violencia e intervenir desde el estado, porque se descartan las sospechas ante una marca, es más fácil creer que un niño se cayó, que  se quebró jugando, cuando en realidad esas lesiones son producto de maltrato y de violencia intrafamiliar.

Otro mito es que los padres pueden educar a sus hijos como lo deseen y el disciplinamiento violento es una forma de educación.

Los y  las hijas e hijos no son propiedad privada de los padres, ellos y ellas  solo son responsabilidad de los adultos que están cuidando de su crecimiento, cada niño-niña y adolescente es una persona íntegra con derechos individuales, estos no están atados al antojo de padres o familiares, su obligación es otorgarles un ambiente  sano mental, emocional y físicamente. No se les trata como un objeto que se puede descartar, romper, tirar, abandonar o retomar cuando así se desee.

Un niño-niña, adolescente es una responsabilidad que asumimos al momento de integrarlos a la vida familiar, es una elección  y una decisión personal donde se elige cuidar su crecimiento sano y feliz.

Otro mito es que la naturaleza humana impulsa a les progenitores, naturalmente a ser cuidadores y protectores de niños y adolescentes, por lo tanto  una situación de maltrato es antinatural. La maternidad y la paternidad son construcciones culturales. No somos una especie que tenga el cuidado en su  estructura genética, sino que en realidad es un proceso  que se va aprendiendo y desarrollando a lo largo de la vida,  en el entorno en que cada uno se desarrolla, que al llegar a la adultez, en general,  se tiende  a repetir o cambiar (según las huellas que hayan dejado en la vida de cada uno)  

Ser padre, ser madre no es natural. Lo que es natural es engendrar y perpetuar la especie, eso sí es natural, pero no el rol sociocultural que implica la paternidad y la maternidad.

Quiénes maltratan a los niños y adolescentes lo hacen de manera intencional,  conscientes de la acción que están llevando a cabo. Este es otro mito. Muchos adultos no tienen conciencia de estar maltratando. A veces, dada la construcción cultural de los mitos anteriores, piensan que están educando y que así se está forjando una personalidad para el futuro. En realidad, lo que están dejando son huellas permanentes en la psiquis de esa niña-niño y adolescente. Que afectará su personalidad, pero negativamente.

Las frustraciones personales de los adultos, las presiones laborales, las carencias socioeconómicas, las dificultades emocionales de las parejas suelen descargarse en niños y  adolescentes; y no es que lo hagan intencionalmente, sino simplemente, los adultos, no saben cómo manejar sus emociones, no pueden adecuadamente descargar sus frustraciones y lo hacen en forma de maltrato  hacia quien es más indefenso e indefensa, más débil y dependiente, en el grupo familiar.

Solamente cuando las lesiones son visibles y graves se debe intervenir externamente. Este es un mito que permite que durante mucho tiempo les niñes y adolescentes sean maltratados, la no intervención a tiempo genera un espiral de violencia, es decir, un incremento permanente de las formas de violencia que suele hacer eclosión en la pre-adolescencia y en la adolescencia, cuando empieza la etapa de rebeldía, confrontando al adulto que ha venido maltratándoles durante muchos años.

Por eso, como adultos responsables, sean educadores, agentes de salud, agentes de cualquier institución pública o simplemente conocedor de una situación de maltrato se debe intervenir. El primer paso es escuchar, observar, relacionar los relatos, derribar estos mitos, no creer que hay acciones o actitudes “naturales” o porque se han realizado históricamente así, deben permanecer así.

Es responsabilidad de cada adulto proteger a la infancia y adolescencia desde una forma sana y cuidada  que les garantice crecer en paz para tener en el futuro una sociedad más pacífica. El futuro es hoy.

 

[1] Menninger Karl (1893-1990) Psiquiatra y psicoanalista norteamericano

 

 

Lic Verónica López

Tekoá Cooperativa de Trabajo para la Educación

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