Somos particulares los concordienses. Tenemos tendencia a la anomia, que se manifiesta en distintos órdenes de la vida cotidiana: En el tránsito es común ver conductores que no respetan ni semáforos, ni manos, ni giros, ni pasos peatonales; En lo que hacemos con la basura hay otro ejemplo: es común ver carteles de vecinos pidiendo que no le tiren o amontonen la basura en sus veredas, en su terreno. Hay quienes tiran televisores, muebles rotos y hasta animales muertos en los pocos contenedores de basura que quedan en pie, que no fueron dañados o quemados a propósito. Pocos días atrás presencié como una muchacha joven escribía su nombre con aerosol en la fachada de una escuela recién pintada… No sé si sentirme un viejo ortiva, pero parece que necesitamos un policía en cada manzana, un varita en cada esquina, un tacho de basura que camine al lado nuestro…
Sin embargo, con la pandemia la llevamos. Porque también está la solidaridad y el esfuerzo de muchos que trabajan a destajo y cumplen con las disposiciones. Que piensan que quedarse en casa tampoco significa la muerte ni el fin del mundo. Al contrario.
De todas maneras, nadie que quiso hacerlo se vio impedido de salir a protestar, de expresar lo que piensa, de comunicarse. Lo que se está pidiendo es sólo precaución, prevención, vivir a la medida de la situación, ahorrar nuestras andanzas, aburrirnos un poco más de lo que uno quisiera. Regular la intensidad y la velocidad en el que se vuelve a la actividad.
Lo único que nos piden es que circulemos lo menos posible, que nos cuidemos y cuidemos al otro.
No sólo se trata de un problema de salud sino también económico. Retroceder a un estado de cuarentena obligatoria podría ser desastroso para muchísimos. Estamos -el mundo entero lo está- en un estado de excepción.
Sin embargo, hay un comportamiento infantil y caprichoso fundado, en mayor medida, en el fastidio y el agobio.
Es un reclamo constante volver a la normalidad, a la actividad plena.
Si bien hay un acompañamiento mayoritario a las medias de los gobiernos, para mucha gente el mundo sigue, caiga quién caiga. Hay un intento, una pulsión de volver a una normalidad anterior que hoy es imposible.
El mundo podrá cambiar, pero hay gente que va a seguir siempre igual. No hay nada extraordinario, ni muertes ni pandemia, que afecte la defensa de su renta y la libertad individual.
Pero esta situación cada vez más tensa entre los que están al tanto, comprometidos con la situación y adaptaron su vida a la coyuntura y los que creen que todo es mentira o que se tengan que morir los que se tengan que morir, tiene sus responsables, no es una mera cuestión de idiosincrasia o falta de empatía nomas.
Los que se pararon del lado de la economía desde un primer momento dejaron en claro que no estaban dispuestos a financiar con sus ganancias la decisión por cuidar la salud y la vida que tomó el gobierno nacional.
Lo dejó bien en claro, por ejemplo, uno de los empresarios más importantes del país ni bien arrancó el párate echando a 1500 empleados de un solo saque, léase Techint.
De ahí para acá, con distintos argumentos o excusas, muchos “defensores de la libertad” se plegaron a esa impronta.
Así que fue ese mismo Estado, caprichoso por la salud y la vida, el que se hizo cargo de la economía, de socorrer a las empresas, de mantener los puestos de trabajo, de asegurar el plato de comida de los más vulnerables de la sociedad.
Lo que no estaría mal, si para eso pagamos los impuestos, entre otras cosas.
Pero resulta que es el mismo Estado, tantas veces maldecido y aborrecido, que fue cercenado en los últimos cuatro años por un gobierno que no creía en su funcionalidad. Ese Estado que para muchos mejor que no esté o que sea bobo. Ese Estado es el que terminó pagando los ATP, IFE, Créditos a tasas subsidiadas, suspendió los pagos de los créditos de Anses, suspendió los embargos para las Pymes y las ejecuciones fiscales, el que extendió el reintegro del 15% para compras con tarjeta de débito a jubilados y pensionados que cobran el haber mínimo así como a los titulares de la AUH y la Asignación Universal por Embarazo,el que amplió la moratoria para deudas previsionales, impositivas y aduaneras vencidas…
Es ese Estado el que toma las decisiones a diario para que la gente no muera en las calles sin atención médica o sea enterrada en fosas comunes.
Es ese Estado abandonado el que tuvo que volver a funcionar como pudo, metido en una crisis económica, una estanflación heredada, endeudado, diezmado desregulado y, sobre llovido, mojado por la tormenta de una pandemia que llegó apenas tres meses asumido el nuevo gobierno.
Mientras tanto, los medios hegemónicos y los opositores a todo promueven la desobediencia civil, llevan la discusión al terreno del hartazgo por una cuarentena que ya no es tal y a una idea de que están siendo violadas ciertas libertades individuales.
La oposición, que no se sabe quién la conduce, que está acéfala, lo único que hace es boicotear todo lo que quiera hacer el gobierno. Se han montado en la misma sintonía de guerra que los medios. Se volvieron tóxicos y ante la duda obstruyen todo. Como no saben para donde van, ni quién los dirige, si Patricia Bullrich, Rodríguez Larreta o el ex presidente Macri desde el exterior, entonces entorpecen cualquier política del gobierno. Desconocen el resultado electoral y pretenden imponer un autoritarismo de minoría.
Si esta oposición hubiera perdido las elecciones por un punto y medio en un ballotage… ¿Qué pretenderían? ¿Formar un gobierno de doble comando?
Pero sus actitudes más que perjudicar al gobierno, perjudican a la población en una emergencia sanitaria.
Desoyendo los datos duros que dicen que en los países en los que no se hizo la cuarentena o las medidas de aislamiento fueron mucho más flexibles, la economía cayó igual.
Hay provincias que hace poco festejaban el retorno a fases mucho más permisivas del ASPO, como los casos de San juan o Jujuy donde la pandemia ahora ha retornado con una fuerza brutal.
Estamos viendo cómo le va a Paraná, en donde los casos aumentan de manera vertiginosa y temen, de no bajar la curva de contagios, un colapso inminente del sistema de Salud.
La economía genera circulación y el virus se mueve con nosotros, pero es cierto, no podemos vivir sin actividad económica, hay que comer por lo menos. Pero el problema ya no pasa por salir a trabajar, porque para trabajar se tomaron medidas, se elaboraron protocolos, se hacen controles.
El problema es el comportamiento temerario e irresponsable.
El 19 de agosto, fecha de la última manifestación pública cuantiosa contra las medidas de aislamiento y coso, en Entre Ríos se contabilizaban 1764 casos confirmados y 25 fallecidos.
El departamento de Paraná tenía 1063 casos positivos por Covid-19. Gualeguaychú 304 confirmados y Concordia 28 casos.
Hoy, al cierre de esta nota, Entre Ríos registraba 3283 casos confirmados y 52 muertes. Paraná superó los 2037 positivos, Gualeguaychú está en 621 y Concordia en 50.
Sólo doce días pasaron y las cifras casi se duplicaron.
La idea no es echarle la culpa al chancho, el chancho es chancho y a veces no hay con qué darle, pero hay quienes se empecinan en que coman basura a diario.
El problema es ese bombardeo negacionista permanente que hacen ante una pandemia mundial como si se tratara de una conspiración global sin precedentes. Ese llamamiento a una rebeldía dañina y hasta criminal con la que arengan a una población necesitada de creer que todo puede volver a ser de la misma manera a como alguna vez lo fue.