Luchar para que no exista el olvido, dijo Carlotto

De acuerdo al relato del periodista Juan Cruz Varela integrante de la redacción de ANALISIS DIGITAL, Carlotto emocionó a la concurrencia. El texto completo de la nota.
“Yo soy una mujer común. Si ustedes supieran lo simple que soy, que me formé a la par de mis hijos, en discusiones familiares que tenían un compromiso y un contenido enorme…”, comenzó diciendo Estela Carlotto, pasadas las 21.30, cuando dio inicio el acto en la Vieja Usina, ante más de 200 personas que se acercaron a oírla en una nueva visita a la ciudad de Paraná, invitada para celebrar el décimo aniversario del Instituto Siglo XXI.
Con la presencia y el recuerdo permanente de Amanda Mayor, a quien se mencionó y destacó con enorme cariño por su permanente esfuerzo por la vigencia de los derechos humanos, la charla de Carlotto versó acerca de la historia que han recorrido las Abuelas de Plaza de Mayo a lo largo de sus 27 años de lucha por la restitución de la identidad de los nietos apropiados por los genocidas de la década del ‘70.
Con emoción y ternura de madre y abuela, ante un auditorio que guardó un profundo silencio de atención, Carlotto relató cómo se dio el nacimiento de Abuelas de Plaza de Mayo y su lucha que ya lleva 27 años y 80 nietos recuperados, aunque más de 400 en manos de apropiadores. Desde el secuestro de María Claudia Falcone, que tenía 16 años, por reclamar por el boleto estudiantil en lo que se conoció como La Noche de los Lápices y que era tía de sus nietos; hasta el secuestro de su marido, por quien tuvo que pagar un rescate de 40 millones de pesos para que la dictadura se lo devolviera, 25 días después, golpeado y torturado salvajemente para que revele dónde estaban sus hijas; y finalmente el secuestro y desaparición de su hija Laura, de 23 años y embarazada, su historia está marcada por el paso del terror.
“A la dictadura le fue fácil instalarse porque en la Argentina no tenemos una verdadera formación democrática. Como sociedad, no enfrentamos a los golpistas, seguimos el camino y no dimos ninguna respuesta social. Pero aprendimos de nuestros hijos, que nos contaban lo que se venía y fuimos aprendiendo”, relata, en parte asumiendo su propia responsabilidad -que si la hubiera, la pagó con creces en todos estos años-.
“Pero entonces empezamos las hermanas de lucha, primero tratando de perderle el miedo a la dictadura. Recuerdo que la primera vez que fui a la plaza temblaba como una hoja. Pero empezamos a caminar. Y seguimos caminando. Hubo que aprender, y no quisimos que los hombres vayan porque era peligroso, que en cambio nosotras éramos ‘unas viejas tontas’. Pero ellos nos esperaron. Y nos apoyaron”. El relato es emotivo, pasional, de esos que duelen, porque además revela una historia atravesada por la pena de los que ya no están y de los que todavía están retenidos.

La búsqueda en los jardines de infantes, en las escuelas, las investigaciones personales, y otra vez un mazazo con las leyes que garantizaban la impunidad para los secuestradores, torturadores, violadores, ladrones, asesinos, desaparecedores, apropiadores. Pero la lucha de las abuelas siempre continuó, “sin odios, sin ánimos de revancha ni de venganza, porque nosotros lo que queremos es encontrar a nuestros nietos para devolverles la identidad que debieron tener siempre. No queremos cambiarles la vida ni sacarlos de donde están, pero sí que recuperen el derecho a saber quiénes son, por qué les gusta tal comida o hacen cuales gestos, un derecho que la dictadura les quitó”.
Por ese objetivo, y porque el tiempo es un enemigo que ha comenzado a jugarles malas pasadas, desde 1984 las Abuelas de Plaza de Mayo han colaborado en la conformación de un Banco Nacional de Datos Genéticos, que está instalado en Hospital Durán de la Capital Federal, y donde se encuentra almacenada la sangre de familiares de los chicos apropiados esperando por ellos. Pero además, hace cinco años, el recambio generacional que representan los hijos, junto con la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) están realizando un trabajo de recuperación de material oral, fílmico y escrito reconstruyendo las historias de vida de los militantes muertos y desaparecidos, que son entregadas a cada nieto recuperado “para que la lleven como un tesoro y la lean y la escuchen, conociendo así su historia, para que todo lo que pasó no vuelva a pasar nunca en la Argentina”. Y además, ahora también se ha abierto una oficina en Madrid, para que todos aquellos jóvenes que tengan dudas respecto de su identidad, puedan evacuarlas allí, en la Red Argentino-Europea por la Identidad.
En el debate no estuvo ausente tampoco la alusión a la declaración de inconstitucionalidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final por parte de la Corte Suprema de Justicia de la Nación: “Esto es algo que nosotros estábamos esperando y que parecía que nunca llegaba. Parece imposible acostumbrarse a estar sentados en un bar o en el cine al lado de alguien que robó, torturó y mató. Es horrible. Pero la anulación de las leyes significó un festejo. Ahora debemos empezar a recolectar pruebas, porque nos espera un camino muy grande, este es un momento histórico para la Argentina y exige que trabajemos en la unidad y con esperanza”.
Por último, cabe realizar una mención efectuada en la conferencia de prensa previa, en la que, consultada por el significado que tuvo la remoción del jefe de Caballería Blindada, general Juan Carlos Willington por honrar con el nombre de quien ordenó la Masacre de Fátima, Manuel Morelli, a la cancha de polo de El Paracao: “Es la conjunción de una conciencia de la sociedad, cada vez más comprometida con la realidad social y política, que controla, que está atenta; pero también de una voluntad política que ha posibilitado en materia de derechos humanos tener justicia efectiva”.

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