LUCAS Y LA NEGRURA

Ahora Lucas, un artista negro y genial, que vino a enriquecer nuestra ciudad con su talento, manifiesta haber sido objeto de actitudes discriminatorias y represivas.

Esta repudiable situación viene a tirar por la borda la filosofía de cloaca que expresa casi con orgullo cierta clase” media “y “alta” local. Esta pretensión de aserto pretende maquillar su racismo al referirse, cuando discriminan, a “negros de alma, no de piel”, refiriendo que el desprecio va dirigido a las personas que habitan los barrios pobres y marginados de nuestra ciudad. Bueno, parece que no, que también los “negros de piel”, son perseguidos y maltratados.

Hay aquí algo profundo. El innombrable presidente que desgobernó el país durante  la década del 90, solía decir que en Argentina no había racismo porque nunca hubo negros (vale aclarar “de piel”). Esta falacia no era inocente. Forma parte de la “pedagogía de la desmemoria” cuyo objetivo es borrar nuestra historia y ajustarla a los designios del Poder.

Desde la Colonia y prácticamente hasta la segunda mitad del siglo XIX aquellos afrodescendientes que fueron esclavizados, configuraban una población mayoritaria. Fueron objeto de un genocidio brutal y silencioso, que es tal vez el que retorna, molesto, de lo reprimido ancestral en el inconsciente de los que detienen y molestan a Lucas.

El genocidio de los africanos en nuestras tierras conoció varias vías. En primer lugar fueron carne de cañón de las batallas por la independencia. Prometían su libertad a los cinco años, claro que casi nadie llegaba vivo. Otra enorme cantidad murió en la infame guerra contra el Paraguay (1865-1870) que garantizó nuestra vergonzosa posición de país semicolonial, dependiente y agroexportador. Esa guerra fue decidida por los ingleses que veían con preocupación el desarrollo independiente, a través de la industrialización, del digno país de Solano López. Argentina, Brasil y Uruguay actuaron como esbirros del imperio, aniquilando un pueblo hermano.

Por último, la eliminación de los negros en Argentina fue el producto de la epidemia de fiebre amarilla (1871). La clase alta porteña logró escapar  hacia el norte (allí surgió Barrio Norte) y los negros quedaron encerrados y acorralados por el Ejército en la zona sur. Sin asistencia médica alguna fueron muertos y desaparecidos  por la peste.

Este genocidio no es contado por los libros de historia ni en la escuela. La hipótesis de Enrique Carpintero (1) es que la negación de la existencia, el genocidio y la discriminación de los negros afro descendientes en nuestro país, vuelve y se desplaza inconscientemente a las clases económicamente pobres y marginadas, a quienes se denomina “negros” y es objeto de la represión y la persecución racista.

Este neo-racismo se acentuó a los límites delo odio, con la formidable experiencia popular que fue el peronismo.  El maravilloso artista Miguel Ángel Estrella contaba que cuando fue torturado por los sicarios de la dictadura,  en el momento en que  los verdugos  quebraban sus exquisitas manos de pianista excelso, le reprochaban menos su ideología que haber pretendido tocar para “la negrada” (realizaba conciertos en cárceles, a pueblos originarios y en villas). Era lo que le recriminaban, hacer creer a los “negros” que podían gozar de Beethoven. No entender que, así como no se distribuye la riqueza en un país oligárquico, tampoco se lo hace con la belleza del arte.

Los “negros” (los pobres), son objeto de un vergonzoso racismo en muchos ámbitos de nuestra ciudad, son mirados con desconfianza en la zona del centro, detenidos sin motivos por la policía por portación de caras y aspectos, discriminados en bares, escuelas y boliches bailables, explotados en la cosecha, los aserraderos y conchabos inhumanos, son los hacinados en las cárceles y loqueros, son, en fin, los condenados de una tierra que fomenta el racismo y la discriminación.

Ahora, con Lucas, “descubrimos” que el desprecio no es sólo a los” negros de alma” sino también “de piel”. Mi  repudio a este acto brutal, dirigido a un ser humano sensible, solidario, talentoso como Lucas. Mi  repudio a todo acto de discriminación. Nuestro repudio a una sociedad cada vez más violenta e insoportable. Nuestro compromiso de cambiarla. En todo lo que podamos.

 

(*)Psicólogo. MP243

  • Revista Topía

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