Sensible se indignó y se prometió luchar por la liberación de los oprimidos y a fundar un hombre nuevo, aquel que se endurezca contra las injusticias en cualquier parte del mundo, que pueda sentir la indignación contra el oprobio, pero sin perder la ternura, jamás. Y su noble aventura llegó hasta un ocho de octubre, detenida por la infame cobardía de esbirros y mercenarios que lo convirtieron en la imagen de Cristo. Aunque fue otra la estampada en las banderas que, a partir de allí, desplegaron todos los luchadores del mundo como un emblema de lucha y liberación contra todos los que someten a los pueblos del mundo malogrados por el imperio, como el nuestro hoy, que paga con el hambre, la miseria y la muerte, una deuda contraída y validada por los cipayos de siempre.
Así el Che, este excepcional hombre elegido por la historia, tiene en Rosario un cartelito indicador de su casa natal, solo eso y una plazoleta a la vuelta.
Ayer salió un hombre como de dos metros de allí que escupió con los ojos centelleantes de odio que ese «atorrante» vivió allí.
¡Cómo ciega el odio! ¡Cómo pervierte la inteligencia y el pensamiento!
Llegué a la esquina y una viejita vendía flores en un rincón. Me dijo que era una vergüenza que esa casa no fuera museo y que todos los aniversarios la cuadra se llena de flores para recordarlo y homenajearlo. Que ese gesto repara en algo tanta injusticia a la memoria de quien tanto luchó por un mundo mejor y que fue clavado en la cruz un 8 de octubre. Esa viejita lo dijo con una pena y un sentimiento que vi en ella a la vieja Maria que murió de asma y de injusticia y a la que el Che dedicó, poeta también él, este conmovedor poema:
Vieja María, vas a morir…
Vieja María, vas a morir;
quiero hablarte en serio:
Tu vida fue un rosario completo de agonías,
no hubo hombre amado, ni salud, ni dinero,
apenas el hambre para ser compartida;
quiero hablar de tu esperanza,
las tres distintas esperanzas
que tu hija fabricó sin saber como.
Toma esta mano de hombre que parece de niño
en las tuyas pulidas por el jabón amarillo.
Restriega tus callos duros y los nudillos puros
en la suave vergüenza de mis manos de médico.
Escucha, abuela proletaria:
cree en el hombre que llega,
cree en el futuro que nunca verás.
Ni reces al dios inclemente
que toda una vida mintió tu esperanza.
Ni pidas clemencia a la muerte
para ver crecer a tus caricias pardas;
los cielos son sordos y en ti manda lo oscuro,
sobre todo tendrás una roja venganza,
Lo juro por la exacta dimensión de mis ideales
tus nietos todos vivir en la aurora,
muere en paz, vieja luchadora.
Vas a morir, vieja María;
treinta proyectos de mortaja
dirán adiós con la mirada
el día de estos que te vayas.
Vas a morir, vieja María
quedarán mudas las paredes de la sala
cuando la muerte se conjugue con el asma
y copulen su amor en tu garganta.
Esas tres caricias construidas de bronce
(la única luz que alivia tu noche)
esos tres nietos vestidos de hambre,
ahorrar en los nudos de tus dedos viejos
donde siempre encontraban alguna sonrisa.
Eso será todo, vieja María.
Tu vida fue un rosario de flacas agonías,
no hubo hombre amado, salud, alegría,
apenas el hambre para ser compartida,
Tu vida fue triste, vieja María.
Cuando el anuncio de descanso eterno
enturbia el dolor de tus pupilas,
cuando tus manos de perpetua fregona,
absorban la última ingenua caricia,
piensas en ellos… y lloras,
pobre vieja María.
¡No, no lo hagas!
No ores al dios indolente que toda una vida
mintió tu esperanza
ni pidas clemencia a la muerte,
tu vida fue horriblemente vestida de hambre,
acaba vestida de asma.
Pero quiero anunciarte,
en voz baja y viril de las esperanzas,
la más roja y viril de las venganzas
quiero jurarlo por la exacta
dimensión de mis ideales.
Toma esta mano de hombre que parece de niño
entre las tuyas pulidas por el jabón amarillo,
restriega los callos duros y los nudillos puros
en la suave vergüenza de mis manos de médico.
Descansa en paz, vieja María,
descansa en paz, vieja luchadora,
tus nietos todos vivirán la aurora,
LO JURO
(Che Guevara. México, diciembre 1954)
¡Hasta la victoria siempre!
(*)Psicólogo MP243