Por Fosforito
En una semana tres personas del mismo lado de “la grieta” (para simplificarlo de una manera brutal), absolutamente desconocidas entre sí y en ámbitos muy distintos, me expresaron que estaban hartadas de cierta “prensa amiga” que todos los días denuncia la corrupción y las desavenencias del gobierno anterior, que insiste en destapar alguna olla nueva aunque adentro solo haya arroz hervido y mucho vapor.
No, no es que quiera –ni por asomo- olvidar el pasado.
Sólo que basta.
No se puede recordar al muerto todos los días. Porque es como si no se hubiera muerto.
Hagamos el duelo y pensemos en la vida que queda
Fíjense que en plena pandemia, en plena renegociación de la deuda, en este tiempo tan delicado, se la pasaron hablando de un ex presidente que –agotado- se fue a París a tomar distancia de la histeria criolla.
Sin embargo su nombre estuvo en todas las pantallas, escupido con precisión quirúrgica por comunicadores, que pueden ser del palo o no, pero que agotan a la audiencia reafirmando sobre lo afirmado, incluso, a quienes acuerdan en casi todo lo que dicen.
Ya no quiero que me hablen de Macri.
Ya no quiero meterme en esa correntada furiosa de dimes y diretes, de acusaciones cruzadas, que no deja pensar ni respirar.
¿Me parece a mí o las noticias tremebundas de corrupción ya no causan tanto impacto ni interés?
Nos volvemos indolentes. Nos acostumbramos al escándalo como al ruido del despertador y, lo peor de todo, dejamos de confiar.
El escepticismo no es bueno para uno, tampoco para la sociedad. Entre la locura y la apatía tiene que haber un lugar…
-Fosforito, ¿estamos con otra recaída?
– La mala prensa no existe, estimado.
Existe un viejo dicho que dice que “la mala publicidad es buena publicidad” (“all publicity is good publicity”) refiriéndose a que es preferible tener mala prensa antes que nadie hable de nosotros.
Recuerdo cuando vinieron por primera vez los Guns n’ Roses. No existió otra banda que haya generado tanta expectativa. Eran los ídolos de una generación. Hoy impensados por sus características – y no sólo fama, mucha verdad había también- de misóginos, xenófobos, reventados y payasos lujuriosos. Habían sacado un álbum doble para la historia, pero de lo único que se hablaba era de los supuestos estragos. Eran el estereotipo de banda de rock sin límites y entregada a los excesos. Eran los candidatos que ningún padre desearía para su hija. El presidente argentino de entonces se había mostrado en desacuerdo con el arribo de la banda, los calificó de “forajidos”; Además, corrían versiones que aseguraban que, en su escala previa por Chile, habían – esa cosa argenta de desmerecernos tantas veces y de creernos tan importantes en otras…- quemado la bandera argentina sobre el escenario.
La mala prensa desató una fiebre que se esparció como una pandemia. un fenómeno que -creo- nunca más se repitió en esas dimensiones.
Podría recordar casi cien ejemplos por el estilo, pero por problemas de extensión no lo haré… (Pueden hacerlo ustedes en los comentarios, si les parece).
Miren…
La quisieron “matar” a Cristina durante 4 años a pleno – los dos primeros, sin fueros que le den inmunidad-con denuncias, indagatorias, juicios, miles de tapas de diarios, allanamientos, excavaciones, espionajes, documentales, informes especiales, caricaturas, imitaciones, memes…
¿Y? ¿Cómo les fue?
…
Metámole pata pa’ delante…
Y dejemos que los muertos descansen en paz. Por las dudas, vieron.