“LOS QUE VOLVIMOS DE PAVON”
al trote corto, sujetado,
desmentimos la derrota
con banderas en alto
y caballos descansados.
¿No se entiende General?.
No es por machos
ni por orgullo provinciano,
el campo era nuestro
y volvemos derrotados.
Buenos Aires festeja,
prepara las picas;
masera el escarmiento.
Muestran con orgullo
(Mitre y Sarmiento)
la mueca macabra,
de la cabeza más digna,
más noble
del pueblo.
En Entre Ríos,
las voces se levantan.
No hay UNION Y LIBERTAD
con un Paraguay devastado,
trece ranchos pobres
y el Chacho muerto.
En medio del monte
un palacio mudo y ciego
escucha galopes
y griterío de teros.
Una mano en la pared
sella con sangre,
y ante la Historia
…..este recuerdo.
Urquiza teniendo el triunfo en sus manos, abandona a paso lento el campo de batalla y se retira “derrotado” al Palacio de San José. Mitre el “triunfador” huye al galope buscando Buenos Aires. Nos cuenta José María Rosa:
“La caballería de Mitre se desbanda. Ceden su izquierda y su derecha ante las cargas federales. Apenas si el centro mantiene una débil resistencia que no puede prolongarse, y Mitre como Aramburu en Curuzú Cuatiá, emprende la fuga. Hasta que le llega un parte famoso: “¡No dispare, general, que ha ganado!”. Y Mitre vuelve a recoger los laureles de su primera –y única– victoria militar”.
El desánimo invade al Ejército de la Confederación. El grueso no comprendía lo que ocurría, aunque algunos podían intuir que la orden de Urquiza de retirarse sin definir la batalla podía tener un nombre: TRAICION.
Recordemos que Buenos Aires se había escindido del resto de las provincias argentinas (los trece ranchos) desconociendo la Constitución jurada en 1853. Esta batalla (Pavón) si bien implicó la incorporación de Buenos Aires a la Confederación Argentina fue al costo de entregarle a Mitre en control político y militar del país. Se desata entonces una feroz represión, a tierra arrasada, de lo que aún estaba en pie de las viejas aspiraciones federales, proteccionista, igualitarias y de respeto al paisanaje; encarnados, entre otros, por caudillos como el Chacho Peñaloza en La Rioja, Felipe Varela de Catamarca con sus proclamas de “Unión Americana”, Ricardo Lopez Jordán en Entre Ríos, y en la selva paraguaya por Francisco Solano López.
Al regreso de Pavón, en Cañada de Gómez, un grupo desprevenido del ejército de la Confederación fue pasado a degüello. Esta matanza fue tan cruel y artera, que aún, los más curtidos guerreros narraban con espanto este hecho. Un joven de diecinueve años de edad llamado Leandro Nicéforo Alem salva milagrosamente su vida y dos hermanos; Rafael y José Hernández, este último autor del Martín Fierro, tuvieron igual suerte que el líder inspirador de la Unión Cívica Radical. Mitre con el poder en sus manos, contrata generales extranjeros como: Sandes, Flores, Arredondo y Paunero, todos orientales y a criminales italianos mercenarios de la guerra de Crimea para realizar estas matanzas. Las Provincias fueron intervenidas y se arrasó a sangre y fuego los últimos focos de resistencia federal. La cabeza del Chacho y la de los gauchos que aún se atrevían a usar la vincha roja fueron clavadas en picas y exhibidas impúdicamente por el terror liberal.
Mientras tanto Urquiza “se refugia” en el Palacio de San José desoyendo a sus partidarios. Los reclamos de apoyo a los perseguidos caen en saco roto. Urquiza no se conmueve. Un nuevo mapa geopolítico se estaba dibujando con sangre criolla en América del Sur. Me estoy refiriendo a la invasión brasilera de la Banda Oriental, la Guerra del Paraguay (1865-1870) y al aniquilamiento de los federales del interior de nuestro país.
El 11 de abril de 1870 la mano ensangrentada del entrerriano más “ilustre” selló el final de su vida y también, en parte, este capítulo, de la siempre aciaga historia nacional.