Como la Lucy etíope, que de primera dama en levantar cabeza pasó a ser nada en la historia evolutiva, la Lucy entrerriana quiso hacer la del Lobo en Caperucita y tomar el atajo.
Llamó a no votar o a votar por No, pagó una solicitada en los medios pocas horas antes de las elecciones, y todo por el No. Pero después de que el pueblo hizo el gran esfuerzo para rechazar el sobre verde, o meterle un No, y cuando las cuentas daban una mayoría abrumadora por el No o el no voto, es decir, cuando el Sí quedó en minoría absoluta, Lucy se apresuró a sentarse con el ministro Urribarri y respondió Sí.
Ni se lo comentó a su compañero de fórmula, José Iparraguirre, que se enteró por los medios. Fue ella sola. Ella y su séquito de sabihondos. Típico de “iluminados” que creen ver más allá, y estar un paso adelante cuando en verdad uno los ve un kilómetro atrás. Como el Alfonsín del Pacto de Olivos, que llamaba a decir No a la reelección y un buen día despertó a los argentinos con la novedad de que había que decir que sí, porque él se había levantado con el pie derecho. (¡Las bondades del reeleccionismo y del tercer senador conseguidos por el acuerdo Alfonsín-Menem saltan a la vista!).
17.300 almas eligieron a Lucy Grimalt el domingo último, y 822.000 no la eligieron. De cada 100 entrerrianos aptos para votar, sólo 2 votaron por Lucy. No es una gran elección, si se considera que más de 80.000 eligieron al Nuevo Espacio y su primer candidato, Emilio Martínez Garbino, entró al Congreso arañando. Pero además, si se piensa que no se trata de un partido como el Humanista o el Movimiento Socialista de los trabajadores, que no tienen diputados ni cargos ejecutivos, sino que es un grupo el de Lucy con presencia legislativa. Ella es diputada provincial, su asesor principal, Federico Soñez, fue diputado nacional hasta hace poco.
Todos los vicios del viejo teatro argentino de política fueron reunidos ayer en un acto por doña Lucy. Apenas contabilizados los votos, y al comprobar que la ciudadanía le dio la espalda (ella quedó sexta, casi séptima en la contienda); y apenas leyó los números que demostraron un fracaso estrepitoso de las aspiraciones reeleccionistas del gobernador Jorge Busti; es decir, cuando la sociedad le demostró dos cosas: que ella no es representativa, y que el pueblo no quiere la reelección, la señora se sentó muy oronda y dijo Sí a la reforma y Sí a la posibilidad de reelección. Rarísima interpretación de la democracia, verdaderamente.
El Sí no logró el 66 % que obliga la Constitución para la reforma, y tampoco logró el 50 % más uno, de mayoría simple. No hay vueltas. El oficialismo jugó una ficha fuerte a diputados nacionales y le salió bien, logró reemplazar a tres justicialistas por otros tres justicialistas en el Congreso. Pero jugó otra ficha fuerte a la reforma y le salió mal. No hay por qué rasgarse las vestiduras: en una pudieron festejar, en otra deberán esperar. ¿Cuál es el drama?
Ahora debemos preguntar, ¿porqué Lucy Grimalt no aclaró su posición antes de las elecciones?
Es muy recordada la posición del ahora gobernador Jorge Busti cuando, antes de una de las elecciones que lo llevaron a la gobernación, dijo que no tenía resuelto qué iba a hacer con la Empresa Provincial de la Energía, y luego la privatizó de inmediato. Entonces, su aliado de la UCeDé, Lucio Borini, admitió que había entrado en un frente junto a Busti porque éste le había garantizado que privatizaba EPEER. Es decir, la mentira tuvo patas cortas.
Lucy lo calcó. Los que votaron Si quedaron en absoluta minoría y no está mal que opinen, pero tendrán que esforzarse para ganar la próxima vez. Esta vez no se les dio. Sin embargo, parece que alguna razón oculta lleva a esta diputada a reinterpretar los números a gusto y placer.
Insistimos : hasta hoy, es lógico que si Osuna, Solanas y Lauritto obtuvieron el 45 % de los votos lleguen al Congreso, el sistema D´Hont así lo decidió, y lo mismo para Martínez Garbino y Varisco que lograron un número adecuado. El que ganó llegó, el que no ganó tendrá que esforzarse. ¡Siga participando!, se burlarían los chicos.
Lo mismo ocurre con la Consulta. El Sí perdió por lejos. Un capricho no puede quitarle la banca a Osuna, todos lo impediríamos con energía. Osuna se ganó su banca. Tampoco un capricho puede quitarle el triunfo al voto contrario a la reforma, y más contrario aún a la reforma con reelección.
Cuentas claras
Claro que, al modo de algunos gobiernos argentinos que perdían en la diplomacia lo que los soldados ganaban en el campo de batalla, ahora doña Lucy dice Sí a la reforma y Sí a la reelección. ¿De dónde se agarra?
El 2 % del padrón que la eligió a ella, y el 54 % de los entrerrianos que estuvieron frente a las urnas y le dijeron No a la reforma, o rechazaron el sobre verde, la inhabilitan para esa negociación. Pero para Lucy la Consulta no existió. Actúa como lo hubiera hecho una semana antes, interpretando una abstracción, un humor social inconmensurable, una opinión pública opinable, y no considera las boletas y los rechazos al sobre que son palpables, evidentes, cuantificables.
Rechazaron el sobre 146.000 entrerrianos. Metieron un No 168.000 entrerrianos. Lo pusieron vacío otros 21.000 entrerrianos. Suman 335.000, y el Sí dio 287.000. ¡No hay modo, Lucy! ¡No hay razones, Lucy! El 54 % de los votantes se negó al Sí, y sólo el 46 % dijo Sí (y acá no estamos contando a otros 220.000 que ni siquiera concurrieron a votar).
Dos tercios, ni por asomo
Pero además la Constitución obliga a que los legisladores que digan Sí a una reforman sean el 66 %, no la mitad más uno. No es por mayoría simple que se reforma una Constitución sino con dos tercios. Y el Sí no logró ni la mitad siquiera. Ganó el No a la reforma. El No a cualquier tipo de reelección. Y fue tan contundente (por el momento, por la forma, por pegar la consulta pseudo voluntaria a una elección obligatoria nacional), que bien podría interpretarse que la gente dijo No, incluso, a la reelección discontinua. De modo que bien podríamos pensar en el futuro en una reelección alternada y basta, e impedir a Sergio Montiel y a Jorge Busti (por caso) ser candidatos a gobernador o vicegobernador para la eternidad. Dos veces y basta, para siempre. Tres veces da ganas de llorar, cuatro veces dará risa, que es peor.
Después de la Consulta, reformar la Constitución es traicionar la voluntad popular. Y reformarla con reelección incluida, sea para permitir una nueva postulación a Jorge Busti o para más adelante, será un negocio raro que la historia les demandará.
Mientras estas sinuosidades partidistas que Lucy calcó de la vieja política (y que uno no sabe bien a qué atribuir) nos hacen perder tiempo, cuando el asunto debiera estar cerrado ya después del escrutinio, yo quisiera dedicar este espacio en DIARIOJUNIO a hablar de la concentración de la riqueza en el transporte, el comercio, el campo; de la expulsión de habitantes, el hacinamiento en los barrios; dedicar unos párrafos al unitarismo, a la tendencia a abrir el grifo desde Buenos Aires según el grado de genuflexión de gobernadores e intendentes y la tendencia local a aceptar este sistema indigno y antihistórico. Hablar de la compra de conciencia en ricos y pobres, referirme a la debacle educativa, al distanciamiento entre educación formal y asuntos de la región; dedicar alguna línea a la distribución injusta de las riquezas, al desfase entre producción de alimentos y alimentación del pueblo, al menosprecio de tantos recursos naturales, económicos, culturales. Quisiera exaltar el esfuerzo de los cien investigadores que acaban de publicar casi 1.000 páginas de biodiversidad del litoral. Y ofrecer alguna palabra también a la vigencia de la autocracia en la provincia donde la mayoría de los organismos públicos se encuentran contaminados de amiguismo, de connivencias que conducen al deterioro institucional permanente.
Pero el poder instala, desinstala y reinstala los temas a su gusto y según ingenierías electorales lejos de la verdad y del pueblo, y terminamos muchas veces discutiendo lo obvio. Una pena.