Los primeros en llegar, los últimos en irse

Armando aseguró que las familias perdieron muchos elementos cuando abandonaron sus hogares. “La única ayuda que nos dieron fueron zapatillas y unos colchones; son finitos los colchones para los chicos”, dijo. Además, el temporal que se abatió el fin de semana mojó los colchones y las frazadas. “Llamamos para que nos vengan a arreglar el techo y no vino nadie. Tratamos de tapar con nylon y así estamos”, explicó.
En cuanto a la higiene, el coordinador explicó que hay un solo baño en el galpón. No obstante, indicó que les habilitaron sanitarios de la estación Central del ferrocarril. Los varones se bañan en la estación y las mujeres en el galpón. “Pero no tenemos duchas. Pedimos duchas para los dos baños y no hay respuestas”, dijo. En consecuencia, se arreglan con una manguera. En ocasiones, también deben destapar los baños porque nadie se encarga de esa tarea.
El edificio donde funcionaba la distribuidora de galletitas está en muy buen estado y se nota que es una construcción relativamente nueva. El frente de diseño moderno se complementa con un sector de oficinas, cuyas ventanas fueron tapiadas por cartones y convertida en una habitación más, y un primer piso asentado sobre una losa sólida de cemento. Además el espacio interior es amplio. Se contrapone con los boxes, compartimentos rectangulares divididos por paneles de madera, son un tanto estrechos pero nadie se queja.
“No nos queremos ir de acá porque nuestras casas nos quedan cerca y podemos ir a ver si no nos faltó el techo. Anteanoche vinieron a avisarnos que a un vecino le estaban robando las chapas y tuvimos que salir a ver y era cierto”, indicó Armando.
“La comida está llegando a las tres de la tarde y llegan y no hay nada. Después a la noche está llegando a las 10 de la noche ya cuando están durmiendo”, explicó. Además, aseguró que les está cayendo mal. “Guiso, sopa, todas comidas pesadas y hace mucho calor para comer comida picante, salada”, señaló. Debido a que es uno de los últimos lugares donde llega la comida y a que cinco varones están desocupados, el coordinador aseguró que pidieron ollas para poder cocinar por su propia cuenta. Pero “no hubo respuesta”. “El que tiene para cocinar se cocina y el que no lamentablemente tiene que esperar la comida”, señaló.
Uno de las personas sin trabajo es Armando. Trabajaba en la cosecha de arándanos. “Ahora estaba buscando otra cosa pero no hay nada”, indicó. “Muchos chicos que también trabajan en el arándano están quedándose sin trabajo. Ya están medio cortando”, indicó. Otro de los evacuados es el dueño de un taller mecánico que sólo alcanzó a sacar los autos que tenía para reparar. Perdió todas sus herramientas y anda un tanto depresivo, aseguran en el refugio.

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