En la madrugada siguiente al Golpe Militar fueron convocados los principales directores de los medios de comunicación de Bs.As. Allí se les informó cómo funcionaría el “Servicio Gratuito de Lectura Previa”, o sea un eufemismo para disimular el régimen de censura previa, institucionalizada que desde el mismo día funcionó en la Casa Rosada. También se les entregó una “cartilla” que especificaba términos y temas prohibidos; esto demostraba la ejecución de una planificación silenciosa de la muerte, no solo de los opositores, sino que se secuestraba la verdad histórica de lo que estaba sucediendo.
Las prerrogativas para los empresarios periodísticos convivieron con medidas intervencionistas que molestaron a algunos medios como La Nación y la Prensa porque afectaban los privilegios de la oligarquía agropecuaria. Pero como “entre bueyes no hay cornadas”, pronto estuvieron de acuerdo. Si bien no hay información oficial sobre los montos y distribución de la publicidad oficial, el Estado era el principal anunciante. Esta demanda no excluyó a agencias de Publicidad Internacionales como Burson Marsteller, o la norteamericana “Young & Rubicam”, porque era necesario dar “buenas noticias” a la patria mentora de el Golpe de Estado.
Quizás uno de los medios con manifestaciones más sanguíneas hayan sido los editoriales de La Nueva Provincia, de Bahía Blanca que sostenía que la Argentina era “occidental y cristiana” y enumeró como enemigos, al aparato subversivo, el sacerdocio tercermundista, la corrupción sindical, los partidos políticos, la usura económica y la contracultura izquierdizante. También mencionaba que sobre” la sangre del enemigo se debe alzar la segunda República: “Hay que recordar que el Director del Diario Nueva Provincia, era Vicente Masot, cuyo hijo forma parte de la extrema derecha de Cambiemos. Esta posición encontró su reflejo institucional en ADEPA, núcleo del periodismo argentino, que a poco del golpe se manifestaba de acuerdo por el cambio de estilo producido entre el gobierno y la prensa y expresaban que la libertad de prensa en la Argentina, era una realidad.(sic)
Sin embargo, es difícil describir las gravísimas expresiones que afectaron la libertad de expresión y la relaciones entre gobierno y empresas de comunicación que hicieron posible la construcción de un discurso hegemónico y la persecución y el silenciamiento de las voces disidentes. Si bien los secuestros, persecución de los periodistas y militantes sociales, no habían comenzado exactamente el 24 de marzo de 1976, se puede afirmar que durante la dictadura, estas prácticas adquirieron una magnitud sin precedentes. Para ello fue necesario construir un entramado jurídico-burocrático que sostuvo y brindó legitimidad a este tipo de acciones concebidas como un engranaje mas del terrorismo de Estado. Todavía recordamos las campañas paradigmáticas durante la Guerra de Malvinas, donde el inefable cronista Gómez Fuentes nos anunciaba que” íbamos ganando”, ocultando la tragedia sepultada en la desinformación o el inconfesable despropósito del slogan “Los argentinos somos derechos y humanos”, mientras se desaparecía, torturaba y asesinaba en todo el país. No olvidemos que el otro inefable “Chiche” Gelblung, desde la dirección de la revista “Gente”, convalidaba y ocultaba todo sobre la dictadura. O el asesinato de Rodolfo Walsh, paradigma del periodismo independiente, que fue ejecutado en plena calle por haberle mandado una cartas al mismo Videla, denunciando que, aun año de producido el golpe, todo indicaba que el país había entrado en un largo y oscuro túnel donde se ahogaba a la Democracia.
Esta dictadura argentina estuvo siempre atenta a la imagen internacional. Por eso el 24 de Marzo no se bombardeó la Casa de Gobierno, no aplicaron la Ley Marcial, no mataban a la vista de todos. Para eso estaban los “grupos de tareas” que con su persistente acción silenciosa pasaban desapercibidos para la mayoría de la población.
Tanto fue así que para el 30 Marzo del 76, ya 32 países habían reconocido como legítimo al nuevo gobierno. Primero estaban EEUU, Inglaterra, Alemania, Italia y ¡el Vaticano! (“A Dios rogando y con el mazo dando”).
En Julio de 1976, Martínez de Hoz viajó a Italia y se reunió en la Sede de Asso Lombardía, con la Asociación de Empresas de Milán, Módena, y Brianza del mundo financiero. Fueron importantes los contactos de Liccio Gelli de la Masonería Italiana y fue fundamental en el entramado de la dictadura hasta 1981. Gelli tenía pasaporte diplomático argentino otorgado en 1974 por el Canciller Alberto Vignes. El poder de la Logia era transversal, esto significaba que podía asesorar a los Grupos de la” Triple A” de López Rega, así como colaborar con el Almirante Masera para eliminar opositores en Europa. Cómo habrá sido el poder de Licio Gelli, de la P2, que antes de jurar como Presidente Lastiri había jurado en la Hermandad Secreta de la Logia. Sino no asumía.
Las actuaciones del sindicalismo argentino, entre el 73 y el 76 estuvo marcado por conflictos entre las vertientes del peronismo. A fines de los sesenta y hasta mediados de los setenta había un enfrentamiento entre los “ortodoxos” y los “combativos”. Un punto clave de ese enfrentamiento fue la denominada “masacre de Ezeiza”. Las distintas corrientes sindicales estuvieron en un primer plano, y José Ignacio Rucci, como Secretario Gral. de la CGT y cabeza del sindicalismo ortodoxo fue uno de los artífices de la represión a los sectores radicalizados, y gran parte de las fuerzas de choque movilizadas pertenecían a la “derecha ” conducida por el Coronel Osinde. Pero uno de los principales gremios, cuyos jefes sindicales colaboraron con la dictadura, fue SMATA, que quería disputarle la conducción del gremio nacional industrial a la UOM. En SMATA estaba José Rodríguez, y en la UOM, Lorenzo Miguel.
Pero sin embargo el SMATA Córdoba, había conseguido una alianza con Luz y Fuerza, de Agustín Tosco, nada menos, el gremialista más combativo y honesto que conocí en esa época de Córdoba. Y además en esa alianza estaba la UTA, (Unión Tranviaria Automotor) del “Negro” Atilio López, que fue asesinado en los bosques de Palermo,en Bs.As. junto al contador Varas, por las fuerzas de tareas. Todos ellos, junto a René Salamanca, formaban el grupo combativo de las fuerzas gremiales. Cuando el recién designado Brigadier Lacabanne, como Interventor en Córdoba, asesino y torturador, visitó la Central de SMATA, fue recibido con elogios por el traidor José Rodríguez, secretario de SMATA de Buenos Aires, por haber liberado a Córdoba de un sindicato marxista. Un dislate total. En conclusión, los sindicalistas que no estaban de acuerdo con el “golpe”, fueron asesinados como René Salamanca, en la puerta de su casa, y Atilio López en BsAs. Agustín Tosco fue encarcelado y luego liberado y perseguido, muriendo en la clandestinidad por tumor cerebral. Fue velado en el estadio de Redes Cordobesas y, en su entierro multitudinario, sus seguidores fueron atacados desde un helicóptero a balazos por la Policía Federal, lo cual originó un desbande total. Eso no me lo contaron porque lo viví personalmente. Es que el “gringo”, como le decían, era un tipo incorruptible y valiente. ¡Ya no vienen más de estos dirigentes!
Es que la preocupación en Córdoba, era lo que llamaban “la guerrilla industrial”, concepto del propio Ricardo Balbín de la UCR. Por eso el sindicalismo en época de la dictadura tuvo dos caras. Hubo quienes trataban de cuidar sus cargos, a través de un servilismo inconfesable, y también el sector combativo acompañado por la mayoría de la población de entonces. Y esa actitud se pagó con desapariciones, torturas y muerte.
(Continuará…)