Madres de Plaza de Mayo estuvieron en “Campo San Pedro” predio del ejercito donde se hallaron restos humanos

Julia E. Sáenz formula un relato sobre lo que fue la caravana del sábado, en la que resalta el valor del grupo de Madres de Plaza de Mayo y aporta imágenes.
“Llegan muchas personas, todos mayores. En sus rostros, en sus miradas, en sus saludos y abrazos, creo adivinar historias. Se abrazan y se tocan mucho, como si quisieran sentir al otro, que está vivo, y tal vez sentir que ellos también lo están. Luego recién llegan los más jóvenes, con su alegría, con sus banderas y tambores. Abrazan, saludan, besan a las madres, las miman, las cobijan. Entonces recién reparo que han dispuesto baños químicos, ambulancias, que está la policía y tránsito. Que el estado está presente. Y en esto también siento que las cobijan. Ya son cientos de vehículos y cientos de personas, pero ese grupo, el primero, sigue junto, a lo mejor sin quererlo, o tal vez conscientemente. Ríen mucho, hablan fuerte, pero de vez en cuando ante alguna pregunta o algún nombre su voz se vuelve apenas perceptible y sus rostros mas serios. Imagino que es para hablar del infierno y sus demonios (los verdaderos, no los de Bergoglio)”.
Luego viene la marcha. Llegando a Laguna Paiva, al final de la avenida central tomamos a la derecha. Hay que avanzar despacio, el camino es de tierra y la polvareda impide ver lo que viene. El camino es muy largo y la geografía cambia bruscamente, ombúes, pajonales, bañados, humedales, algunos animales y la nada casi absoluta, nuevamente la sensación del infierno. ¿Como sería este lugar treinta y cinco años atrás? Luego un lugareño nos dice que el camino era casi intransitable y desde la tardecita el ejército custodiaba el paso y por mucho tiempo permanecía totalmente cerrado. Miro este lugar y veo oscuridad y muerte. Adelante va una combi con unos pañuelos blancos, que son luz. La luz que está llegando, que trae la memoria, que busca la justicia, que quiere imponer la vida sobre este lugar que está teñido de muerte. Nosotros vamos detrás. Al llegar al lugar las madres y quienes las acompañan se aferran a la tranquera, tiran flores murmuran, lloran, pronuncian nombres a los gritos para que queden retumbando y permanezcan ante tanto silencio. Detrás, los jóvenes cantan “Como a los nazis, donde vayan los iremos a buscar” Al final del camino que comienza en la tranquera, a unos trescientos metros, se ven custodios y algún patrullero. Están custodiando el lugar donde se encuentra trabajando el Equipo de Antropología Forense, llegaron allí luego de que un represor indicara ese lugar como de entierros comunes.

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